martes, 26 de agosto de 2008

Un acercamiento a Homenaje a la ceniza, de Joan Bernal Brenes


Hace más de un año, desde que leí Homenaje a la ceniza (San José: Perro Azul, 2006) de un poeta del que hasta ahora nadie ha dicho nada, me carcomía el deseo por escribir una nota, una reseña, una crítica. Algo, para mostrar la calidad de su poesía. Sin embargo, me detuve, pues en esas fechas surgió el tema de la polémica alrededor de la antología Sostener la palabra. Entonces, pensé, a lo mejor no le hago un favor a Joan, y más bien logro que caiga una maldición sobre su obra. En la de menos hasta lo acusan de “trascendentalista”.

Así las cosas, pensé en la posibilidad de contactarlo y comentarle que me interesaba escribir sobre su libro. Pasó el tiempo y pareciera que no es fácil de localizar, entonces desistí de consultarlo y hoy decidí darme a la tarea de dedicarle unas palabras a un libro de poesía destacado como pocos (por no decir ninguno). En 1996, Joan Bernal Brenes publicó su primer libro, Pre-monición, en aquellas ediciones del Taller Literario de Francisco Zúñiga. Aquel era un libro escrito en prosa, con una capacidad evocadora y de imágenes de gran fuerza. Se veía el caudal poético que tenía este escritor. No volví a saber de él, hasta diez años después, cuando me encuentro con el excelente libro que aquí reseño.

Homenaje a la ceniza es, entonces, el segundo poemario de Joan. Con unas 130 páginas, casi el centenar de poemas, distribuidos en cinco partes, nos encontramos ante algo que, a falta de inspiración, de un mejor adjetivo o lo que sea, es poesía auténtica. ¿Qué significa decir que algo es auténtico? En un texto de Juan Murillo, sobre una posible antipoesía costarricense, se trazan las líneas o las características de ciertas tendencias de los últimos años en la poesía escrita en el Valle Central. Y en el ensayo se menciona a Joan Bernal, el cual considero calza perfectamente con lo ahí expresado, pero aún más, lo supera con creces, y anuncia otras cosas. Si nos apegamos a esta idea de la antipoesía, y si tomamos en cuenta los prólogos, comentarios o críticas hechos a libros de diversos autores que parecieran compartir algunas de estas perspectivas, en todos se afirma que “es poesía de ruptura”, “transgresora”, “en contra de lo socialmente establecido”, y así por el estilo, lo cual no deja de resultar curioso, porque la poesía, per se, es transgresora, es decir, revolucionaria. Es como decir que los poetas escriben poesía: una redundancia tautológica (para caer en el juego). Si todo ello es así, la duda que surge es: si todos estos poetas son transgresores, ¿cuáles no lo son? Si todos están en contra de lo socialmente establecido, ¿no están entonces todos de acuerdo? ¿No se trata de una mera inversión del orden? ¿No se han convertido en la norma?

Y seguimos. Se habla de estos poetas como adalides de una nueva cultura y de una nueva sociedad, capaces de reflejar el descontento general con una estética llana, sencilla, directa y clara (punk, post punk, goth, suburbana, marginal, etc.). Puede ser, puede ser. Es aquí donde la poesía de Bernal Brenes surge como una verdadera poesía auténtica. En ella la voz del descontento, del desencanto, de la ruptura y de la transgresión no son pose, no son producto de las últimas consecuencias del vanguardismo de la burguesía, no son efecto de la moda, no intentan provocar por provocar, de forma ingenua. Es poesía que huele, más bien, hiede dolor, desgarramiento interno y externo. Es fuerte, agresiva, demoledora en muchos aspectos.

Probablemente, Joan Bernal acumuló demasiados poemas en diez años, y finalmente, ante las dificultades editoriales, los editó en un solo volumen, lo cual le resta, lastimosamente, calidad al conjunto. Pero en estos versos, sigue jugando con la prosa, da un rodeo alrededor de la puntuación. La ironía y la nostalgia, dos características de esa llamada antipoesía, se nos aparecen transfiguradas, y demuestran lo que usualmente es mera decoración: el vacío existencial y el dolor de la pérdida en toda su dimensión. Además, el yo lírico que brota de estas páginas (de condenado, para hacer eco de Rimbaud) se autoflagela, que es mucho más de lo que hacen esos falsos “mártires ciber punk” de nuestra era. Se autoflagela sin compasión: la primera parte se llama, precisamente, “A pan y agua”. En uno de los versos dice: “soy nuevo en el oficio de quererme”. ¿Qué mayor confesión? ¿Qué otro golpe para los libros de autoayuda? Esto sí es crítica de nuestra sociedad y de nuestro tiempo.

yo sé que el expresarse
cuesta hasta el martirio
y si es posible soy un mártir desclavado
y soy el que mendiga un labio cada día


En otro poema, plantea:

Resumo:
en el trabajo
me acostumbré a ser otro
en frente del espejo
solo me veo yo


¿No es acaso esto una muestra que desnuda la verdadera existencia de todas las personas? ¿No es acaso esto mejor que cualquier metafísica?La segunda sección del libro se titula “Luz de aquí”, y en ella asistimos a una cátedra de teología:

Te amo
con conciencia hipócrita
y me atengo
a que me ames bien
Indómito y sincero

En otro poema:

Concédeme Señor esta traición al mundo:
llevar-lleno de mí- la cruz hasta las últimas
y que ningún mortal me ayude en el camino
no quiero que me apartes un solo rato el cáliz

A veces, tanta inmolación realmente llega a doler. El yo lírico acepta un destino de sufrimiento, sabe que es la única manera de alcanzar la cima (¿cuál?). Pero no se crea que se trata de un poeta místico o “pandereta”, pues llega hasta las máximas irreverencias, no contra el presidente, que es muy fácil, sino contra el fundamento espiritual de todo Occidente. Realmente derrumba los templos, aunque en el fondo construya otros. No podía ser de otra manera.

Las secciones tercera, cuarta y quinta se titulan, respectivamente: “Corta reflexión sobre la flor y el hueco”, “Así piensa el solitario (Nietszche)” y “Diccionario auxiliar del desencanto”. En la tercera, aflora el matiz más sarcástico, en la cuarta el más filosófico y en la quinta el metaliterario. Esta quinta, a pesar de tan fabuloso título, es quizá la única parte realmente floja del poemario, pero luego de la avalancha a la que hemos sido expuestos, se puede realmente aceptar como un remanso de tranquilidad.

La edición, como todas las de Perro Azul, es agradable y cuidada en ciertos detalles gráficos, pero como he afirmado en otros momentos, es una pena que no haya cuidado editorial, pues son frecuentes los errores tipográficos. Del mismo modo, un trabajo editorial serio habría aconsejado al poeta, quien como ya dije prescinde muchas veces de puntuación, a vigilar mejor los momentos adecuados para ello, pues a veces se comprende la falta de signos, pero en otras, parecieran simplemente gazapos en el trabajo con los originales. Asimismo, es de reprochar a la editorial el nulo apoyo o exposición que le dio al libro, con mucho, uno de los mejores, sino el mejor, que haya publicado esta casa editorial privada (que no independiente, eso es otra cosa).

Joan Bernal Brenes, de quien no tengo mayores noticias, a lo mejor está perpetrando nuevos textos, con los cuales asombrar, y realmente transgredir el apacible y cómodo clima poético de los últimos años, que por más que haya crecido, le falta aún el azote y la crítica: para hacerlo existir primero, y para hacerlo madurar después. Queda hecha la recomendación: Homenaje a la ceniza puede que defraude a muchos, quienes esperarían encontrar en él los consabidos chistes de la cultura pop de los últimos 15 años. No. Homenaje a la ceniza no hace concesiones a nada ni a nadie (o a casi nadie): es una aplanadora verbal, lírica o cualquier otra imagen que se les pueda ocurrir. Es una apuesta total, un salto al vacío. Es verdadera poesía de ruptura.

Dejo para el final una bellísima adaptación de la forma soneto, para demostrar que ser “moderno” y jugar con la puntuación, no tiene por qué acusar ignorancia. Uno de los pocos poemas con título:

¿Eva flor?

Mi amor así tan solapado
tan de Ana y mío y de nosotros
vengo enamorado de tus manos
Ana y de quererte con sentido
contra el temporal y las campanas
tuyo estoy de ti para tu vida
Ana con bandera Ana sentada
Ana desde mí hacia tu boca
rige claridad Ana a ti misma
esta palidez que llevo a cuestas
brazo que sorprende por su luto
tengo el brazo muerto desde el codo
y Ana me sorprendes por secreta
y Ana por secreta está desnuda

Poesía “moderna”, “actual”; y sin embargo no es sorda, tiene ritmo y musicalidad, como lo tienen muchos poemas del libro. Quizá esto haya pasado desapercibido a quienes lo hayan leído. Quizá esto es un guiño para quienes sí tomamos en cuenta “detalles trasnochados y superfluos” de la estética. Porque Bernal Brenes sí ha tenido que hacer concesiones a la antipoesía, pero son precisamente tales concesiones las que le restan mérito a algunos de los textos. Pero en el fondo se observa un poeta absolutamente original, con la capacidad de crear el mundo de nuevo, o al menos transfigurarlo en el fuego sagrado de las músicas antiguas. Probablemente él mismo firmaría el poema de Nietszche “Nur narr, nur dichter” (“Solo bufón, solo poeta”). Pero también mártir, esclavo, proxeneta, sacerdote, payaso, gurú tragafuego y trashumante, futbolista frustrado, y sobre todo, redentor del verbo, de una palabra ya lejana, ahora rediviva.


Gustavo Solórzano Alfaro

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