miércoles, 8 de octubre de 2008

Contra la Censura. Ensayos sobre la Pasión por Silenciar, de J. M. Coetzee


En primer lugar, precisemos que el título original, Giving Offense: Essays on Censorship (1996), es levemente diferente de la traducción castellana (Barcelona: Random House Mondadori/Debate, 2007). Vendría a decir: "Ofendiendo: Ensayos sobre la Censura". Ni contra nada, ni pasiones desatadas por silenciar. Comprendo que la traducción castellana es más rotunda, más comercial, pero ¿es necesario corregir a un premio Nobel y a su editor estadounidense [la Universidad de Chicago]? ¿Y por dos veces?
Sin duda, en este país se tiene la impresión generalizada de que la censura es cosa del pasado y asociada a regímenes autoritarios. A poco más de un año del secuestro de una revista en España (satírica, además; ni todas las democracias han podido salvaguardar el animus jocandi cuando se refiere a ciertas personas, al parecer siendo el mensaje, "con respecto a ciertas cosas, ni en broma"); después del debate europeo (de los ¡oh tan civilizados! europeos) sobre las caricaturas de Mahoma, sólo se puede llegar a la conclusión de que aquí se puede hablar de todo... menos de lo que no se puede hablar. La principal conclusión de políticos y analistas fue que una cierta "autocontención" por parte de los autores era deseable. "Autocontención", si lo miran bien, verán que lo que quiere decir a las claras es "autocensura", un concepto que, como demuestra Coetzee, es el fin último de la censura, siendo la máxima aspiración de ésta el quedar como una estructura residual y casi autodestruida, habiendo conseguido que el papel de censor lo interpreten los propios autores.
Así pues, la censura, institucional o no, sigue existiendo, en España, en Europa, en las sociedades "civilizadas" y, por supuesto, en las autoritarias, semiautoritarias y en transición.
Hay muy poco escrito sobre la censura, ensayos sobre su naturaleza, claro está. Y sólo recuerdo uno sobre la censura en el franquismo, donde se reseñaba (entre otras cosas) la mutilación y censura de un discurso del propio Franco. Mirando la bibliografía que acompaña el texto de Coetzee, esta escasez parece ser internacional.
Por desgracia, sólo un tercio del libro, aproximadamente, está dedicado a estudiar la censura en abstracto. Los otros dos tercios se dedican a casos concretos: la censura a la pornografía en El Amante de Lady Chatterley; la censura soviética (Osip Mandelstam, Solzhenitsin, Zbigniew Herbert); la censura del apartheid sudafricano. Son ejemplos ilustrativos y muy interesantes (y sobre el apartheid es casi seguro que es lo primero que se publica en español), donde se dicen cosas valiosas, pero el excesivo detalle siempre tiene el riesgo de fijarse en el roble y perder de vista el robledal.
Pero, y remarcando de nuevo que esos ejemplos son impresionantes en su análisis y pueden constituir la base de estudios futuros, Coetzee hace, en un análisis abstracto y caracterológico de la censura, una labor fundamental, que descubre las contradicciones y esencias de una actividad que no sólo es enfermiza, redentorista y autodestructiva, sino que lleva en sí misma las semillas de su propio ridículo.
Por escasez de libros semejantes y lucidez de pensamiento, es éste un libro imprescindible para comprender esa manía por imponer preceptos y (de)formar mentalidades.


Lluís Salvador

http://www.lecturaserrantes.blogspot.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi comentario es acerca de un asunto quizá secundario. Sobre su pregunta "¿es necesario corregir a un premio Nobel y a su editor estadounidense [la Universidad de Chicago]? ¿Y por dos veces?" mi opinión es: sí.

Al premio Novel, el galardón no lo hace infalible, y de hecho, nada quita que pueda ser un gran autor y alguien poco hábil en lo que hace a poner título a su obra (no digo que en este caso así sea) Respecto a su editor estadounidense, es responsable de un título "atractivo" en inglés, que no tiene por qué serlo en otros idiomas.

Quisiera se me permita dar un ejemplo: A Mauppassant, su editor le sugirió que cambiara el nombre de un libro con cuentos, que el autor planeaba llamar "los olivos" -según su traductor, el mejor de los cuentos de aquel libro -por el más vendedor "Ese puerco de X" (no recuerdo el apellido que reemplaza a X) título de otro de los cuentos incluídos en el volúmen. El autor, que sabía de literatura y no de comercio, aceptó la corrección.

Como bien dice usted, el título en castellano suena más rotundo y vendedor. Esa es justamente la idea. Pues se diga lo que se diga, todo autor, incluso el huraño Coetzee, siente deseos de que su obra sea leída. De otro modo, mantendría su obra inédita, como hizo Bequer, o dejaría de publicar, como Salinger.