Existen cartas que pueden leerse como fragmentos literarios, algunas funcionan como documentos en los que es posible dilucidar las inclinaciones, los afectos, los miedos, las necesidades, entre otras manifestaciones, carencias y excesos de escritores y artistas. El intercambio epistolar, al igual que los diarios, ha dejado un material aprovechable para acercarnos a la obra de sus remitentes. Son famosas las llamadas cartas sucias de Joyce a Nora; las arrobadas misivas de Henry Miller a Anäis Nin; la célebre carta de una entusiasta Teresa de la Parra a Miguel de Unamuno; las dolorosas misivas de Ramos Sucre dirigidas a su querida prima; las agobiantes confesiones de Van Gogh a su hermano Theo y un largo etcétera que puede recorrer la historia universal del las letras y el arte. Este breve texto no es más que un previo para dar a conocer y justificar la nueva sección que llevaremos a cabo en 500 ejemplares, la cual lleva por nombre Los remitentes, y que consiste en la periódica publicación de alguna correspondencia que mantendremos con escritores, críticos, y hacedores del medio intelectual en general, con la intención de acercarnos y mostrar los intereses y escondrijos de su quehacer.
Por otro lado, con Los remitentes también nos proponemos publicar algunas famosas muestras de la correspondencia universal. Comenzaremos con una de las cartas del dramaturgo ruso M. Bulgákov dirigida al tristemente célebre Stalin. La carta del Bulgákov, fechada en Moscú, en Julio del año 1929 (Cartas a Stalin. M. Bulgákov y E. Zamiatin. Madrid: Grijalbo, 1991) es la de un artista abrumado por la opresión del poder, es la carta de un hombre desesperado y debilitado física y mentalmente que implora el permiso, la expulsión para la necesaria huida de un país que lo arrincona y agobia; no sólo como artista sino como ser humano. Como muchos saben, el sádico destinario de Bulgákov disfrutó leer sus misivas y jugó a contemplar, a través del quiebre manifiesto en la cartas, el progresivo deterioro del dramaturgo, quien enloqueció sin lograr cruzar la frontera.
M.A. Bulgákov a I.V. Stalin
Al Secretario General del Partido I.V. Stalin, al Presidente del Comité M. I. Kalinin, al jefe de Servicio de Bellas Artes A.I. Sviderski, a Alexei Maksimovich Gorki.
Del Literato
Mijail Afanásievich Bulgákov
(Moscú, Bolshaia Pirogovskaia 35-a, apto. 6, Tf. 2-03-27).
SOLICITUD
Hace diez años que comencé a desempeñar mi trabajo literario en la URSS. De esos diez años, he consagrado a mi tarea de dramaturgo los cuatro últimos, durante los cuales he escrito cuatro obras de teatro. Tres de ellas (Los días de los Turbín, El apartamento de Zoika y La isla púrpura) han sido puestas en escena en los teatros estatales de Moscú; y la cuarta, La huida, en principio autorizada para su representación en el Teatro de Arte de Moscú, fue prohibida posteriormente durante el montaje de la obra.
Acabo de saber que han sido prohibidas las representaciones de las obras Los días de los Turbín y La isla púrpura. El apartamento de Zoika fue retirada en la pasada temporada, después de 200 representaciones, por orden de las autoridades. De modo que, en la presente temporada teatral, todas mis obras se encuentran prohibidas, incluyendo Los días de los Turbín, que ha sido representada cerca de 300 veces.
Ya anteriormente mi relato Notas sobre los puños de las camisas había sido prohibido. Prohibida la reedición de mi colección de relatos satíricos Diaboliada, prohibida la edición de mi colección de ensayos satíricos, prohibida la lectura en público de Las aventuras de Chichikov. La publicación de mi novela La guardia blanca en la revista Rossia se ha visto interrumpida, puesto que la misma revista ha sido prohibida.
A medida que iba sacando a la luz mis trabajos, la crítica en la Unión Soviética me ha ido prestando mayor atención; con todo, ninguna de mis obras, ya se trate de textos en prosa ya de obras de teatro, ha recibido jamás en ninguna parte juicio aprobatorio alguno; por el contrario, cuanta mayor notoriedad adquiría mi nombre en la URSS y en el extranjero, más virulentas se hacían las críticas de la prensa; hasta adquirir finalmente el carácter de injurias desenfrenadas.
Todas mis obras han recibido críticas desfavorables, monstruosas; mi nombre ha sido difamado, no sólo en la prensa, sino también en obras como la Enciclopedia Soviética y la Enciclopedia Literaria.
Impotente para defenderme, en distintas ocasiones he solicitado un permiso para dirigirme al extranjero; aunque sólo sería por un breve período de tiempo. Sólo he recibido negativas…
Mis obras Los días de los Turbín y El apartamento de Zoika me han sido sustraídas y enviadas al extranjero. En Riga, una editorial ha cambiado el final de mi novela La guardia blanca, sacando a la luz bajo mi nombre un libro con un final infame. Me han sido arrebatados los derechos de autor en el extranjero.
Mi mujer Liubov Evguénievna Bulgákova presentó entonces una segunda petición para que se le permitiera viajar sola al extranjero, con el fin de poner en orden mis asuntos; en cuanto a mí, me comprometía a permanecer aquí en calidad de rehén.
Hemos recibido una negativa.
He presentado muchas peticiones para que me devuelvan los manuscritos que se hallan en poder del G.P.U; y aparte de las que han quedado sin respuesta, no he recibido más que negativas.
He pedido autorización para enviar al extranjero mi obra de teatro La huida a fin de evitar que me sea sustraída.
He recibido una negativa.
Al cabo de diez años mis fuerzas se han agotado; no tengo ánimos suficientes para vivir más tiempo acorralado, sabiendo que no puedo publicar, ni representar mis obras en la URSS. Llevado hasta la depresión nerviosa, me dirijo a Usted y le pido que interceda ante el gobierno de la URSS PARA QUE SE ME EXPULSE DE LA U.R.S.S., JUNTO CON MI ESPOSA L.E. BULGÁKOVA, que se suma a esta petición.
M. BULGÁKOV
Moscú Julio de 1929
3 comentarios:
Hola:
Gran idea.
Y sucede que cuando veo el nombre Bulgákov, yo salto como ranita de circo. Recuerdo esta carta, de haberla leído en el libro "Cartas a Stalin", compuesto por LA carta de Zamyatin y la correspondencia más bien escasa pero excesiva de Bulgákov con el dictador soviético.
La utilización del verbo "implora" es adecuada. Siempre he justificado a Bulgákov en esa correspondencia, porque todo ser humano tiene que pasar en esas situaciones por todas las fases, incluso por la de la identificación con el torturador que fue Stalin en su caso. Y siempre me ha quedado la perplejidad de ver que una sola carta le valió a Zamyatin para obtener la expulsión, el exilio, mientras que todas las de Bulgákov (en registros diversos, que algunos conocidos míos han calificado de vergonzantes), en cambio no le valieron más que para dejar ese testimonio y seguir en el ostracismo que, en definitiva, lo llevó a la tumba.
Y es un juego macabro el de las comparaciones, considerar que Stalin era demasiado buen lector y demasiado buen crítico literario como para permitir la salida de Zamyatin, que sabía que no le molestaría, y no permitir la de Bulgákov, que sabía que en libertad podía ser corrosivo... peligroso. Es en una gran ambigüedad de sentimientos en la que me hallo siempre frente a esa correspondencia. Pero siempre se me encoge el corazón. Porque Bulgákov no es sólo un hombre, un escritor, que implora. Es también alguien desesperado por la falta de voz literaria.
Gracias por el post.
Un saludo!
Hola, Lluís, gracias por tu entusiasmo, por el apoyo, y por los datos que nos das. Sí, en efecto la carta que publicamos salió de ese mismo libro que nombras. Mientras leí las misivas, y percibí la angustia desesperada de Bulgákov, ciertamente me deprimía, así que el libro, aunque breve, no lo leí de un tirón. Fue una cosa triste y asquerosa la que le hicieron al dramaturgo ruso. Con una perversidad muy sádica y macabra lo llevaron hasta el foso de la locura, hasta el grito. Horrible.
Gracias, Lluís, es bueno sentirse bien acompañado en las lecturas.
Saludos,
Carolina
Hola bello blogg, precioso texto, te encontré en un blogg común, si te gusta la poesía te invito al mio, será un placer, es,
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muchas gracias, buen día, besos
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