Anna Ajmátova escribe en 1956 estos versos angustiosos: “Nos encontramos en un año monstruoso,/ cuando la fuerzas del mundo se habían agotado,/ todo estaba marchito y enlutado por la desgracia,/ y sólo las tumbas eran frescas”. Se me antoja resaltar el último verso, no sólo por la fuerza de la imagen poética, sino por la terrible realidad que contiene. Entre esta mujer, cuyo rostro aparece fotografiado insistentemente de perfil, y la joven escritora de los años 1909-1911, existe un largo y ferroso puente que las separa. La voz poética de esos años jóvenes, pre-revolucionarios, es la de una muchacha enamorada, que le cantaba a “él”, al que “no le gustaba el llanto de los niños,/ ni el té con frambuesa,/ ni la histeria femenina”, mientras que la voz de la poeta de post-guerra, post-revolución y, nuevamente, post-guerra, es una voz dolorosa que transita junto a su tiempo:
De profundis… Mi generación
probó poca miel, y es por ello
que sólo el viento silba en la lejanía
y la memoria sólo canta a los muertos.
Nuestro quehacer no fue concluido,
nuestras horas estaban contadas.
Hasta el anhelado límite de las aguas,
hasta la cumbre de la grandiosa primavera,
hasta el florecimiento rabioso
quedaba sólo suspirar…
Dos guerras, mi generación,
iluminaron tu terrible camino.
El mundo de Anna Ajmátova y el de su país de origen se agitaron de modo violento y oscuro después de sus primeros y casi ingenuos versos amorosos. El amor se convirtió en ausencia y la primavera se truncó hasta convertirse en un perpetuo invierno. Ajmátova vio con sus ojos, que parecen poseídos por la visión de un sufrimiento omnipresente, cómo su mundo se convirtió en una noche desierta y amarga:
Te detuvieron al amanecer.
Yo iba tras de ti como en cortejo fúnebre,
en el oscuro aposento los niños lloraban
y la vela se derretía en el santuario.
En tus labios había el frío del ícono
y en tu frente sudor mortal… ¡No lo olvido!
Aullaré tras las torres del Kremlin
como las esposas de los strieltsy (De Réquiem, 1935)
En el libro Algo acerca de mí (Caracas: bid&co, 2009), Belén Ojeda se encarga de la traducción de algunos poemas de la escritora rusa, así como de textos escritos en prosa y de una mínima correspondencia. En él aparecen traducidos poemas de los libros La noche, El rosario, Rebaño en blanco, Sliepniovo, La caña, Réquiem y Séptimo libro, y algunos poemas sueltos. En los textos en prosa la escritora recuerda sus encuentros en París con Modigliani, se detiene para hablar de Pushkin, Alexandr Blok y Mijaíl Lozinski; además, reconstruye brevemente su reseña biográfica, atada a los acontecimientos que ocurrían a su alrededor:
Yo pasaba todos los veranos en la antigua provincia de Tvierska, a quince verstas de Bezeck (…) Allí escribí muchos poemas de El rosario y Rebaño blanco. Este último poemario salió en septiembre de 1917. Los lectores y la crítica han sido injustos con este libro. Consideran que tuvo menos éxito que El rosario. Pero este libro apareció en condiciones mucho más terribles que el anterior. El transporte no trabajaba. Fue imposible el envío del libro, inclusive a Moscú, así que se repartió en Petrogrado. Las revistas cerraban, los periódicos también (…) El hambre y la destrucción crecían día a día (92-93).
Si bien en los poemas y textos en prosa de Ajmátova se puede percibir el estado de angustia en que vivía la escritora, en sus cartas la desolación no puede ser menos contundente, como en la fechada el 6 de abril de 1943 y remitida a N. I. Jardzhiev, crítico literario y amigo de la poeta y de Mandelshtam: “Vivo en zozobra mortal por Leningrado, por Vladimir Gueórguievich. He estado gravemente enferma durante largo tiempo. Encanecí por completo” (111).
Me es imposible leer a Ajmátova sin que un sentimiento doloroso me estremezca el cuerpo, toparme con la correspondencia de la poeta y encontrarme con las injusticias sufridas por ella y otros escritores rusos, cuyos logros no significaron sino traición para un régimen enloquecido por el poder. Traiciones que se pagaban con el desprecio y la humillación. A pesar de la creciente fama de la poeta, se vio condenada a vivir las miserias y errores de un sistema degradante: “Sé que mis poemas fueron traducidos al inglés (en un libro, traducción de Dadington), al alemán, al francés, al polaco, al japonés, al hebreo antiguo y al ucraniano. Nos sacan del apartamento, porque el edificio se traspasa a una institución” (15 de marzo de 1930, p.108).
La única crítica que le puedo hacer al volumen Algo acerca de mí es su brevedad. Después de haber leído este libro me he quedado con un hambre voraz y con el deseo abiertamente expreso de que Belén Ojeda continúe con su loable trabajo de traducción, y que en el mismo incluya a las escritoras Marina Tsvietáieva y Nina Berberova, compatriotas y contemporáneas de Ajmátova.
En Algo acerca de mí me he encontrado con una Anna Ajmátova sola, despojada de los suyos, arrinconada en su dignidad junto al sonido de un samovar en una Rusia que nunca había sido igual de fría; una mujer frágil, sacudida por guerras y persecuciones, enferma, consumida tras el cabello encanecido, una poeta que se traga los poemas para que no se los allanen. En Algo acerca de mí me he encontrado con una escritora a quien sólo le quedó el desgraciado consuelo de la posteridad.
Carolina Lozada
8 comentarios:
Versos poderosos, realmente. No la conocía.
Mi percepción sobre el asunto de la "experiencia", defintivamente va cambiando conforme más de ella acumulo. Por algo será, ¿no?
Saludos.
Hola, Gustavo, la escritura de Ajmátova es realmente poderosa. Ella junto a Marina Tsvietáieva representan dos voces vitales, que escribieron en época soviética. Este libro, que acaba de salir, es una joya. Lo único que lamento, insisto, es su brevedad.
Saludos,
Carolina
Ey Carolina:
¿Te están cayendo los años encima que ya te identificas con escritores encanecidos o es una proyección de situaciones coterráneas?
Las dos cosas, querido.
Ana Ajmátoca siempre ha sido un problema para mí como lector. No logro leerla con objetividad. Cada vez que entro en sus páginas voy por el tercer o cuarto poema cuando ya siento un dolor y desasosiego enormes. Un par de veces me ha llevado a las lágrimas. No sé si es cursilería de parte mía, pero esta pobre mujer simepre me desarma por completo.
Alexánder, la sensación de "desarme" no es gratuita. Los poemas, y textos en prosa, de Ajmátova son fuertes y hasta dolorosos.
feliz cumpleaños
Anónimo:
Gracias.
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