tag:blogger.com,1999:blog-398429292805970272024-02-21T08:01:07.938-04:00500 ejemplaresRuma de librosCarolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.comBlogger101125tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-81883729065756115372011-03-23T18:41:00.003-04:302011-03-23T18:47:07.666-04:30Tres poetas Tres<div style="text-align: justify;">Los poetas Gina Saraceni, Rafael Castillo Zapata y Luis Moreno Villamediana leerán sus textos en la Universidad Central de Venezuela</div><div><br /></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhceADDIheK5NPoFNWCFQFADei52C88sn8Z8c_77lLkUvEfjhny2kqH1E-Cjm5OFJgt5TNMx2Bo9sq7_DH2TVTOWqaOwLmf0QdZIqXNop3d1YqMhZtpgQPMhRqa-sat_nuBWrD52W6BtM4/s1600/tres+poetas+propaganda+copy.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhceADDIheK5NPoFNWCFQFADei52C88sn8Z8c_77lLkUvEfjhny2kqH1E-Cjm5OFJgt5TNMx2Bo9sq7_DH2TVTOWqaOwLmf0QdZIqXNop3d1YqMhZtpgQPMhRqa-sat_nuBWrD52W6BtM4/s400/tres+poetas+propaganda+copy.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5587417355960298114" /></a>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-78383371353868322092011-03-06T22:57:00.004-04:302011-03-06T23:18:07.960-04:30La mudanza<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://nocivodomingo.files.wordpress.com/2010/07/mudanza-1.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 500px; height: 281px;" src="http://nocivodomingo.files.wordpress.com/2010/07/mudanza-1.jpg" alt="" border="0" /></a><br /><div><br /></div><div><br /></div><div>Queridos lectores y amigos:</div><div><br /></div><div><div style="text-align: left;">Nos mudamos de dominio. Ahora estaremos en la siguiente dirección: <a href="http://500ejemplares.wordpress.com/">http://500ejemplares.wordpress.com/</a>. La nueva casa se encuentra en proceso de acondicionamiento; así que le pedimos nos tengan paciencia, por favor. Mientras tanto, los invitamos a leer allá la reseña sobre <span style="font-style: italic;">La múltiple forma del delirio </span>y <span style="font-style: italic;">La condena, </span>del poeta costarricense <a href="http://500ejemplares.wordpress.com/2011/03/06/el-dolor-vencido-de-solorzano-alfaro/">Gustavo Solórzano Alfaro</a>.<br /><br />Saludos,<br /><br />Carolina Lozada y Luis Moreno Villamediana<br /></div><br /></div>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-13207772609280555872011-02-25T15:52:00.000-04:302011-02-25T15:54:23.459-04:30O todo se está escribiendo o ya ha sido escrito<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhEjO7aOwTZsRFUgeh9MN0adquKcvtdsOWx8wyATm58zK53H9P73172qRHRZ50cS9o2uRUWkQ6j5tuaqxcFQP3xEafmOWDeHYyz8C1tbzXPUodiSmmQvBsSpRWm7QB34WflE3whLEehGXk/s1600/Nelson+Garrido+la+virgen+de+la+leche+en+polvo.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 394px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhEjO7aOwTZsRFUgeh9MN0adquKcvtdsOWx8wyATm58zK53H9P73172qRHRZ50cS9o2uRUWkQ6j5tuaqxcFQP3xEafmOWDeHYyz8C1tbzXPUodiSmmQvBsSpRWm7QB34WflE3whLEehGXk/s400/Nelson+Garrido+la+virgen+de+la+leche+en+polvo.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5577725421885400306" /></a><h1 style="margin:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify"><u><span lang="ES-VE" style="font-size:12.0pt;mso-ansi-language:ES-VE;font-weight:normal; mso-bidi-font-weight:bold">1. <o:p></o:p></span></u></h1> <h1 style="margin:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="font-size:12.0pt;mso-ansi-language:ES-VE;font-weight:normal; mso-bidi-font-weight:bold"><o:p> </o:p></span></h1> <h1 style="margin:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="font-size:12.0pt;mso-ansi-language:ES-VE;font-weight:normal; mso-bidi-font-weight:bold">Por supuesto, la idea no es nada nueva, y quizás se remonte al preciso momento en que alguien, por primera vez, fue capaz de transcribir (de hacer escritura) algún relato oral. En ese momento dejamos de ser simplemente obra del sueño o de la imaginación divina para convertirnos en su escritura. El gran Borges adjudica a </span><span lang="ES" style="font-size: 12.0pt;font-weight:normal;mso-bidi-font-weight:bold">Thomas Carlyle una muy lúcida y sintética referencia al respecto: “La historia universal es una Escritura Sagrada que desciframos y escribimos inciertamente, y en la que también nos escriben”. <o:p></o:p></span></h1> <h1 style="margin:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify"><span lang="ES" style="font-size:12.0pt;font-weight:normal;mso-bidi-font-weight:bold"><o:p> </o:p></span></h1> <h1 style="margin:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify"><span lang="ES" style="font-size:12.0pt;font-weight:normal;mso-bidi-font-weight:bold">Una intriga, aparentemente paralela a la (o las) de la trama, surge en las primeras páginas de <i style="mso-bidi-font-style:normal">Bajo las hojas</i> (Caracas: Alfaguara, 2010), de Israel Centeno, y llama la atención del lector para sustraerlo de la cómoda ficción. ¡Epa! −dice uno−, esto no es un simple guiño del narrador; más allá de Julio y su desazón, aquí hay un “nosotros” pidiendo atención, diciendo que no lo descuidemos porque son “ellos” quienes tienen la rienda de esta historia, los que la están contando. <o:p></o:p></span></h1> <h1 style="margin:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify"><span lang="ES" style="font-size:12.0pt;font-weight:normal;mso-bidi-font-weight:bold">Así, a medida que transcurre la lectura, esa primera persona del plural se nos irá revelando como un equipo de relatores, cuyos miembros bien pueden formar parte o no de las tantas voces que encontramos en la novela. Ese “nosotros” irá ocupando más y más espacio, tomando más y más poder: de simple narrador omnisciente, conocedor del presente, pasado y futuro de los personajes, pasará también a convertirse en un ente controlador de las psiquis, capaz de cambiar pensamientos y acciones con tan sólo un plumazo (¡nunca mejor dicho!). Y con semejante poder es lógico deducir que a la potestad de este nosotros omnisciente, supremo, se encuentra la posibilidad de manipular conciencias y tergiversar hechos, de “alterar el signo, desplazarlo, ponerlo no donde le es propio, sino donde debe estar para que la historia funcione”. <o:p></o:p></span></h1> <h1 style="margin:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify"><span lang="ES" style="font-size:12.0pt;font-weight:normal;mso-bidi-font-weight:bold">Si me siguen, algunos podrían concluir que aquí se trata simplemente del poder propio (la gracia divina) de un creador de historias, del narrador literario. Otros, hilando un poco más fino, se habrán remitido a “el libro de la vida”, a las Moiras, a eso de que nuestro destino se encuentra escrito y rubricado. Y no faltarán aquellos, que demasiado atribulados por la cotidianidad del país que nos corresponde, hayan hecho una asociación más prosaica e inmediata, porque esto de alterar el signo para que la historia funcione como que tiene mucho que ver con la realidad que nos circunda. <o:p></o:p></span></h1> <h1 style="margin:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify"><span lang="ES" style="font-size:12.0pt;font-weight:normal;mso-bidi-font-weight:bold">Sí, valen todas estas posibilidades en <i style="mso-bidi-font-style:normal">Bajo las hojas</i> y algunas más; dejan de ser, vuelven a ser y son a lo largo de esta novela, obra de un autor a quien para nada le interesan las verdades absolutas y mucho menos los enigmas con soluciones precisas, cerradas. <o:p></o:p></span></h1> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES">Lo que le interesa a Centeno es la literatura, arriesgarse en este caso, a través de sus relatores −que terminan por confluir en un único relator, punta más alta, “vórtice de la pirámide”−, a un magistral ejercicio de metaficción mostrando el entramado de la creación que tenemos entre manos mientras ésta se construye. Siendo así, resulta inevitable que el lector se sienta obligado a participar de una constante reflexión sobre el hecho narrativo y sobre la literatura como un exigente oficio capaz de organizar el mundo.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES">En este sentido, <i style="mso-bidi-font-style:normal">Bajo las hojas</i> entraña una verdadera lección de elaboración literaria.<span style="mso-bidi-font-weight:bold"> <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES" style="mso-bidi-font-weight: bold"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><u><span lang="ES" style="mso-bidi-font-weight:bold">2. <o:p></o:p></span></u></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES" style="mso-bidi-font-weight: bold"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES" style="mso-bidi-font-weight: bold">Centeno ha declarado: “Mi literatura va a la par de la historia de mi país”. Y pienso que esta frase puede ser considerada principio fundamental de su poética de autor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES" style="mso-bidi-font-weight: bold">En una época en que ciertas palabras se encuentran tan desprestigiadas, es posible que esto que voy a afirmar no le agrade mucho al autor, es posible también que algunos de sus más fervientes y jóvenes lectores lo rechacen de plano, pero igual lo digo, porque estoy convencida de que en el panorama de la literatura venezolana contemporánea no existe una obra más “comprometida” que la de Israel Centeno. Su firme y honrada posición ante los acontecimientos sociales y políticos que le han correspondido −una posición evidente tanto en su vida como en su literatura− ha sido siempre propia de un militante, sólo que su ideología no corresponde a ningún partido posible y mucho menos pretende, a través de su literatura, convencer a nadie de nada, de nada que vaya más allá de la literatura misma. Y es que en este autor la preocupación política es una preocupación ontológica. El compromiso surge de la angustia vital, nunca de un sentido de responsabilidad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES" style="mso-bidi-font-weight: bold">Desde la ya lejana primera edición de <i style="mso-bidi-font-style:normal">Calletania</i> en 1992, hemos visto plasmado en todos sus libros lo más abyecto de un sistema que no para en su descenso hacia el abismo. Pocos de sus textos se libran de personajes que llevan sobre sí el enorme peso de un pasado político que ha determinado su vida de derrotados y marginales o de corruptos, traidores y asesinos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><i style="mso-bidi-font-style: normal"><span lang="ES" style="mso-bidi-font-weight:bold">Bajo las hojas</span></i><span lang="ES" style="mso-bidi-font-weight:bold"> no sólo no es la excepción, más bien es su justo compendio. En medio de una historia que se mueve magistralmente en las aguas encontradas de distintos géneros y subgéneros narrativos −cosa a la que el autor ya nos tiene acostumbrados y por lo que su obra muy bien se ubica en el terreno de la llamada posmodernidad−, nada aquí resulta independiente del telón de fondo, el oscuro entramado político de un país donde se desarrolla la ficción y donde, lamentablemente, también nosotros nos movemos en la realidad, de allí que nos resulte muy fácil reconocer algunos acontecimientos de los cuales incluso muchos fuimos partícipes.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES" style="mso-bidi-font-weight: bold">Desde el montaje del asesinato de María Inmaculada, foco propulsor de la novela, hasta las más nimias acciones y aun gestos de esos personajes que se debaten entre la realidad y el delirio, entre ser humanos o bestias, todo, absolutamente todo parece estar determinado por una impenetrable entidad que desde el más alto poder somete y rige los destinos, y a la que podemos llamar, por ejemplo, “</span><span lang="ES">Inteligencia Móvil”.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><u><span lang="ES">3.<o:p></o:p></span></u></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">De alguna manera el puzle formal y anecdótico con que se encuentra el lector en las novelas de Centeno (y de allí que el crítico español </span><span lang="ES">Luis Alonso Girgado califique su escritura de “literatura difícil y por ello arriesgada […] que precisa de un lector que sea un escrutador atento y activo frente al lenguaje, la prosa”)</span><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">, cada uno de esos puzles −decía− son a su vez parte de uno más amplio, el de su obra narrativa completa hasta ahora publicada. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">Se dice que de una u otra forma todo escritor escribe siempre el mismo libro o, si se prefiere, va creando con sus libros capítulos de un libro único que es finalmente su obra. No obstante, en algunos casos esto resulta tan evidente, adquiere tanta importancia y trascendencia, que termina constituyendo un aspecto ineludible en el momento en que ese autor debe ser estudiado o comentado. Son escritores que van forjando paso a paso un muy personal ámbito ficticio que los hace inconfundibles más allá del estilo o de las anécdotas. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">Y más allá del depurado estilo de Israel Centeno o de las constantes temáticas, sus obsesiones lo han llevado a construir un universo de imágenes siempre perturbadoras que transitan de un libro a otro sin temor a la reincidencia, afinándose, transmutándose, aportando nuevas claves y creando nuevas incógnitas y sorpresas. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">Todo ello se hace abiertamente explícito a partir del cuarto libro, <i style="mso-bidi-font-style:normal">Exilio en Bowery</i>, con el que inicia un ciclo narrativo que el mismo autor (creo) ha calificado como “del exilio” y donde se complace en recrear elementos y atmósfera propios de la literatura gótica: noches, cementerios, vampiros, hombres lobo o licaones, ese raro animal que Centeno rescata de las sabanas africanas para incorporarlo a su particular simbología convertido en perra amarilla. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">Tampoco pueden faltar los dobles y los pactos siniestros, que en el caso de <i style="mso-bidi-font-style:normal">Bajo las hojas</i> toman especial relevancia y por eso vale la pena comentarlos brevemente.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left:0cm;text-align:justify;text-indent:18.0pt; mso-list:l0 level1 lfo1;tab-stops:list 0cm"><!--[if !supportLists]--><span lang="ES-VE" style="font-size:8.0pt;font-family:Symbol;mso-fareast-font-family: Symbol;mso-bidi-font-family:Symbol;mso-ansi-language:ES-VE"><span style="mso-list:Ignore">·<span style="font:7.0pt "Times New Roman""> </span></span></span><!--[endif]--><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">EL DOBLE. En María Inmaculada existe Victoria, esa “otra persona” que ella siempre jugó a ser, o que “jugaba a ser ella”. María Inmaculada, la joven cofrade de los Argonautas Junguianos de los Últimos Días que conocemos en Caracas, tiene su doble en Victoria, la compañera de Julio en Londres. Dos caras de la misma moneda que protagonizan sin embargo momentos distintos en espacios distintos, procurando así un juego constante de ambigüedad o de otredad. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left:0cm;text-align:justify;text-indent:18.0pt; mso-list:l0 level1 lfo1;tab-stops:list 0cm"><!--[if !supportLists]--><span lang="ES-VE" style="font-size:8.0pt;font-family:Symbol;mso-fareast-font-family: Symbol;mso-bidi-font-family:Symbol;mso-ansi-language:ES-VE"><span style="mso-list:Ignore">·<span style="font:7.0pt "Times New Roman""> </span></span></span><!--[endif]--><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">El PACTO.<span style="mso-spacerun:yes"> </span>Manifiestos o tácitos, son varios los pactos que se crean (y se violan) en el transcurso de esta novela, pero el más importante de todos y sin el cual <i style="mso-bidi-font-style:normal">Bajo las hojas </i>no existiría, tiene que ver con un narrador que vende no su alma, sino su talento; que lo vende no al diablo, sino a uno de sus peores sucedáneos tal vez, el poder. Julio, </span><span lang="ES">protagonista principal, atormentado creador de historias que sueña “con escribir la gran novela” para dejar de ser un “escritor inexistente”, acepta un extraño “trabajo literario” encomendado por el alto gobierno que le permitirá salir de sus problemas económicos para siempre, convirtiéndose así en uno más de los relatores. ¿Sabe Julio lo que hace?, suponemos que no, porque en algún momento decidirá infringir su compromiso tratando de alterar la trama prevista, aunque se sepa ya perdido. Hecho el pacto no hay vuelta atrás: “nadie retorna al día”.</span><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE"><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">Israel Centeno no es autor que ceda un ápice de Literatura (Literatura con mayúscula) en procura de público. <i style="mso-bidi-font-style:normal">Bajo las hojas</i> es un reto al lector, quien una vez atrapado por su prosa llegará ansioso de respuestas hasta el final. Cuando cierre el libro será un admirador más de una de las novelas más originales y fascinantes de la literatura actual.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><i style="mso-bidi-font-style: normal"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">Silda Cordoliani<o:p></o:p></span></i></p> <h1 style="margin:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="font-size:12.0pt;font-family:Symbol;mso-ascii-font-family: "Times New Roman";mso-hansi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language: ES-VE;mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;font-weight:normal; mso-bidi-font-weight:bold"><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family: Symbol">*</span></span><span lang="ES-VE" style="font-size:12.0pt;mso-ansi-language: ES-VE;font-weight:normal;mso-bidi-font-weight:bold">Texto leído en la presentación de la novela <i style="mso-bidi-font-style:normal">Bajo las hojas</i><o:p></o:p></span></h1> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">Ilustración: “La virgen de la leche en polvo”, Nelson Garrido<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE"><o:p> </o:p></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-25101569625937710512011-02-15T11:25:00.004-04:302011-02-15T11:32:12.499-04:30Mérida: una pócima<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEix1xznV4SA-8UmdMTV3FNkoKwMwfjm2rlGtKQhasYyTuIxsmSeJrASscnL_aMIVOWwHZae6Rc6ucbaDwJOtX4-cGNLw3oiHd0HJWLtODGXALHBxqomsVnANapcSPp7q0myTuCUhKTedqU/s1600/toro+y+vaca+amores.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 289px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEix1xznV4SA-8UmdMTV3FNkoKwMwfjm2rlGtKQhasYyTuIxsmSeJrASscnL_aMIVOWwHZae6Rc6ucbaDwJOtX4-cGNLw3oiHd0HJWLtODGXALHBxqomsVnANapcSPp7q0myTuCUhKTedqU/s400/toro+y+vaca+amores.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5573946774468005138" /></a><br />Carolina Lozada escribe sobre Mérida y confiesa su amor al Toro acostado en el artículo "<a href="http://matadornetwork.com/es/merida-una-pocima/">Mérida: una pócima</a>", escrito para la revista <a href="http://matadornetwork.com/">Matador</a>.<div><br /></div><div>Ilustración: Espasa</div>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-33770003182526219142011-01-31T20:47:00.003-04:302011-02-01T16:07:49.098-04:30La guerra de las mariconas: Copi en sobredosis<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNf2DWgeaUdu3QgGMgvRYW_XhImNJ_aEaEZIn3W7nvBoGEC6lN9uURmpUdmuhN-9Kqi810tEujx2Ymnb5vN4l5cpZ2tn8ZHjGI8Gi0EOAcK_YjW6TmczyRx44R6_BpSidv-tMqla0FdW8/s1600/BRASA%25C3%258F.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 297px; height: 390px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNf2DWgeaUdu3QgGMgvRYW_XhImNJ_aEaEZIn3W7nvBoGEC6lN9uURmpUdmuhN-9Kqi810tEujx2Ymnb5vN4l5cpZ2tn8ZHjGI8Gi0EOAcK_YjW6TmczyRx44R6_BpSidv-tMqla0FdW8/s400/BRASA%25C3%258F.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5568524627129431042" /></a><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">Es inevitable no experimentar una gran expectativa cuando un libro de Copi llega a<span style="mso-spacerun:yes"> </span>mis manos, así ha sido desde la primera vez que leí uno de sus textos (<i style="mso-bidi-font-style:normal">Las viejas travestis y otros relatos</i>), y el autor argentino—francés me dio en la cara con todo su potencial explosivo. Todo aquel que lo ha leído sabe que su escritura es volátil<span style="mso-spacerun:yes"> </span>y adictiva, y <span style="mso-spacerun:yes"> </span><i style="mso-bidi-font-style:normal">La guerra de las mariconas </i>(Buenos Aires: El cuenco de plata, 2010) se acoge muy bien a esta premisa; al punto que en novela tan breve –125 páginas— se produce una guerra entre homosexuales militantes de la FHARC (<i style="mso-bidi-font-style:normal">Front Homosexuel d´Action Révolutionnaire</i>) y una tribu de amazonas; se destruye la tierra y se habita en la luna. En Copi todo es delirio, éste es su modo natural de contar historias, y lo hace con un humor altamente escabroso, desprejuiciado; donde lo grotesco y lo sexual ocupan los primeros planos:</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i style="mso-bidi-font-style:normal">Conceiçao do Mundo(…) me asqueó a un punto apenas soportable. Se sonó la nariz con su mano tosca, que después limpió en mi pantalón. No se afeitaba desde la víspera y su barba azulada asomaba a la luz de la luna. Sus senos enormes y su pija, que me había excitado hasta la locura, me produjeron de repente el efecto de deformidades físicas, como una joroba o un pie deforme. Se tiró un pedo, bajé la ventanilla </i>(pp. 66—67).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">En <i style="mso-bidi-font-style:normal">La guerra de las mariconas, </i><span style="mso-spacerun:yes"> </span>una secuela de personajes y situaciones delirantes se desencadenan a partir de la visita de una travesti brasileña a la casa de una pareja homosexual para brindar sus servicios sadomasoquistas. A minutos de la llegada de tan exuberante travesti, negra y vestida de plumas, aparece su “madre” porque Conceiçao do Mundo, que así se llama, “se le olvidó el látigo en el auto”. Antes de finalizar la primera página del libro, el lector acostumbrado a los divertidos excesos y el desparpajo de Copi sabe de antemano que lo que viene es acción de la dura. Relajados, homofóbicos, llegó la ráfaga <i style="mso-bidi-font-style:normal">copiana: “(…) Mi madre penetraba a Vinicio con un frasco de ketchup. Él gritaba como una gata en celo, sacudiendo la hamburguesa de poliéster. –¡Venga a unirse a nosotros, mi Yerno! –se apuró a decir</i> (p.76).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">La madre, además de los travestis, es uno de los personajes más recurrentes en la obra de este escritor. Una madre caricaturizada, posesiva, ansiosa, bastante perturbada. Cuando leía las descripciones de la madre en <i style="mso-bidi-font-style: normal">La guerra de las mariconas, </i>no pude evitar asociarla con la madre de Alexander de Large, del filme <i style="mso-bidi-font-style:normal">La naranja mecánica, </i>por su aspecto, estrafalario, colorido y ridículo, de adulta negada a crecer; sin embargo, el aspecto y la actuación de la madre de Copi le ganan en creces al personaje fílmico, por ser mucho más excéntrica y desquiciada: </p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i style="mso-bidi-font-style:normal">Mi madre estaba vestida igual que antes, con unos pantalones fuseau cortados en un material elástico rojo fluorescente que destacaba sus senos colgantes, sus muslos gelatinosos y su inmenso clítoris. Pero esta vez no llevaba su casco con antenas; había trenzado sus cabellos blancos con hilos dorados, y de sus trenzas apretadas colgaban bombitas de navidad </i>(p.76).<i style="mso-bidi-font-style:normal"> <span style="mso-spacerun:yes"> </span><o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">Las relaciones entre Copi, su pareja Pogo Bedroom (“joven maricón norteamericano, musculoso, rubio y de bigotes”), Conceiçao do Mundo (quien en realidad es una hermafrodita, princesa de una tribu amazónica, poseedora de la pija más <i style="mso-bidi-font-style:normal">grande y hermosa </i>que Copi ha visto en su vida), la enloquecida progenitora de Copi, <span style="mso-spacerun:yes"> </span>Vinicio da Luna (“la madre” de Conceiçao do Mundo), y <i style="mso-bidi-font-style:normal">New-New, el cuasi perro asiático de la tribu amazónica</i> se enredan en un cúmulo de situaciones sexuales y desquiciadas que harán de esta novela, en particular, una de las más trepidantes del autor:</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i style="mso-bidi-font-style:normal">Las amazonas se volvieron peligrosas (…) El resultado es que están abandonadas en la Luna a merced de cualquier charlatán (…) Antes de la llegada de Vinicio da Luna, llevaban una vida salvaje muy libre; su bisexualidad las ponían a salvo de todas las enfermedades nerviosas y de todos los canibalismos. Eran hermosos animales lúbricos que se reproducían por sí mismos </i>(p. 121).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">En Copi, la irrupción de una situación explosiva y delirante es habitual, casi todas sus historias están construidas a partir de hecatombes personales que originan hecatombes colectivas, todo esto elaborado con un fiero humor, que no descarta ningún objetivo ante su aguijón. Por otro lado, si bien lo sexual y lo escabroso es primordial en su escritura, Copi no deja de lado la sátira sobre el poder, cualesquiera sean sus formas. Quizás el libro que mejor demuestre esta consideración sea <i style="mso-bidi-font-style:normal">La internacional argentina, </i>la última, y tal vez la más “conservadora”<span style="mso-spacerun:yes"> </span>de sus novelas. En <i style="mso-bidi-font-style: normal">La guerra de las mariconas </i>no se salvan ni los propios homosexuales, mucho menos los habituales poderíos políticos: </p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i style="mso-bidi-font-style:normal">La ocupación amazónica había enloquecido al gobierno soviético al punto de que había hecho explotar una bomba de neutrones en París; y ahí los norteamericanos no se habían quedado atrás. Habían aprovechado para arrasar todas las capitales de Europa del Este, salvo Varsovia. Ayer, los últimos soviéticos habían hecho explotar New York, San Francisco, y –la gente se preguntaba por qué— La Habana </i>(p.78).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">Vuelvo al principio, mis expectativas ante una nueva lectura de Copi no me fueron defraudadas, aun cuando <i style="mso-bidi-font-style:normal">La guerra de las mariconas </i>es verdaderamente una sobredosis. Encontré demasía en el exceso copiano; demasiados elementos aglutinados estallando en pedazos y rehaciéndose de nuevo; sin embargo, ¿acaso importa mi nivel de saturación?, a un escritor desbocado, como lo era, no lo detendría ni un exorcismo, mucho menos una lectura crítica, un poco conservadora. La figura de Copi, su trabajo gráfico, dramatúrgico y literario es un latigazo, una provocación. Copi es un escritor <span style="mso-spacerun:yes"> </span>con la rienda suelta, alguien que nunca olvida su látigo.<i style="mso-bidi-font-style:normal"> <o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><i style="mso-bidi-font-style:normal"><o:p> </o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><i style="mso-bidi-font-style:normal">Carolina Lozada<o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%">Ilustración: Brasaï</p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-20007766754625505942011-01-07T17:16:00.009-04:302011-01-12T16:48:49.770-04:30El asesino de chanchos, de Luciano Lamberti<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuYZ5cFoizhLjuhhLpikz2KxgMgmXgONmok2u48kEG_t82Kg7sWNlDz80lJFbvWUtMmEuqANY6UTmLgmIxTmEHPlHK5OPsEoZCCcaC59H-OF7ePyZ3x9-PCOYRR9f2BaX9cM424RIxqQ8/s1600/Felix+Aftene.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 400px; height: 328px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuYZ5cFoizhLjuhhLpikz2KxgMgmXgONmok2u48kEG_t82Kg7sWNlDz80lJFbvWUtMmEuqANY6UTmLgmIxTmEHPlHK5OPsEoZCCcaC59H-OF7ePyZ3x9-PCOYRR9f2BaX9cM424RIxqQ8/s400/Felix+Aftene.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5559571611073426562" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-family:georgia;"><span style="font-size:100%;"><span style="font-weight: bold;"></span></span></span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibypbWjL2wjZ-5zJf6JoZRt23UYr90SeeXxEt2PJcG0_3vsNz6QbNqVM8V4UiWm4_bYgPsHwkUAUr-83AUDVXDkPr0BiUV3XtmN8iKUqCtZ8hqlSXogCfUz1-oWSaAa7nWKzaD0a5bB4I/s1600/Felix+Aftene.jpg"><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> </w:Compatibility> <w:browserlevel>MicrosoftInternetExplorer4</w:BrowserLevel> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><!--[if gte mso 9]><xml> <w:latentstyles deflockedstate="false" latentstylecount="156"> </w:LatentStyles> </xml><![endif]--><!--[if !mso]><object classid="clsid:38481807-CA0E-42D2-BF39-B33AF135CC4D" id="ieooui"></object> <style> st1\:*{behavior:url(#ieooui) } </style> <![endif]--><!--[if gte mso 10]> <style> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:#0400; mso-fareast-language:#0400; mso-bidi-language:#0400;} </style> <![endif]--> </a><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">Cuando la vida se acostumbra a ser una derrota no perecedera, la indiferencia y el desdén se convierten en combustible vital para empujar los anodinos días de sujetos sin mayores esperas que el cambio del día por la noche, echados sobre un catre, incómodo, crujiente, mirando las figuras que les ofrece el techo. Este tipo de sujeto hastiado, pero no lo suficientemente amargo y descontento para ser un inconforme social, cumple con el perfil de los personajes de <i style="">El asesino de chanchos</i> (Buenos Aires: Tamarisco, 2010), el libro de narrativa breve de Luciano Lamberti:</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">“Marcos tiene treinta años y está deprimido. Se despierta a las once de la mañana y se queda mirando el techo y buscando una razón para levantarse. Después hace una lista. Diez razones para levantarse el día de hoy. Ninguna razón lo convence (…)” (“El arquero”, pág 21).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">Las historias de Lamberti tienen una textura áspera, parecen asoladas por las inclemencias de la intemperie, del degaste de la ilusión. Son bruscas, algunas están escritas con cierta “torpeza” intencional que coquetea con rasgos de la oralidad, pero no en su calco, sino en esa posibilidad de ir directo al grano, sin acicalamientos ni regodeos. El narrador argentino escribe en seco:</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><i style="">Jorge me dijo que no había nacido en Colanchanga y ni siquiera en Córdoba, sino en Ramos Mejía, al oeste de Buenos Aires. De joven, me dijo, trabajaba como guardabarreras en un paso a nivel. Su papá hacía lo mismo y cuando se enfermó él empezó a reemplazarlo. Era un trabajo simple: bajaba las barreras cuando pasaba el tren. Y también era un trabajo tedioso, porque implicaba muchas horas sentado ahí. Jorge tomaba ginebra para soportarlo (…) Una noche se emborrachó, se quedó dormido y no bajó las barreras. El tren arrolló a un auto con la familia adentro (…) </i>(“Agua viva”, pág. 34).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">Quienes busquen refugios líricos entre los tránsitos rurales por los que trastabillean los personajes de Lamberti, no los hallarán, pero sí la ráfaga brutal: “Mi papá era bombero y murió al caer de una antena” (“Monocigótico”, pág. 59); “Su casa era una única pieza dividida por el ropero en cocina y dormitorio (…) Encima del ropero tenía un par de revistas pornográficas” (“Febrero”, pág. 40); “Conocí a una mujer que estaba loca (…) A los dos meses se mató tirándose querosén y prendiéndose fuego” (“El cazador, los galgos, la liebre”, págs. 46-47). En una corta oración, el autor puede comprimir la crudeza de una vida arriada por un mal hado. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">Al leer <i style="">El asesino de chanchos, </i><span style=""> </span>me pareció hallar alguna cercanía con los discursos visuales de Lucrecia Martel y Lucía Puenzo; por aquello de lo remoto de los paisajes, del aislamiento de sus personajes; por ese extraño estancamiento de los mismos. Pienso en <i style="">La Ciénaga</i><i style=""> </i>(Martel) y <i style="">XXY </i><span style=""> </span>(Puenzo), en el tratamiento del ambiente, ese paisaje que aunque no se nombre, es una presencia determinante, un poco siniestra. En Lamberti, los elementos también juegan a la sensación de “apartamiento”: </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><i style="">La tarde en que se quedó sordomudo, estaba apoyado en el dintel de la puerta que daba al patio, miando una tormenta negra y pesada subir desde el este (…) Entonces cayó el rayo. Un tijerazo de luz blanca. Cuando la luz desapareció, el paraíso del patio tenía el tronco quebrado y el sordomudo estaba tirado en el piso, con espuma en la boca </i><span style=""> </span>“El paraíso quebrado” (pág. 50).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">Si bien la escritura de Luciano Lamberti no tiene aproximaciones con la propuesta narrativa de su compatriota Juan Martini, hay algunos guiños que me hacen pensar en <i style="">Colonia y La máquina de escribir, </i>dos novelas de Martini. En la primera, unos enajenados mentales conviven en un asilo uruguayo; en la <i style="">La</i><i style=""> máquina de escribir </i>se narra desde un bar regentado por extranjeros, ubicado en una sociedad apartada de la gran ciudad. Llama la atención cómo estas cineastas y estos escritores han apostado por contar historias desde los márgenes y las afueras de un país cuyo gran faro siempre ha sido Buenos Aires; esta insistencia pareciera una necesidad de enunciar desde otro lado, narrar desde la diferencia. En el caso específico del autor de <i style="">El asesino de chanchos, </i>esa enunciación se hace desde la frágil situación de un sujeto sin asidero afectivo ni económico, se hace desde la errancia en los márgenes. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><i style="">Carolina Lozada</i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">Ilustración: Felix Aftene</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> </div>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-50846569701086560952010-12-31T18:30:00.003-04:302010-12-31T18:34:16.241-04:30Dublin n’est que…<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhlUMeiaFUXiitlfk8whAU-kuqqb1QmN7X7Ze3B_7E7jYOkqz0YqDACO8H9hVBMPIZH7zvUodGCfo82BSJjXwoaVxPTob-AhPR2HRC29ecC2-pL9aq9ANwcrsE_oD0AlDP30d5o-98jrM/s1600/Joyce.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 306px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhlUMeiaFUXiitlfk8whAU-kuqqb1QmN7X7Ze3B_7E7jYOkqz0YqDACO8H9hVBMPIZH7zvUodGCfo82BSJjXwoaVxPTob-AhPR2HRC29ecC2-pL9aq9ANwcrsE_oD0AlDP30d5o-98jrM/s400/Joyce.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5556985713029324418" border="0" /></a><br /><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> </w:Compatibility> <w:browserlevel>MicrosoftInternetExplorer4</w:BrowserLevel> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><!--[if gte mso 9]><xml> <w:latentstyles deflockedstate="false" latentstylecount="156"> </w:LatentStyles> </xml><![endif]--><!--[if !mso]><object classid="clsid:38481807-CA0E-42D2-BF39-B33AF135CC4D" id="ieooui"></object> <style> st1\:*{behavior:url(#ieooui) } </style> <![endif]--><!--[if gte mso 10]> <style> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:#0400; mso-fareast-language:#0400; mso-bidi-language:#0400;} </style> <![endif]--> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">Una ciudad es para Enrique Vila-Matas un damero de funciones mágicas, cuya disposición puede rozar lo real sin verse constreñido por ello, como una geografía que obedeciera no sólo las seguridades de lo visible, sino también las ofertas de la fábula y la imaginación. Su trazado existe de antemano como una red abierta a contenidos no puramente históricos; en tal sentido, no hay ciudad que en la literatura no pueda ser tan porosa y rica como la metrópoli de Nadja o del campesino de Louis Aragon. La novela <i style="">París no se acaba nunca</i> (2003) se fundaba en el aura de un panorama constatable en bulevares, pasajes y edificios, y en una tradición simbólica que incluye, además de aquel surrealismo, a Baudelaire el siglo anterior y más cerca a Walter Benjamin. A eso Vila-Matas añade las sombras de la generación perdida norteamericana, en especial la de Ernest Hemingway. Esas páginas nos cuentan una especie de iniciación calculada, no por eso menos genuina: la posibilidad de una carrera literaria está asociada a una determinada toponimia y estructura urbana, como un destino que girara en torno a una hipótesis ambiental. El París que ya entonces sumaba a Marguerite Duras, a Copi y OuLiPo incluía a la vez una teoría de la escritura, una actitud corporal y una mudanza al centro del planeta. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">No creo, sin embargo, que Vila-Matas pretenda configurar una guía cartográfica absoluta. Entre otras cosas, los mapas representan relaciones de dominio y autoridad, modos de vincularse con los conceptos mismos de foco y perímetro. Esa conciencia apenas desea crear, según las circunstancias, esquemas parciales de un universo que tiende a dislocarse, a desorientar sus propios hitos. Viajar es perder países porque se adivina que el paso siguiente habrá de iluminar un distinto protagonismo ecológico o cultural. El atlas de ese continuo movimiento sirve nada más para un itinerario o una solitaria estación. Es lógico: no se localizan los pubs dublineses en un mapa de Francia. Igualmente lógico: a país perdido, país ganado. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">Me parece casi natural que las primeras páginas de <i style="">Dublinesca</i> (Barcelona: Seix Barral, 2010) nos refieran con brevedad el viaje fallido del editor Samuel Riba a Lyon. Encerrado en una habitación de esa ciudad, Riba en principio se dedica a esperar que lo contacte la organización que lo invitó a viajar hasta allí para asistir a un encuentro sobre la edición literaria, y luego, al ver que nadie lo hacía, a fabricar una teoría de la novela. Pero Riba descarta de inmediato la cualidad narrativa de esa experiencia; con eso contraviene el acuerdo tácito al que había llegado con sus padres—darles los detalles de cada viaje hecho:</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><i style="">Sus ancianos padres escuchan siempre sus relatos de viajes con gran curiosidad y atención. A veces, hasta parecen dos réplicas exactas de Kublai Kan oyendo aquellas historias que contaba Marco Polo. Las visitas que siguen a algún viaje de su hijo parecen disfrutar de un rango especial, una categoría superior a las más monótonas y habituales de todos los miércoles. La de hoy tiene ese rango extraordinario</i> (pp. 13-14). </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">La visita a Lyon se muestra invalidada como relato, como si hubiera episodios que jamás logran armar el dispositivo que liga pasado personal y literatura. Lo poco que ocurriera en esa ciudad no puede transformarse siquiera en descripción mecánica del mobiliario del hotel, la vista desde la habitación o el estado anímico que produjo la espera. La teoría general de la novela parece, por definición, desechable, y en consecuencia terminó en una papelera. El silencio que rodea toda referencia a Lyon hace de esas páginas un momento clave, la forma definitoria de un final, una sinécdoque de lo que se desgasta y de inmediato se permuta. El repaso de un viaje consumado cede lugar a la ilusión de otro, en un enroque que da la impresión de que Francia muy bien puede acabarse. En ese trance, Riba recuerda un sueño que transcurre en Dublín, donde él, que lleva dos años sin probar alcohol, vuelve a beber. El suceso resulta premonitorio, y le da a la ciudad irlandesa el carácter de una promesa que puede modelarse parcialmente según los arreglos del <i style="">Ulysses</i> de Joyce. A partir de ahí, Riba asume esa nueva locación no únicamente como paliativo de su cotidiano vacío de editor jubilado, <i style="">hikikomori</i> y viajero mental, sino como el signo de una transición, donde se nota el paso de la imprenta a la era digital. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">A Riba se le ocurre entonces que la noticia de un funeral por la galaxia Gutenberg es un buen sustituto de los acontecimientos de Lyon. Es un plan improvisado, literalmente una metáfora: una ficción que tiene el propósito de llevar la charla a un plano situado más allá de esa hora de omisiones. En ese momento, Dublín no es más que una suerte de emplazamiento utópico, un futuro que puede construirse con la memoria y la imaginación ajenas, como una trama literaria. Eso, justamente: Dublín es la literatura del porvenir. A su consecución se dedica Riba desde entonces como a un proyecto que podría darle una merecida sobrevida que exceda la enumeración de títulos de su catálogo editorial, y le permita descubrir las coordenadas de su ineludible extranjeridad. <span style=""> </span>La despedida de Francia es como un requisito: </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><i style=""> </i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><i style="">Tal vez le convenga apartar de su vida, por una temporada, la cultura francesa: tiene con ella una confianza que ya casi da asco, y por eso ya no le parece ni tan siquiera extranjera, sino tan familiar como la española, precisamente la primera cultura de la que huyó</i> (77).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">La actitud de Samuel Riba ante lo demasiado conocido tiene ciertos rasgos de la desfamiliarización de Viktor Shklovsky<i style=""> </i>y de la alienación teatral de Brecht, y, en un sentido más hondo, del desarreglo de los sentidos de Rimbaud. De allí que la propuesta de concebir Dublín como un renovado centro del mundo sea como un elogio de la xenofilia, el imperativo de verlo todo como un desposeído. El sentido de la pérdida lleva unida a sí la virtual experiencia de la ubicuidad: todo lugar es potencialmente propio por asimilación. “Ahora este es mi país”, vuelve a pensar Riba de Irlanda cuando ya está en el tiempo de celebrar las exequias por la galaxia Gutenberg (257). Lo que pueda quedar de París es una nostalgia pasajera. <span style=""> </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">En Irlanda, Riba sabrá que el duelo del alcohol es igual de punzante que la posible desaparición definitiva de la imprenta o la muerte del genio o la súbita vuelta del autor. En cierto modo, esos acontecimientos pueden ser transitorios, como toda hecatombe, y por ello se reciben con gestos en parte paródicos y en parte celebratorios o contritos.<span style=""> </span>El más impresionante apocalipsis que nos muestra Vila-Matas en esta novela ocurre en la Tate Modern Gallery y es una instalación de Dominique González-Foerster: en ella se propone un modelo de Londres después de un gran diluvio y llena de <i style="">hombres que duermen</i>, como en una pluralizada novela de Perec. La aventura dublinesa de Riba supondrá para él un cruce de épocas donde conviven los vivos y los muertos; una red de textos que incluye los volúmenes de Joyce y los de Beckett; una confluencia de desencadenamientos de energía equivocada, de los que hablara Julien Gracq, y de sentimientos cambiados, como los que constata el antiguo editor al final. <i style="">Dublinesca</i> terminará por mostrarnos que lo premonitorio, lo onírico y lo real son la materia de un suelo foráneo que puede constituirse en nuestro prolijo lugar nativo hasta que otro, más ajeno aún, lo acabe alguna vez. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;"><i style="">Luis Moreno Villamediana</i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 150%;">Ilustración: “Retrato de Joyce”, Eduardo Arroyo</p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-86963331079807782032010-12-24T20:05:00.005-04:302010-12-24T20:34:37.659-04:30Los 501<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfOtBEGX0wxC0HpXpNbXFS0WPSKZmHeCcH07MDb4MZs508v29F8lZIxDpW9pHz7uVY97QEKYti0lR6CkqkrIsgaLiKZoCCeLy7pkRQO6wPoH-cfInsqwtVFI8a5XudeJCa1Zg7Pjr5sfw/s1600/Feliz+navidad+de+los+501.JPG"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfOtBEGX0wxC0HpXpNbXFS0WPSKZmHeCcH07MDb4MZs508v29F8lZIxDpW9pHz7uVY97QEKYti0lR6CkqkrIsgaLiKZoCCeLy7pkRQO6wPoH-cfInsqwtVFI8a5XudeJCa1Zg7Pjr5sfw/s400/Feliz+navidad+de+los+501.JPG" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5554412726500505762" /></a><br /><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span">Los 500 nos desconectamos un rato. Ahora con Olivia Martina somos 501. Esperamos volver antes de fin de año con la última reseña de 2010; mientras tanto, saludos.</span></div>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-12186228689931439962010-12-11T13:03:00.006-04:302010-12-11T14:19:19.376-04:30El país tomado, versión Ednodio Quintero<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYTgsbd9hU38A7gsTa1MGSH7gam5tuMIiHy7EbszttUxuF4_pbxsxROtBxPn4EmcuzGGYxWdLXBrEEYepdhGI5gvSz-pQb59CN7Rqk15nR4wgh_qzj923PNCPLgDUvxnu2uthU629xuHQ/s1600/Diane+Arbus.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 392px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYTgsbd9hU38A7gsTa1MGSH7gam5tuMIiHy7EbszttUxuF4_pbxsxROtBxPn4EmcuzGGYxWdLXBrEEYepdhGI5gvSz-pQb59CN7Rqk15nR4wgh_qzj923PNCPLgDUvxnu2uthU629xuHQ/s400/Diane+Arbus.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5549481751629726370" /></a> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="font-size:12.0pt;line-height:150%;font-family:"Times New Roman","serif""><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><span style="line-height: 150%; "><span> </span><o:p></o:p></span><span class="Apple-style-span">Dicen que la literatura puede funcionar como oráculo, como un vigía avizorador de futuras suertes o tempestades. No sé si la literatura tenga esa propiedad vidente; tal vez sea la historia del hombre la que le gusta armarse de reincidencias. Los ejemplos ocurren a diario, la historia es tan poco novedosa que no debería causar extrañeza el resurgimiento de antiguas ceremonias. En “El arquero dormido”, una de las ficciones breves de Ednodio Quintero (<i>El arquero dormido. </i>Caracas: Alfaguara, 2010), la premonición de un país asaltado—tomado se cumple en la suerte de Manuel, un agrimensor que regresa a su casa y la encuentra tomada; un eufemismo literario para matizar algo mucho más contundente: la invasión.</span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Escrita en marzo de 2001 (cuando los verbos expropiar, censurar, invadir nos sonaban a muchos venezolanos como exagerados recursos lingüísticos usados para pronosticar futuras situaciones del poder desbordado, repetidos hasta el cansancio por un discurso histérico y televisado), la novela en miniatura de Ednodio Quintero explora el absurdo de una situación vivencial, padecida por un sujeto que se adentra a un terreno (antes propio) y que ahora le ha sido confiscado por el resentimiento atizado y la anarquía amparada bajo la égida de un delirio redentor:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><i><span style="line-height: 150%; ">Fue entonces cuando caí en la cuenta de los destrozos que la bruja y sus secuaces, los que fueran, habían causado en mi dulce hogar. Todo estaba roto y destripado, los muebles convertidos en astillas, los cuadros vueltos trizas, las cortinas rasgadas. La razzia, amigos míos, había sido total. Creo que Atila y sus huestes de hunos y de otros no lo hubieran hecho mejor, es decir peor. Con mis manías por el cálculo y la precisión estimé que semejante afán demoledor requería paciencia, saña y tiempo. Quién sabe desde cuándo se habían instalado los invasores en aquel lugar </span></i><span style="line-height: 150%; ">(pág. 278).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >En adelante, Manuel tendrá que vérselas con un par de agresivas y enloquecidas mujeres en una particular convivencia, en la que el otrora propietario se convierte en una especie de burlado rehén: <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left:36.0pt;text-align:justify;line-height: 150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >−Explíqueme, señora, qué significa todo esto, ¿Qué hace usted aquí? ¿Por qué me amenaza?(…)<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left:36.0pt;text-align:justify;line-height: 150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >−Ay, caballero. No se me haga el pendejo. Que usted sabe muy bien cómo es el maní.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><i><span style="line-height: 150%; ">El maní es así, yo lo sabía. Y también sabía cómo se bate el cobre, a la hora de la venganza, en esta mierda de país. Pero nadie iba a impedir que yo siguiera representando mi papel, no importa que éste fuese el de un pendejo </span></i><span style="line-height: 150%; ">(págs. 280—281)<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Como el agrimensor de Kafka, Manuel llega a un lugar extraño, ajeno, donde es recibido con burla y amenazas de violencia; pero a diferencia del personaje del escritor checo, Manuel ha llegado a un sitio que antes le pertenecía, sólo que a su regreso se ha <i>extranjerizado: </i>“Andas por ahí, tranquilo y confiado, silbando bajito, rascándote la entrepierna, y de pronto, como lo más natural del mundo atraviesas una línea cualquiera, que puede ser el umbral de tu misma casa, y ya estás metido en un infierno de incertidumbre y desazón” (pág. 277). Esto es la irrupción de lo siniestro, señores, pasen y lean. Manuel no sabe cómo sucedió; sin embargo, su suspicacia recae sobre el sospechoso habitual, la fuerza acústica omnipresente: “Tendré que escribirle una carta abierta al Presidente reclamándole su conducta sospechosa e incluso su presunta complicidad, pues cada una de sus alocuciones televisivas o radiales es una invitación abierta a delinquir” (pág. 276). El propietario se convirtió, <i>de golpe y porrazo,</i> en forastero de su propio hogar, en prisionero de una ley caprichosa. Ahora está frente a un <i>otro</i> engrandecido, que explota con saña viejos resentimientos sociales. Y lo encuentra ahí, metido dentro de lo que era su hogar, escondido como un fantasma burlón. Ya no sólo voz: ahora cuerpo. Voces de enanas con risas de rata. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Las mujeres de “El arquero dormido”, especialmente la enana, me hicieron recordar la enana que se introduce por la ventana de la casa de sus benefactores, en <i>Viridiana, </i>la película de Buñuel, dando así pie al festín de los mendigos que terminará en el descontrol, la imposición de la anarquía, la apropiación, por un breve tiempo, del lugar de sus dueños, quienes los han acogido gracias a la caridad cristiana de la beata Viridiana, la misma que casi termina violada por uno de sus protegidos. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >También encuentro una relación entre esta novela y el cuento “Casa tomada” de Julio Cortázar, casualmente escrito en época del primer peronismo, con la salvedad de que en “Casa tomada” los dueños del lugar son echados al exterior; mientras que en “El arquero dormido” el dueño es obligado a quedarse en sus antiguos dominios, para presenciar el auge del descalabro. En la historia de Cortázar hay un ceder las llaves y cerrar las puertas; en Quintero hay un instalarse en ese espacio sórdido. Cosa curiosa, Julio Cortázar no soportó más las voces de los Perones en los altavoces y se fue a escuchar jazz en París; en cambio, Ednodio Quintero se ha ido quedando en los Andes, preparando mojo trujillano, a pesar de la insistencia de la presencia invasiva; aunque a veces lo seducen cerezos extranjeros. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Carolina Lozada<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Ilustración: Diane Arbus</span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 12pt; "><o:p></o:p></span></span></p><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.blogger.com/video.g?token=AD6v5dwrf-9XUkYtdWes2_MNVxprQiUQcgTcq9Bx1UH3YvABikYshHowc85H31iyISThMO72ipOuo6fT10exU-k' class='b-hbp-video b-uploaded' frameborder='0'></iframe></div>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-831732397546521602010-12-06T10:39:00.005-04:302010-12-25T13:17:32.698-04:30Victoria de Stefano: La narración desde los resquicios<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvhVoliGBbI__HOXdr0xNniEpLyfLyHr-zqsx_VazlJnR-3FyPTCNsdRluV2U9uwbsTyTLOOZ8n0POwSgAJ8oDhyphenhypheniuh32ioNRJAOio9GRYcHjzGIzmpLIMtDemOGJhDaOSBCwUYpmSGN0/s1600/gorkyagony.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 388px; height: 300px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvhVoliGBbI__HOXdr0xNniEpLyfLyHr-zqsx_VazlJnR-3FyPTCNsdRluV2U9uwbsTyTLOOZ8n0POwSgAJ8oDhyphenhypheniuh32ioNRJAOio9GRYcHjzGIzmpLIMtDemOGJhDaOSBCwUYpmSGN0/s400/gorkyagony.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5547586814327246178" /></a><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><span style="line-height: 150%; ">Me gusta leer a Victoria de Stefano con un cuaderno de notas a mano, asumiendo la acostumbrada certeza de que la escritora me dará nombres, referencias, tránsitos de artistas, filósofos, historias sobre historias que me hacen detenerme sobre éstas, pensándolas, imaginándolas, como aquella anécdota familiar contada por Bernardo, en <i>Historias de la marcha a pie </i>(Caracas: Oscar Todtmann, 1987)<i>,</i> la de una prima que escribía cartas dirigidas a destinatarios cada vez más reacios y esquivos ante la insistente correspondencia, y que ella, seguramente atosigada por una nerviosa locura y una insoportable soledad, impelía con desespero a que fuesen respondidas: <i><span> </span></i></span><span style="line-height: 150%; ">“¡Contéstenme enseguida, contesten rápidamente, de ser posible a vuelta de correo. De cualquier modo contéstenme, contéstenme por favor!” (pág.106). Imposible para mí continuar leyendo de un tirón los siguientes párrafos. En el triste desespero de la remitente me detuve un rato, días, tal vez ahora siga pensando en esa mujer que se entregó a una correspondencia sin retorno, y cuya letra probablemente se haría cada día más torpe y temblorosa, como consecuencia del paso de los años. A la remitente la pienso junto a Herzog, el personaje judío de Saul Bellow; el profesor que escribía cartas y las acumulaba en su maletín, sin despacho a buzón alguno. ¿Y acaso esa imagen del remitente solitario no puede ser la misma de un escritor, la de un sujeto que en su encierro voluntario escribe hasta el paroxismo, hasta el agotamiento, sin detenerse a pensar que tal vez afuera nadie lo leerá? Hablo del escritor religioso, del escritor entregado a su contundente posesión y exorcismo.<span> </span>Es la imagen que tengo de Clarice, la escritora de <i>Lluvia </i>(Caracas: </span><span style="line-height: 150%; ">Oscar Todtmann, 2002)</span><i><span style="line-height: 150%; ">, </span></i><span style="line-height: 150%; ">para mí la novela más entrañable de Victoria de Stefano, el personaje que metido dentro de su habitación, arma su propia fortaleza de páginas y reflexiones, mientras afuera el mundo sigue haciéndose noche y día con su habitual indiferencia. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " >En <i>Paleografías</i> (Caracas: Alfaguara, 2010)<i>, </i>ya no es el escritor zambullido en su oficio, sino Augusto, un pintor de mediana edad, diagnosticado bajo un cuadro depresivo, que durante la narración de la novela discurre sobre las experiencias de algunos pintores, sobre la suya misma, en un momento de su vida en que ni siquiera el arte le puede ofrecer un rincón de sosiego. Gracias al desarraigo de Augusto nos enteramos de experiencias vivenciales de algunos artistas, como Leonardo da Vinci y su exasperante paciencia para pintar la sonrisa de la Gioconda, o la siniestra imagen final de Mark Rothko: “abriéndose las venas por arriba de la articulación de los codos y regando de sangre el suelo un 25 de febrero de 1970 en la más absoluta e irrevocable soledad de su estudio atestado de botellas de whisky vacías”. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " >Aunque el nombre de <i>Paleografías </i>nos conduce a las ruinas, y en más de un apartado estamos frente a ellas como espectadores silentes y estremecidos, la complejidad de la novela va más allá de un excitado estado de angustia. Victoria de Stefano sabe manejar los mecanismos de luz y aire para ventilar la asfixia y no atosigarnos en una completa penumbra. Si tuviera que hablar en términos pictóricos jugaría con la idea de que en <i>Paleografías </i>se manifiesta un expresionismo moderado, con una tímida pero necesaria luminosidad impresionista. Si bien en este libro la autora se muda de sujeto enunciador, no se muda del terreno reflexivo. La inagotable introspección de Victoria de Stefano se hace presente una vez más, como parte de un discurso narrativo que la escritora ha ido abonando desde sus inicios, a pesar de los cambios que un escritor puede experimentar en su oficio, como lo plantea ella misma en una de sus entrevistas:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><span style="line-height: 150%; "><i>Yo tengo ya 70 años; cada diez, uno cambia sus certidumbres, algo en la vida viene a desmentirte y debes volver a plantearte las cosas. Los golpes en tu vida, los cambios a tu alrededor te obligan a hacerlo, y si no lo haces, si te aferras a tus ideas sobre las cosas, estás perdido. La realidad se le impone a uno y hay que ponerle atención. Todo el mundo ha tenido crisis </i></span><span class="Apple-style-span" style="line-height: 18px; ">[En <i>El Librero </i>(<i>44</i>), 50-52]. <i> </i></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " >Si hay algo presente en sus personajes, es ese punto de quiebre que los hace detenerse y preguntarse en esa ansiosa búsqueda de respuestas, en el vacío de lo no respondido. El devenir, la soledad, la enfermedad, la muerte son parte de esos estadios conflictivos de crisis que padecen algunos de los personajes de sus novelas. El universo narrativo de esta escritora está poblado de sujetos para quienes retumba siempre la resignada convicción de saberse náufragos en la<i> inmensa tristeza de no saber nada. <o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; " ><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " >En la obra de Victoria de Stefano más que un continuo fluir hay un detenerse impelido por una escritura culta y reflexiva, que no logra bordear la peligrosa pedantería erudita. Todos estos rasgos en conjunto le suman una notable particularidad dentro de la novelística nacional, ésta última tan dada, con ciertas excepciones, al acotamiento geográfico y sociopolítico, a una militancia referencial inmediata. Al contrario, en de Stefano el tiempo y el espacio se difuminan, es por eso que al leerla me asumo como alguien que va cruzando un puente en un tiempo y espacio impreciso. Me asumo como alguien que se detiene a escuchar el sonido repetido del agua bajo el puente, que se detiene a pensar en los seres que ya han transitado ese mismo lugar. Su escritura es una invitación a ese constante detenerse y preguntarse, no en vano la narradora también se ha dedicado al estudio de la filosofía.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><span> </span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " >Cuando leo a Victoria de Stefano me invento una voz que habla en tonos suaves, bajos, sin estridencias, pero con suficiente firmeza para alertarme sobre <i>la inmensa tristeza de no saber nada. </i>La voz no se atropella ni se corta, ni siquiera cuando narra al perro moribundo que busca a tientas una muerte a oscuras; ni siquiera cuando narra el último ocaso del tío Fermín, la más vieja paleografía de las historias contadas. El último ocaso, porque ya los primeros significaron la vejez y la enfermedad. La muerte como el ocaso final, el que aplasta los últimos resquicios de luz, el íngrimo desmoronamiento de las ruinas que aguardaban en silencio. Estamos, pues, en presencia de una escritora que narra desde la profundidad de esos resquicios.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; " >Carolina Lozada<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " >Ilustración: “Agony”, Arshile Gorky</span><span style="font-size:12.0pt;line-height:150%;font-family:"Times New Roman","serif""><o:p></o:p></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-75592319376073012272010-12-02T18:44:00.002-04:302010-12-02T18:49:03.355-04:30El demonio a sus anchas<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTZ0-5Ykh4__C5HGiR6ZLOgJkkfqFuAM_CQSwOOhAtc3ndMenl1zU1B5abTCXJtpxg_x7hYwdHaiVNRgOFjetUpPb3WGCC4LhQHc1lVr6WMWFWDaT3W8IsfoEdHpT5Ld_d8xFpxJJRqbg/s1600/Jo%25C3%25A9l+Rend%25C3%25B3n.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 267px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTZ0-5Ykh4__C5HGiR6ZLOgJkkfqFuAM_CQSwOOhAtc3ndMenl1zU1B5abTCXJtpxg_x7hYwdHaiVNRgOFjetUpPb3WGCC4LhQHc1lVr6WMWFWDaT3W8IsfoEdHpT5Ld_d8xFpxJJRqbg/s400/Jo%25C3%25A9l+Rend%25C3%25B3n.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5546227779575314482" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: 200%; "><span lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD">El libro de Pedro Rangel Mora, <i style="mso-bidi-font-style:normal">Del reino del Demonio</i> (Caracas: bid & co, 2010), está emparentado con <i style="mso-bidi-font-style:normal">El diccionario del diablo</i>, de Ambrose Bierce—una de cuyas definiciones sirve de epígrafe al conjunto. Esa filiación supone, en principio, que el autor tiene el propósito de asumir la posición intelectual de un contrariador. De allí que se dedique sistemáticamente a poner en duda la dócil creencia en los fundamentos de la teología y el sentido común, como una manera de indicar que la ortodoxia siempre cuenta con la faz necesaria de la blasfemia. Todo esto se hace evidente desde las páginas iniciales: el volumen se abre con la presentación de Santos Bustos, un dogmático empeñado en afirmar que la existencia del diablo, tal como se prescribe en el libro, no hace más que demostrar la existencia de dios. Por supuesto, ese teólogo es apenas una máscara de Rangel Mora, una especie de doble esencial, quizá piadoso, sin duda fiel a una iglesia. Inmediatamente leemos que, en realidad, tanto el susodicho demonio como dios son apenas invenciones de la debilidad humana; con esa declaración explícitamente firmada por Pedro Rangel Mora cerramos el círculo: de ese modo se prueba que a toda fe le sigue una refutación, y a ésta una fe nueva, y a ésta, más adelante, otra refutación, y así sucesivamente.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD"><span style="mso-spacerun:yes"> </span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD">Esa estructura abismal de cosas que se incluyen o se rechazan al infinito es solamente una de las aristas del libro. Si nos dejáramos guiar nada más por esa descripción, se podría pensar que <i style="mso-bidi-font-style: normal">Del reino del Demonio</i> es una colección de sesudos aforismos o teoremas. En realidad sí hay allí un trasfondo más o menos serio, digamos: la constante socavación del principio de toda autoridad, sea política, religiosa o familiar. Pero más allá de ese asunto, el libro es una compilación, llena de humor, de minificciones, de parábolas que pueden leerse como parodias de otras parábolas solemnes, de giros fantásticos que parten de un refrán o un modismo y terminan por enseñarnos que las frases hechas tienen su lado absurdo. En ocasiones, unas pocas líneas sirven para mostrarnos la crueldad de la infancia, por ejemplo: en el décimo texto se nos habla de un niño que ajusticia a un gato sólo para ver aquello que la televisión no muestra nunca—la lengua de un ahorcado.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD">La brevedad de cada apartado tiene el propósito de reducir el mundo de lo posible a su paradoja básica. Si hiciéramos el inventario de esos posibles contrasentidos, tendríamos que concluir que la serenidad de nuestra rutina es un mero engaño que esconde no sólo nuestros avatares más sanguinarios sino también unas leyes más incompresibles. La física de ese feudo demoniaco obra según parámetros muy diferentes. Lo ilustra el texto LIX: “Es una desgracia predestinada, impostergable. El francotirador tuvo que marcharse, y los cuerpos continúan saliendo a la calle y atrapando las balas entre sus carnes” (p. 31). Allí, la palabra “predestinada” es engañosa, podría confundirse con una defensa de lo divino, cuando en realidad apunta a un comportamiento que ocurre normalmente en un ámbito distinto, a lo mejor paralelo, que no llegamos a entender. Si Rangel Mora elige ese vocablo prestigioso para describir tal situación es únicamente para despistarnos. Esas balas no obedecen a la voluntad de una criatura todopoderosa, que previamente ha ordenado una geografía y una atmósfera a su arbitrio. Las nociones de velocidad, distancia o fricción que gobiernan esas municiones nos son desconocidas, pero eso no significa que no sean científicamente operables. Como añadido, el título del texto, “Milagro secreto”, hace alusión a un relato de Borges; con esa referencia confirmamos la construcción de un universo menos anagógico que fantástico.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD">En definitiva, <i style="mso-bidi-font-style:normal">Del reino del demonio</i> se puede leer como las opiniones de un alucinado o un esquizofrénico: alguien que ha soñado un dios y luego un rival que lo refuta y después se da cuenta de que todo es ficticio, incluso su dolencia. Esa premisa ayudaría a explicar la constante confusión de anverso y reverso de la trama, la continua constatación de que aquello que pensamos es apenas una verdad parcial que tiene su negra contraparte. <span style="mso-spacerun:yes"> </span><span style="mso-spacerun:yes"> </span><span style="mso-spacerun:yes"> </span><span style="mso-spacerun:yes"> </span><span style="mso-spacerun:yes"> </span></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:200%"><span lang="ES-TRAD"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:200%"><i style="mso-bidi-font-style:normal"><span lang="ES-TRAD">Luis Moreno Villamediana<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:200%"><span lang="ES-TRAD">Ilustración: Joel Rendón</span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-90159052298148876562010-11-28T15:49:00.004-04:302010-12-25T13:18:22.858-04:30Vida y Destino, de Vasili Grossman<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCjW0DDJFOhrYcoEkuQSX7sPrCgJ4JRKLlrcKwmsa6xBFGPIyrfQ0I7NhSFmj9jEReMdXfN67rQ3O_aYbHYf2yV1APtqy-NyA2K15a5kCHh6lGrmfxDHQwUffno2TMxIpDyu6IePldtGY/s1600/poster+sovi%25C3%25A9tico.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 301px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCjW0DDJFOhrYcoEkuQSX7sPrCgJ4JRKLlrcKwmsa6xBFGPIyrfQ0I7NhSFmj9jEReMdXfN67rQ3O_aYbHYf2yV1APtqy-NyA2K15a5kCHh6lGrmfxDHQwUffno2TMxIpDyu6IePldtGY/s400/poster+sovi%25C3%25A9tico.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5544698485542821298" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="apple-style-span"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >La historia de la publicación (o, mejor, de la no publicación) de <i>Vida y Destino </i>(Barcelona: Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg, 2007), de Vasili Grossman, es la siguiente: escrita con anterioridad, el autor aprovechó el supuesto deshielo que representó el inicio de la etapa Jrushov para proponerla a publicación. La reacción fue fulminante: la novela fue prohibida, la casa de Grossman registrada, todas las copias, notas y escritos del autor confiscados y éste condenado al ostracismo. Muerto ya Grossman, Sajarov y Vladimir Voinivich consiguieron recuperar una copia, microfilmarla y pasarla a Occidente donde se publicó finalmente por primera vez. Hasta aquí una historia demasiado frecuente en la Unión Soviética.</span></span></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><span class="apple-style-span"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"></span></span></span></span><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><br /><span class="apple-style-span">Dicho esto, hay que precisar algo. Los escritores soviéticos vivían en un estado, deshielo o no, en el que la censura era omnipresente. Incluso en uno en el que la autocensura era la norma, esto implica que Grossman no escribió una obra con total libertad. El escritor soviético (que quisiera publicar, claro está) tenía en consideración a dos receptores últimos: no sólo el público, sino también al comité de censores, en un país en el que todos los medios de publicación estaban estatalizados. De modo que si alguien espera encontrarse con una obra escrita con total libertad, en la que se habla sin ambages de un período de la historia de Rusia, quíteselo de la cabeza. <o:p></o:p></span></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="apple-style-span"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><span class="apple-style-span"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Vida y Destino </span></span></span></i></span><span class="apple-style-span"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">es una novela escrita con una autocensura funcionando a plena marcha, presentada a una comisión de censura para aspirar a su publicación, no con espíritu kamikaze, aunque ese fuera el resultado final, en un error de cálculo que fue frecuente. Por tanto, es una obra escrita buscando el compromiso con el marxismo—leninismo y cargando la crítica sobre el estalinismo. La respuesta fue que autocrítica sí, pero renunciar (o denunciar) un período de la marcha del tren de la historia, ni hablar. Por tanto, quien espere una obra totalmente libre, esperará en vano. El retrato no puede ser completo, ni totalmente real. Está mediatizado por el compromiso y la autocensura. Ni siquiera conoceremos el auténtico pensamiento del autor. Dicho esto, y descontado que pueda ser una novela que refleje la realidad por entero, hay que pasar a otro plano, como es el de la novela en sí, aislada de sus circunstancias de publicación y escritura.<o:p></o:p></span></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" ><br /><em>Vida y Destino</em><span class="apple-converted-space"> </span><span class="apple-style-span">es una novela monumental, de 1.100 páginas, una novela—río que se desarrolla en el punto más inflexivo de la Gran Guerra Patriótica (es decir, la Segunda Guerra Mundial): el asalto alemán a Stalingrado, el punto máximo de retroceso de la Unión Soviética es este conflicto; la resistencia de la ciudad; y la posterior contraofensiva que llevó a la rendición del VI Ejército alemán y, en definitiva, al principio del fin del poderío militar nazi. Pero no es una historia bélica, o sólo una historia bélica. Grossman nos llevará de Stalingrado a los campos de concentración alemanes, a los campos de trabajo soviéticos, a la cárcel de la Lubianka, a la vida en la retaguardia. Todo ello mediante las vidas de sus personajes (y hay que resaltar con rapidez que el libro posee una lista de personajes al final, que resulta de extrema utilidad). En estas historias, Grossman supera todas las expectativas. Sean cuales sean, las vidas de estas gentes, un auténtico cuadro de la sociedad soviética, se convierten en personales, atractivas, amigas para el lector. Nuestro interés se ve arrebatado para sumergirnos en estas vidas, en definitiva modificadas todas por un Destino que las maneja a su antojo, sea éste la guerra, la arbitrariedad de la denuncia o la circunstancia histórica, el pragmatismo de Stalin o la rigidez social soviética.</span><br /><span class="apple-style-span">Hay unas vidas detrás de todo, por muy grande que sea este todo. Y son unas vidas respetables, conmovedoras, que en el fondo quieren ser libres frente a un Destino que, en muchos casos, amenaza con ahogarles. <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" ><br /><span class="apple-style-span">He leído esta novela en poco más de una semana, lo cual habla del interés que despierta en el lector. Sus personajes, por muy alejados que sean nacional, social e históricamente, se hacen cercanos, y a la vez representativos de una época, sin caer en la conversión en monigotes, en estereotipos, en banderas de tesis. Son seres cuyas circunstancias vitales nos hacen reflexionar sobre muchas cosas, pero esta reflexión es inducida, no forzada en nosotros.<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><span class="apple-style-span"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> </span></span></span></span><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><br /><span class="apple-style-span">Se han dicho muchas cosas respecto a este libro de Grossman. Las comparaciones suelen ser odiosas. Pretender, como se ha dicho, que es una nueva</span><span class="apple-converted-space"> </span><em>Guerra y Paz</em><span class="apple-converted-space"> </span><span class="apple-style-span">es sólo un recurso crítico, pero es injusto con</span><span class="apple-converted-space"> </span><em>Vida y Destino</em><span class="apple-style-span">, aun cuando haya similitudes temáticas. La novela de Grossman tiene entidad suficiente de por sí, y es una entidad que la acerca a la maestría literaria. Como novela—río, resaltemos que los ríos tienen meandros, remansos, zonas pantanosas incluso, quiere esto decir que hay ritmos diferentes, que dependiendo del lector pueden resultar desiguales en apariencia. Pero en conjunto este libro avanza a toda potencia, en un retrato de los personajes y la sociedad fascinante y fundamentalmente verista. En la que los personajes se interrogan a sí mismos y entonces interrogan al mundo en que viven; el mundo marcha y entonces nos hace interrogarnos por la vida de los personajes que viven en él. Una novela total con todas las cualidades de una obra maestra.</span></span><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><o:p></o:p></span></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="apple-style-span"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="apple-style-span"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><a href="http://lecturaserrantes.blogspot.com/2009/09/vida-y-destino-de-vasili-grossman.html">Lluís Salvador</a></span></span></i></span><i style="mso-bidi-font-style:normal"><span style="font-size:12.0pt;line-height:150%;font-family:"Times New Roman","serif""><o:p></o:p></span></i></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-79835787837548481392010-11-20T10:50:00.001-04:302010-11-20T10:53:54.837-04:30Aquellos que siembran abedules<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0RvFKIUmgF5n3POi1GF7OBsfL2G5yjsn1_myNqbzoS5_Re5pse5CYT455jM1cMBAvdvHrUN39MOhGB1M9ZWSUxfqc3MGQ2t2kUe5pee3GWOZR1wuYQEVxTc58ScSKTSUH6O_C_pta3Bk/s1600/L%25C2%25B4Arbre+de+Vie+S%25C3%25A9raphine+de+Senlis.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 321px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0RvFKIUmgF5n3POi1GF7OBsfL2G5yjsn1_myNqbzoS5_Re5pse5CYT455jM1cMBAvdvHrUN39MOhGB1M9ZWSUxfqc3MGQ2t2kUe5pee3GWOZR1wuYQEVxTc58ScSKTSUH6O_C_pta3Bk/s400/L%25C2%25B4Arbre+de+Vie+S%25C3%25A9raphine+de+Senlis.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5541652626310568770" /></a><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;line-height: 150%; ">Afirmaba el psicoanalista Carl Gustav Jung, en sus reflexiones en torno a la lucha por emanciparse de la madre, que «El bosque tiene significado materno, como el árbol» (285) y lo vinculaba, en su revisión arquetípica de las imaginaciones primigenias, al árbol prohibido del Jardín del Edén, o al Jardín mismo, a ese árbol totémico que hoy es posible rastrear, como es sabido, hasta los cuentos de hadas y los relatos de infancia. Una extensión viviente, por demás, del concepto de gran madre o de madre tierra. Estas consideraciones, un poco <i style="mso-bidi-font-style: normal">vox populi</i> para los lectores más eruditos, forman parte de la engañosa ingenuidad con que la joven narradora venezolana <st1:personname st="on">Enza García</st1:personname> Arreaza ha titulado su segunda colección de cuentos: <i style="mso-bidi-font-style:normal">El bosque de los abedules</i> (Caracas: Equinoccio, 2010).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">Siete relatos bautizados en clara alusión al nombre de un árbol –y obedeciendo así a las reflexiones planteadas en el tercer cuento: «…cada árbol del mundo tiene un significado y una oruga» (52)– componen esta suerte de torcedura de pescuezo al cuento de hadas, en la que se aborda la narración con tono realista y una vivencia violenta del propio cuerpo y por ende de la propia sexualidad, características heredadas del primer libro de cuentos de la autora, el menos afortunado <i style="mso-bidi-font-style:normal">Cállate poco a poco</i> (Caracas: Monte Ávila, 2008). Hay en este segundo libro de García Arreaza un tono narrativo que llega a ser franca e intencionalmente antipático, engranaje de una antisensualidad puesta en marcha a la vez para erotizar y atraer al lector, y para hacerlo pactar con reflexiones y posturas que a menudo le resultarán incómodas: una versión mordaz y adulta de la moraleja en las historias que damos a leer a nuestros niños.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">La observación inicial de Jung sobre los bosques, no obstante, encuentra en estas narraciones un asidero posible: lo femenino, ya no como una diversidad de posturas existenciales –su acostumbrada justificación en una policromía silente–, sino como una vivencia sólida y rotunda por parte de quien intenta una y otra vez hallarse en sus propias metaforizaciones, nombrándose y renombrándose con rabia, se encuentra bajo el cenital de los intereses de García Arreaza, a ratos trayendo a la memoria la cruda feminidad presente en ciertos versos de Lydda Franco Farías: «una mujer es una mujer más sus uñas y sus dientes» (40). Lejos de la exaltación o de la letanía, lo femenino en <i style="mso-bidi-font-style:normal">El bosque de los abedules</i> parece más bien sometido a un estado constante de sitio: ya sea como fuente de vergüenzas y minusvalías, como sucede en “La calle del abeto” o “Los pinos del patio”, o de pecados y deslealtades, como en “El bonsái de Macarena” o “Sauce con pájaros negros”. La existencia armónica de lo femenino parece, así, negada o violentada de antemano, sin que ello implique algún tipo de denuncia patriarcal o de victimismo de género; por el contrario, la narradora parece admitir una guerra ancestral, declarada en algún punto genético y sobrellevada con un cinismo compartido entre vencidas y vencedoras: «No es fácil lidiar con la buena estrella de las amigas» dice, por ejemplo, la voz presente en “El aliento de los cedros”, «una empieza a sopesar con filos oxidados cómo el cielo se repartió las cosas entre nosotras, las mujeres, esta tribu despechada y jamás presa de la domesticación» (89). O igualmente en “El bonsái de Macarena”: «Es relajante, por ejemplo, decir que fulana es una puta y, encima, no perder la oportunidad de subrayar que tú misma no eres de esa calaña» (30).</p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">Esa constante metacognición en torno a las leyes herméticas del mundo femenino ejerce en la narradora un cierto distanciamiento, una lejanía también notoria en las relaciones planteadas con lo familiar, que estriba en trasgresión y ausencias en el caso de lo paterno, y en odio y rivalidades por el lado maternal. La narradora parece dar un paso hacia atrás y romper sus filiaciones “reales”, proponiendo como alternativa una herencia y una tradición “universales”: la alta literatura, las Bellas Artes, la música, o incluso ciertos espacios culturales foráneos: referencias a la cultura rusa, a la cocina árabe o las mitologías nórdicas. Estos pivotes de <st1:personname productid="la Alta Cultura" st="on"><st1:personname productid="la Alta" st="on">la Alta</st1:personname> Cultura</st1:personname> cobran sentido en el laberinto vivencial de la autora al inscribirse en un árbol específico, imitando la vertical entereza y longevidad de sus troncos. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">La propuesta narrativa contenida en <i style="mso-bidi-font-style:normal">El bosque de los abedules</i>, así,<i style="mso-bidi-font-style:normal"> </i>parece abordar principalmente el extravío vivencial, cuyo eco más claro en la tradición es ese bosque mítico de los cuentos de hadas, pero conservando como única brújula efectiva los significados que considera trascendentales: una visión dostoievskiana, si se quiere, en la que la belleza, si no salvará al mundo, al menos impedirá la desorientación total de la consciencia. «Siempre he sabido que los árboles existen para evitar mis extravíos» (99), dice el personaje del relato que da título al libro, como un navegante que echa mano a sus propias líneas sobre el mapa; y asimismo expresará, más adelante, su temor a lo inevitablemente frágil de las coordenadas culturales en las que deposita su supervivencia: «La belleza es fría y hace daño, como cuando se te congelan las orejas y se te pueden romper para siempre. Esas cosas que entienden bien los exiliados» (114). Al igual que con las migas de pan de Hansel y Gretel –dos personajes también extraviados en el bosque–, los árboles de <st1:personname st="on">Enza García</st1:personname> Arreaza igualmente se doblegarán ante lo real, ante la vivencia del exilio que no es, a fin de cuentas, otra cosa sino la renuncia a hallar el hogar en la tierra misma que se pisa: «Hay tanto por hacer, Anna (…) antes de irme a vivir a la tierra del padre que nunca conocí (…) Pero lo cierto es que no alcanzo a tener la fuerza para no pensar que una vida debe estar poblada de árboles, al menos la mía» (100). </p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%">Quizás la gran conclusión existencial a este dilema del desarraigo sea la pura voluntad de apropiarse, a través de la magia de la escritura, de ese bosque o laberinto ajeno que es el mundo real, y romper así el exilio a través de un destierro aún mayor. Se trata, finalmente, de la literatura puesta al servicio de la construcción de un único hogar posible para quien lo abandona todo: el lenguaje propio, la escritura misma, o como lo bautizó Virginia Woolf en su momento: “una habitación propia”.</p> <p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal"><i><a href="http://blogkaribe.wordpress.com/">Gabriel Payares</a><o:p></o:p></i></p> <p class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style:normal"><o:p> </o:p></i></p> <p class="MsoNormal">Ilustración “L´Arbre de Vie”, Séraphine de Senlis</p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-61989268592937216122010-11-09T21:23:00.003-04:302010-12-25T13:24:05.224-04:30Gustavo Valle: ¿Adónde van las ruinas?<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhNUs19dkOu9ML5DhOuKk6Z9neG4PhowhQXG5OubtkvWRjlUVdHqPhgF3hyTxGogDHRdmxqGqpQCRG1pQaEcC65vcEv0_y4kc-S1e_a4QEWJqJ8HifAWXSME2OzsxfmdO1lAuoTzzmGrc/s1600/Alejandro+Xul+Solar%252C+Barrio.jpg"><span class="Apple-style-span" ><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 285px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhNUs19dkOu9ML5DhOuKk6Z9neG4PhowhQXG5OubtkvWRjlUVdHqPhgF3hyTxGogDHRdmxqGqpQCRG1pQaEcC65vcEv0_y4kc-S1e_a4QEWJqJ8HifAWXSME2OzsxfmdO1lAuoTzzmGrc/s400/Alejandro+Xul+Solar%252C+Barrio.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5537734647885348098" /></span></a><p class="MsoNormal" style="text-align: left; "><span><span class="Apple-style-span" ><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Querido Gustavo:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Mientras te escribo, el país desciende metido dentro de un inconmensurable tobogán, en el que vamos todos adentro caóticamente ordenados, de pies o de cabeza directo a un paraíso subterráneo prometido. El descenso me agobia porque el país es, al fin de cuentas, la casa que uno habita, aun cuando este lugar específico que uno llama país, por mera formalidad, no sea más que una maqueta mal diseñada y peor construida. El descenso me agobia, insisto, y por eso trato de asirme a los afectos y a los recovecos literarios para resistir el empuje hacia abajo en la ridícula procesión de los cuerpos contra la pared, los cuerpos contra el piso, los cuerpos contra el futuro. Nos empujan desde la superficie, ahora nuevamente habitada por dinosaurios. En Venezuela los dinosaurios no se extinguieron; es ése el verdadero secreto mejor guardado del Caribe, no nuestras montañas y mares, como rezaban los eslóganes publicitarios de otras épocas (no recuerdo si más felices, pero sí menos fatalistas).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Bajo estas condiciones te escribo, querido, afuera hay mucho ruido. Los dinosaurios pisan fuerte, ya lo sabes, alguna vez escribiste <i>Bajo tierra, </i>y sobre esa experiencia me gustaría que conversáramos, sobre la escritura subterránea. ¿Por qué decidiste explorar el vientre de una ballena descompuesta? ¿Acaso tu necesidad de buscar ciudades imaginarias te llevó a descender desde aquella ciudad superficial, cuya realidad pareciera estar sometida a la exposición de espejos deformantes? <i>Bajo tierra</i> nos indica que todo territorio urbano se hace de capas, lo mismo que las historias personales, y esas capas desvirtúan la quietud de lo que vemos, lo vuelven complejo. Lo imaginario también somos nosotros, entonces: tan frágiles como esos paisajes de edificios y avenidas. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >También he leído versos tuyos en los que aparecen pálidas afirmaciones como “No es que mi ciudad haya sido destruida”; el verso en sí es casi una temerosa constatación del desastre, pero elaborado desde una natural negación como primera reacción ante la tragedia. Más adelante, el poema busca los trozos abnegados entre las ruinas de viejos cascotes. Si el optimismo nos dicta la idea de que el cataclismo no ha ocurrido, ¿cómo nos explicamos esa pila de escombros? <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Gustavo, a veces me pregunto si en vez de quemar a Roma no hubiera sido preferible quemar a Nerón. La respuesta es bastante obvia, es que la falta de aire me hace escribir disparates, pero insisto: ¿por qué la ciudad parece sometida y sacrificada por un solo hombre, cómo llegamos a este descenso, hasta cuándo Nerón y sus excéntricos musicales? Otras veces me pregunto si acaso no somos internos de un psiquiátrico, cuya dirección está bajo la égida del doctor Caligari. No sé, no lo sé, pero de lo que sí estoy segura es de que al término de este viaje subterráneo, que además es diacrónico (boletos directos a siglos pasados), no saldremos a ningún país de las maravillas. Tal vez saldremos más adelante a la superficie, como lo hace Sebastián C. en <i>Bajo tierra </i>por la fuerza del agua, y miremos incrédulos y perturbados los destrozos causados por las pisadas de los dinosaurios, ojalá ya extintos. Es probable que ocurra (confío también pálidamente). Mientras tanto, Gustavo, al avanzar observamos, siempre, los cascotes que avanzan con nosotros. Por eso te pregunto, con otro de tus versos: <i>¿adónde van las ruinas?</i><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal"><i><span style="line-height: 115%; "><span class="Apple-style-span" >Carolina<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center"><i><span style="line-height: 115%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center"><b><i><span style="line-height: 115%; "><span class="Apple-style-span" >***<o:p></o:p></span></span></i></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Querida Carolina: <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Antes que nada, disculpa la demora de mi respuesta. Últimamente sufro de jaquecas impiadosas que retrasan mis asuntos a niveles indeseables y me obligan a elaborar justificaciones bastante bochornosas. Las jaquecas me atacan sobre todo en las tardes, antes de la merienda (que nunca tomo), lo que interpreto como un problema vinculado a la glucosa, o en todo caso a mis años, que sin ser muchos no escasean ni faltan, y siendo pocos muchas veces se exceden. Claro que mis peores demoras no tienen que ver con mis hábitos epistolares, sino con otros asuntos, por ejemplo, el oportuno pago de la tarjeta de crédito, la cuenta de la luz eléctrica y el seguro médico, lo que trae como consecuencia que me endeude, me apague o me enferme, tres trastornos que se repiten con cierta frecuencia y de manera cíclica. Con esto no pretendo escamotear mi compromiso con tu amable carta, pero como me he criado en un país (Venezuela, para más señas) donde el servicio de correo postal es una de nuestras mejores ficciones, y como me dedico precisamente a cultivar ficciones, o cuando menos imaginarlas, ocurre que terminé adquiriendo, con el paso de los años y por aquello que llaman desviación profesional, ciertos hábitos reprochables. Además, la vida a orillas del Río de <st1:personname productid="la Plata" st="on">la Plata</st1:personname> (lugar de mi domicilio actual, como bien sabes) obliga a mecanismos de sobrevivencia que aún desconozco del todo. En la búsqueda y afinamiento de esos mecanismos se me va buena parte de mis esfuerzos. Quizás allí se encuentre también el motivo de mis jaquecas, aunque la verdad lo ignoro. Pero en fin, ya me estoy justificando, así que basta, no quiero aburrirte con mis cuitas, no vaya a ser que te arrepientas de haberme escrito. Pasemos, sin más preámbulos, al siguiente renglón.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Me hablas de un tema de actualidad: los dinosaurios. Es un tema apasionante. En lo personal, cuando supe que mi ciudad, Caracas, había sido poblada por mastodontes, mi mirada hacia ella cambió. Enterarme de que fue un enorme campo de hielo durante la época de las glaciaciones, me hizo un fantástico <i>click</i>. Quizás he visto mucho Discovery Channel, es cierto, pero eso posibilitó una suerte de arqueología imaginaria, completamente antojadiza, sin duda, y a partir de entonces, junto con otras arqueologías no menos arbitrarias, nació <i>Bajo tierra</i>. De modo que uno hace lo que puede, según reza el dicho, y aunque en mi novela no hay tiranosaurios ni mastodontes, la verdad es que podrían haber estado allí, pues, como bien dices, los dinosaurios en Venezuela no se han extinguido. A mi juicio, sólo dejaron de ser gigantescos animales prehistóricos para convertirse en gigantescos hábitos mentales. Lo dinosáurico es simplemente una manera de mirar la realidad. También una enfermedad nacional, la dinosauriasis, y hasta un problema endémico que nuestros doctores Caligari no han podido combatir.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Durante años tuvimos a nuestro eminente Dr. Caligari, archiconocido médico psiquiatra que fue rector universitario y candidato a la presidencia y que ahora está tras las rejas por homicidio calificado. Haciendo un juego parecido al que hizo Philip Roth en su novela <i>La conjura de América</i>, creo que los venezolanos nos merecemos una ucronía que recree el hipotético triunfo del Dr. Edmundo Chirinos en aquel remoto 1988. Tener a semejante especialista de la siquiatra rigiendo los destinos de la nación; pensar en nuestro propio y vernáculo doctor chiflado despachando en Miraflores. Y por supuesto toda una población sometida a tratamientos de cura de sueño, sedaciones multitudinarias, lobotomías masivas o poderosos electro-shocks alimentados con megavatios provenientes de <st1:personname productid="la Central Hidroel←ctrica" st="on">la Central Hidroeléctrica</st1:personname> de Guri. Este tipo de relato, Carolina, nos hace falta.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Es que estamos rodeados. En el presente y en el pasado, en circunstancias reales o hipotéticas, sincrónicas o ucrónicas. Temo incluso la llegada de nuevos seres prehistóricos, mastodontes de nueva raza en un futuro no muy lejano. Para sobrevivir a este formidable parque temático habría que acudir a Harrison Ford y Steven Spielberg. Pero sólo contamos con Román Chalbaud. Yo estoy bastante lejos, a unos cuantos miles de kilómetros de distancia, en la tierra de los gliptodontes, pensando en nuestros mastodontes. Quizás por eso escribí <i>Bajo tierra</i>, como una manera de acercarme, por debajo, a lo que no podía hacer por arriba. Porque siempre he creído que el acertijo venezolano es, y por numerosas razones, un acertijo subterráneo.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Me preguntas a dónde van las ruinas. Es curioso, pero toda mi vida pensé que éramos un país de olvidadizos. Nos reclamábamos constantemente nuestra amnesia, ¿recuerdas? ¡Qué equivocados estábamos! Hoy Venezuela es el laboratorio mundial del pretérito (imperfecto). No hay nada que se venere más que el pasado (glorioso). Nos hemos convertido en ciudadanos de la nostalgia, en recordadores profesionales. Con tanta energía puesta en la reminiscencia y las efemérides ahora somos un pueblo de melancólicos y abatidos, pesimistas y hasta iracundos, cuando antes sólo éramos convenientemente escépticos o indolentes. Pues bien, para responder a tu pregunta, creo que las ruinas están con nosotros, nos acompañan, nos vigilan, nos rodean, y con frecuencia nos aplastan, igual que los dinosaurios redivivos.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Y ante la presencia de tantos fósiles reales y mentales, ante la fervorosa adoración de nuestras más preclaras reliquias yo me pregunto: ¿por qué no traer todo aquello de vuelta y con vida en vez de seguir rememorándolo? O en otras palabras: ¿por qué exhumar a nuestros héroes en vez de clonarlos? Creo que pudimos haber hecho mejor las cosas. Clonar a Zamora, por ejemplo, y asignarle un presupuesto. Clonar a Negro Primero y ponerlo al frente de una misión. O mejor: clonar a Bolívar junto con Manuelita y revivir esa tórrida historia de amor con guerra independentista al fondo. Claro, <st1:personname productid="la Organización Mundial" st="on">la Organización Mundial</st1:personname> de <st1:personname productid="la Salud" st="on">la Salud</st1:personname> se hubiese llevado las manos a la cabeza, o cuando menos hubiese impuesto una serie de trabas, obstáculos y requisitos imposibles de cumplir. Previendo esto, el alto gobierno prefirió la exhumación como vía expedita para el reencuentro. Pero a pesar de lo espectacular del episodio, a pesar de la inquietante puesta en escena, pienso que a todo eso le faltó narrativa, Carolina. Quiero decir, faltó inscribir aquella apoteosis en un relato eficaz. Sé que no hay que darle ideas a quienes les sobran, pero en mi humilde opinión hubiese sido preferible olvidarnos de los huesos y componer un producto cultural, por ejemplo, una telenovela, un teledrama decoroso, catódico y entretenido. ¿Qué mejor manera, digo yo, de subir el <i>rating</i> político? No hablo de un largometraje sino de una telenovela, insisto—por aquello de mayor tiempo en pantalla—, una historia de amor con guerra independentista al fondo. ¡Qué maravilla! Una ficción de lo real con máquina del tiempo incluida, que reconciliaría al gobierno con el público televidente harto de cadenas ciclópeas y hojillas sangrantes. Un <i>Regreso al futuro</i> en versión Quinta República. Una simple y pedestre, pero ante todo nuestra, telenovela histórica. ¿Dónde están los guionistas, Carolina?<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Te confieso que en un momento dado tuve la certeza de que el país desaparecería de la faz de la tierra. Pensé que de un momento a otro sería abducido por invasores extraterrestres o absorbido por un conjunto de repúblicas de signo desconocido. Por suerte esa espeluznante idea paranoica ha dado paso a otras que podrían ser suscritas por Ray Bradbury, pero que por lo pronto no voy a referir, sobre todo porque muchos ya lo han hecho y bastante bien. Al margen de esto, lo que en realidad quería decirte, y con esto termino, es que ahora, hoy en día (no sé mañana) soy optimista. Creo que sacaremos la cabeza como aquel perro semihundido del cuadro de Goya. Creo que sobreviviremos a tanta prehistoria y a tanto desconcierto. Tengo fe en ello. No sé todavía de qué forma, pero sobreviviremos. No sé todavía porque tengo fe en ello.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Pero en fin. Dejemos esto hasta aquí y sigamos cultivando nuestro huerto. Salúdame a los amigos comunes y muchas gracias por escribirme. Si sabes de algún producto de última generación (o alguna planta milagrosa de los Andes) que combata eficazmente la jaqueca, por favor avísame. Quizás así no tarde tanto en responder tus cartas y evite fabricar justificaciones bochornosas. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Va un fuerte abrazo,<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Gustavo <o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Ilustración: “Barrio”, Xul Solar</span><span class="Apple-style-span" style="font-family: 'Times New Roman', serif; "><span class="Apple-style-span" style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="font-size:12.0pt;line-height:150%;font-family:"Times New Roman","serif""><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span style="font-size:12.0pt; line-height:115%;font-family:"Times New Roman","serif""><o:p> </o:p></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-1056729444609180622010-10-18T20:28:00.011-04:302010-12-25T13:19:41.183-04:30Esperando a Enoch Soames<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTo_BXAwOPCk3wtJjSdPC3INj7b2l77g0YkoIGW5CTFesc7NmU6qxxypJWx7iwRvOYsmyTTQ6RVOmnEwN0a8JuI-1iuNqNMdc63pQ1cuNUEt14ZndmK6m0Wzb36NeSUgdV-PvXg3HnFlo/s1600/enochsoammes+(1).jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 185px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTo_BXAwOPCk3wtJjSdPC3INj7b2l77g0YkoIGW5CTFesc7NmU6qxxypJWx7iwRvOYsmyTTQ6RVOmnEwN0a8JuI-1iuNqNMdc63pQ1cuNUEt14ZndmK6m0Wzb36NeSUgdV-PvXg3HnFlo/s400/enochsoammes+(1).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5529556792432170658" /></a><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">Debo a Luis Moreno Villamediana el conocimiento de un cuento de Max Beerbohm cuyo escenario es la ciudad de Londres a finales del siglo XIX. Un oscuro poeta, Enoch Soames, obsesionado por el destino de su obra hace un pacto con el diablo a fin de viajar cien años en el tiempo, así aquel le concede 5 horas para revisar cuanto la crítica ha dicho de su obra y en que concepto lo tendrá la posteridad. El 3 de junio de </span><st1:metricconverter productid="1997 a" st="on"><span class="Apple-style-span">1997 a</span></st1:metricconverter><span class="Apple-style-span"> las 2:15 pm es proyectado en la biblioteca del Museo Británico, regresa a las 7 en punto, nunca más se le vio. <o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><b><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">En los primeros días del mes de abril de 1997, al tanto de mi cercano viaje a Inglaterra, Luis inquirió dónde me encontraría el 3 de junio. “Sin duda en Londres”, le respondí. Me sugirió entonces que me acercara ese día al Museo Británico, hasta el Salón de Lectura. Para mí no representaba ningún esfuerzo aquella visita; por lo demás, el encargo no parecía estar revestido de urgencias. Pero antes debía llegar a Londres. Salí de Maiquetía un viernes cerca de las 11:30 de la noche, algún descuido permitió que embarcara cuando ya la mitad del pasaje lo había hecho y mi silla de ruedas fue conducida, ahora con solicitud, a mi asiento en la fortaleza volante de British Airways. Flanqueado por una desolada familia ecuatoriana a mi izquierda y por una hermana de </span><st1:personname productid="la Orden" st="on"><span class="Apple-style-span">la Orden</span></st1:personname><span class="Apple-style-span"> de </span><st1:personname productid="la Caridad" st="on"><span class="Apple-style-span">la Caridad</span></st1:personname><span class="Apple-style-span"> a mi derecha, llegué Londres entre la tristeza del Tahuantisuyo y las imágenes de las calles de Calcuta.<o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><b><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></b></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="margin-top:0cm;margin-right:-1.05pt; margin-bottom:6.0pt;margin-left:0cm;text-align:justify;line-height:150%; tab-stops:136.5pt 238.0pt"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">El frío glacial de la primavera londinense me inmovilizó y echó un poco de pesimismo en mis planes en los primeros días. Debí olvidar la prometida visita, atento al deber principal de mi expedición, y una tarde, cuando todo parecía estar bajo control, pregunté a mi cicerone, Ángel Viloria—gran amigo y tal vez la persona mejor organizada que conozco—, por el Salón de Lectura. Al otro día, Ángel ya tenía la identificación precisa del lugar y el deslinde del acceso legal al santuario. Por supuesto, en toda Inglaterra no hay sino un sólo Round Reading Room y en el mundo habrá pocos sitios cerrados, de hecho un enorme salón, con una biografía tan enfática y detallada. Pero era preciso saber dónde se pisaba, pues no habría oportunidad ni para ensayar ni para rectificar—a esas alturas aquella fecha ya me obsesionaba, había saltado del aparente olvido a instalarse en una discreta angustia. Mediaban algunas cortas semanas y nuestras gestiones avanzaban para despejar el camino hacia ese día, para entrar al salón es preciso ser miembro, pues el acceso estaba reservado exclusivamente a lectores previamente registrados. Ángel cayó en cuenta de que era el mismo lugar para el cual había estado solicitando admisión en meses anteriores, pero sin mayor diligencia. Nuestras incursiones diarias en los meandros de la ciudad tenían el exacto valor de un reconocimiento previo: desde Soho Square hasta </span><st1:personname productid="la Torre" st="on"><span class="Apple-style-span">la Torre</span></st1:personname><span class="Apple-style-span"> de Londres, todo parecía prepararnos para el 3 de junio a las 2:15 de la tarde. Yo debía regresar a Venezuela el 6 y el momento aparecía como un minuto final desbordándolo todo, como un secreto gesto copaba la inminente escena. Los preparativos de aquella visita se mostraban ahora con una extraña autonomía y al menor descuido podían convertirse en una gestión llena de premura, instalando su propio orden. Yo tenía mi propia lista de prioridades, y si había ido a Londres, después de un largo afinar recursos y ánimo, no era precisamente para estar pendiente de aquella hora arbitraria en una fecha centenaria, ciertamente rodeada de incógnitas pero también de incredulidad.<o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="margin-top:0cm;margin-right:-1.05pt; margin-bottom:6.0pt;margin-left:0cm;text-align:justify;line-height:150%; tab-stops:136.5pt 238.0pt"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="margin-top:0cm;margin-right:-1.05pt; margin-bottom:6.0pt;margin-left:0cm;text-align:justify;line-height:150%; tab-stops:136.5pt 238.0pt"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><b>Cien años pudieran ser un espacio de tiempo suficiente como para consagrar cualquier acción o signar con el anacronismo de las formas un objeto, un caserón, un lugar. Pueden hacer de la infamia más aborrecible un recuerdo curioso propicio para habilidades de comparación, pueden también construir un abismo entre una causa y sus consecuencias. Pero una sensación extraña embarga a quien, desprevenido y recién llegado de lugares en donde el testimonio del tiempo parece haber sido expulsado, se pasea por unas calles donde retumba el eco de los siglos. Es así como en algún día de mayo de 1997 yo pude haberme apoyado en la punta de hierro forjado que tocó al doblar la esquina el guante de aquél que era Jack el Destripador, pude haberme sentado en el mismo asiento del vetusto vagón del tramo de la línea de Elephant and Castle donde en las mañanas de1947 Germán Archiniegas leía su periódico. Descendí, efectivamente, por las escaleras de entrada a la estación de Bethnal Green, donde en 1943 un obús acabó con la vida de 173 personas. Un escenario como ése parece anular el tiempo, el pasado como imágenes no puede ser recreado porque esas imágenes son el absoluto presente, el contraste sólo puede establecerse a partir de la psiquis fragmentada: los adolescentes y sus angustias de última hora. La presencia imperturbable de unos muros, de una plaza abierta, de una puerta por donde 20 generaciones han atravesado, dispone al habitante de esa ciudad para fortalecer el sentido de la permanencia, lo obliga a crear sus propias referencias del cambio, a hacerse actor real de ese cambio frente a la imponente permanencia del escenario donde discurre su accionar.<o:p></o:p></b></span></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="margin-top:0cm;margin-right:-1.05pt; margin-bottom:6.0pt;margin-left:0cm;text-align:justify;line-height:150%; tab-stops:136.5pt 238.0pt"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" align="center" style="margin-top:0cm;margin-right: -1.05pt;margin-bottom:6.0pt;margin-left:0cm;text-align:center;text-indent:26.25pt; line-height:150%;tab-stops:136.5pt 238.0pt"><b><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >II<o:p></o:p></span></span></b></p> <p class="MsoBodyTextIndent" align="center" style="margin-top:0cm;margin-right: -1.05pt;margin-bottom:6.0pt;margin-left:0cm;text-align:center;text-indent:26.25pt; line-height:150%;tab-stops:136.5pt 238.0pt"><b><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">Enoch Soames, quien </span><span class="Apple-style-span">justo a las 2:15</span><span class="Apple-style-span"> de la tarde del día 3 de junio de 1897 cerró un pacto con el demonio, debió sentir una relativa seguridad cuando irrumpió en el Salón de Lectura del Museo Británico. Lo recibió la misma disposición de los </span><i><span class="Apple-style-span">desks</span></i><span class="Apple-style-span"> de trabajo, la misma iluminación ajustada por la cúpula del techo. El atuendo de los otros es lo único que podría sobresaltarlo un poco, pero después de todo la forma de vestir es lo mas previsible, quizás, entre los hombres. De haber salido del salón y husmeado por el resto de las instalaciones del museo, habría confirmado su fe en el sentido común victoriano; quizás algunos nuevos objetos de la sala mexicana o de la sala egipcia habrían distraído la atención de alguien para quien la novedad era menos importante que el recuerdo. Un pequeño grupo de gentes, alrededor del lugar del Superintendente y su </span><i><span class="Apple-style-span">staff,</span></i><span class="Apple-style-span"> con seguridad llamó su atención, también la discreta conversación del grupo—que por lo demás intrigaba a los habituales lectores, en lo que resultaba una actividad inusual y un tanto contra las normas del salón. En las casi cinco horas concedidas para ir al futuro y cerciorarse de su terrible inquietud, nada lo distrae; ha debido percibir el rumor de aquel tiempo distinto y agitado, después de la desoladora confirmación ha podido intentar ver la ciudad, aspirar el aire de la primavera de otro siglo, ver si las calles seguían siendo tan sucias y húmedas. Pero lo obsede una determinación, ella lo vuelve obcecado, no es un turista del tiempo, y va directo a hojear anales y enciclopedias, busca nombres y referencias en un esquematismo suicida. Busca en realidad un solo nombre, y también—es su fatal error—una manera muy particular de mención de ese nombre. Si se hubiera aventurado hasta la sección de manuscritos, sólo debía salir del salón y doblar, en el hall, a la izquierda; a su regreso no hubiera llevado sólo el sabor de la amargura. Las pequeñas vanidades hacen que desechemos las mil maneras del destino de fijar la memoria o procurar la inmortalidad de un hombre. Para él todo se resolvió en unas pocas horas, tal vez en un segundo, eso dura un presentimiento. Una señora de unos cincuenta años que esperaba para entrar al salón ese día de 1997, le dijo como en secreto a su acompañante: “He esperado treinta años por este momento”. <o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">Ese día mi propio acompañante y yo salimos temprano y fuimos directamente al Museo. El solemne edificio de estilo helénico parecía más a tono para una aburrida disertación sobre la democracia ateniense que para el singular acontecimiento desencadenado hacía cien años. Ángel Viloria había estado antes, pero en una visita breve. Fuimos directamente a la Sala de Manuscritos, la entrada a la derecha no se veía muy concurrida y más bien animaba poco con sus altos estantes de volúmenes de gran formato. No llevamos un plan previo para nuestro recorrido, pero esta elección fue clave para estar en el momento justo en el Reading Room, después de todo la intención era quedarnos unos momentos en el curso de la tarde sin mayores ritos ni rutinas. Dedicamos bastante rato a examinar el texto de Lewis Carroll colmado de primorosos dibujos, Virginia Woolf y los poetas románticos consumieron luego nuestro tiempo en la plenitud de quienes se sienten en posesión de unas horas sustraídas del convencional discurrir. En una esquina prominente se derramaba como hiedra en una piedra de Stonehenge el Mesías de Haendel, el lugar era perfecto para oírlo, aunque ver las partituras llenaba de una tensa emoción. Las canciones de Lennon y McCartney (</span><i><span class="Apple-style-span">Ticket to Ride, Yesterday</span></i><span class="Apple-style-span">)</span><i><span class="Apple-style-span">,</span></i><span class="Apple-style-span"> escritas en hojas de cuaderno desprendidas con poco cuidado, flanqueaban el Mesías en un discreto acuerdo. Y justo en aquel breve circuito, donde muchas cosas predilectas se acumulaban, estaba la vitrina, hubiera podido pasar por relicario, cerrando una columna se ofrecía la exposición —si así podía llamársele.<o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><b> <o:p></o:p></b></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">Se leían unas sílabas sin ninguna otra indicación, con una parquedad digna de todo aquello inmortal, sin otra alusión, como si aquel nombre formara parte de los haberes más conocidos de una cultura, simplemente “Enoch Soames”</span><i><span class="Apple-style-span">.</span></i><span class="Apple-style-span"> En el primer momento creí que mi afán por aquel nombre me predisponía para hacer hallazgos puramente ilusorios. Tres o cuatro objetos componían el arreglo, como si fuera un delicado ornamento, como si se tratara de una corona fúnebre, la corona fúnebre de un hombre pobre: una edición de </span><i><span class="Apple-style-span">Fungoids</span></i><span class="Apple-style-span"> (1894), un retrato al carboncillo de Soames hecho por Max Beerbohm, y lo que se supone era la enciclopedia de extraña grafía consultada por Soames en el Salón de lectura. La habilidad de los empleados del Museo Británico para convertir cualquier nuevo huésped de la sala en una especie de religión de las formas hacía ver como si aquel conjunto siempre hubiera estado allí. Nada desentonaba, ni el color de la madera del pequeño arcón, ni el tipo de letra, la ubicación certera, casi mimética. La exposición permanecería hasta el 30 de agosto y estaba allí desde hacía apenas unas horas, desde esa mañana.<o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><b> <o:p></o:p></b></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">Pocos parecían reparar en ella, el muestrario se exponía como lo que era, una rareza, y casi como un acertijo para los desprevenidos. Hasta ese instante yo había tenido a Enoch Soames sólo como el título de un cuento de un poco conocido escritor inglés. Algo me confundía, o aturdía, pero las pruebas del expediente eran concluyentes: el ejemplar de </span><i><span class="Apple-style-span">Fungoids</span></i><span class="Apple-style-span"> estaba abierto en el título, mostraba en la página izquierda el lugar de impresión, Nueva York, y arriba, a la derecha, el nombre del que alguna vez fue su propietario, escrito en tinta, “Max Beerbohm”. La siguiente estación era </span><st1:personname productid="la Direccin" st="on"><span class="Apple-style-span">la Dirección</span></st1:personname><span class="Apple-style-span"> de </span><st1:personname productid="la Biblioteca Brit£nica" st="on"><span class="Apple-style-span">la Biblioteca Británica</span></st1:personname><span class="Apple-style-span">, nuestra solicitud de entrar fue recibida con una frase casi epigramática: “sólo se admiten miembros, como ya quedó dicho”. Pero íbamos no a cualquier tarea, sino a esperar a Soames, nuestra disposición de personas enteradas cambió el panorama y así supimos que la administración tenía preparada una visita para un grupo de treinta personas. El espectáculo había comenzado a andar con la proverbial previsión inglesa. Como íbamos preparados para tratar con gente razonable, obsequiamos libros a la biblioteca, dos del narrador Ednodio Quintero editados en enero por </span><st1:personname productid="la Universidad" st="on"><span class="Apple-style-span">la Universidad</span></st1:personname><span class="Apple-style-span"> del Zulia, la compilación </span><i><span class="Apple-style-span">Fuentes para el estudio de </span><st1:personname productid="la Regin" st="on"><span class="Apple-style-span">la Región</span></st1:personname><span class="Apple-style-span"> de Perija,</span></i><span class="Apple-style-span"> de Ángel Viloria, y mi libro sobre la narrativa del petróleo. Diligentemente fuimos atendidos con la cortesía de gentes seguras de estar frente a quienes no buscan favores ni prerrogativas. El pase No. 1 fue para mí, el No. 2 para Viloria. A las 2:05 un funcionario nos guiaría desde la entrada hasta el Salón de Lectura. Mientras esperábamos, vimos como el número previsto se completó y fue rebasado por los solicitantes, pero nadie más podía entrar, para ellos—como para Soames—la hora fatal se había cumplido. Cerca de las 2:00 hubo un conato de agitación, los rezagados hacían un último intento por llegar al lugar de los hechos. Mi vecina de asiento apretaba un ejemplar de </span><i><span class="Apple-style-span">Seven men</span></i><span class="Apple-style-span"> (1919) y miraba con agitación a quien parecía su marido, era la misma persona que después diría haber esperado treinta años para estar presente en ese momento.<o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.15pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><b>Cuando los treinta privilegiados nos dispusimos a entrar los porteros se retiraron, y al dejar libre el paso nos sonreían, parecían satisfechos guardianes de aquel suceso único en cien años, la fortaleza era nuestra. Entramos como conquistadores en aquel recinto, significativo por muchas razones, la presente no era una de las menores. En aquel santuario, donde muchos evangelios habían sido revelados, un misterio no sólo no desentonaba, se servía del puro escenario como espacio concitador, tampoco podía ser develado desde las pruebas periciales: los libros. Todos esperábamos un suceso singular, y más allá del sentido común de una era de la razón, la curiosidad humana en su banal temeridad tiende a ignorar las consecuencias de su entrometimiento; husmear siempre será un acto irresponsable, asomarse a un incendio sin tener posibilidad de apagar el fuego es como exponerse al contacto de una chispa extintora, es también como vivir sin pasiones. Y sin embargo, allí estábamos nosotros, recién llegados, expectantes, nacidos algunos en la sexta década del siglo XX, esperando por el desenlace de un suceso iniciado en la última década del anterior. Después de todo, la ilusión permite cualquier desfachatez, y eso éramos: una ilusión, pues ese momento ya había sido, fue, ¿adelantado? para que un hombre saciara su amarga curiosidad, pero nadie hubiera recordado en aquel instante el precio de ese dudoso privilegio. <o:p></o:p></b></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.15pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.15pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">Hay tan poca seguridad en las acciones de los hombres, tan poca certeza en el conocimiento de su genealogía, al extremo de convertir la eficacia de esas acciones en justificación de aquellas carencias. La fuerza tranquilizadora deviene en grosero solaz y remitimos todo a las cuentas del día. Así encarábamos cuanto estaba por ocurrir: desde la suficiencia y la ignorancia—ésta adquiere la forma de la curiosidad cuando el miedo se ha extinguido. Éramos turistas profanando un tiempo ajeno, pretendíamos que unas fuerzas ancestrales y tal vez ciegas se mostraran para nosotros, sólo por la autoridad de ser testigos del siglo veinte. Nos convocaba una aventura posiblemente difícil de evaluar—pero la juzgábamos—, incognoscible —pero sonreíamos atrincherados en nuestro instrumental—, trágica en un sentido cósmico —pero reducida a un anecdotario. Como niños en un jardín, como aprendices de brujo, a los cuales resulta más expedito dar con los procedimientos que enfrentar la comprensión (y el procedimiento en este caso se reducía a vivir en la era de los </span><i><span class="Apple-style-span">chips</span></i><span class="Apple-style-span">), así esperábamos aquella tarde. Alguien debía venir de otra época, cien años atrás, a trabajar durante casi cinco horas revisando índices y catálogos de historia de la literatura. Cinco horas no es poco tiempo para ubicar un nombre, y me conmueve la confianza de Soames en la persistencia del mundo del cual sale: llega en la agonía de esa forma de guardar información llamada bibliografía, y a pesar de su seguridad de que el Salón de Lectura estará en el mismo lugar, por un pequeño margen no encuentra el salón desolado, pues se mudaría el 25 de octubre a un nuevo edificio en Saint Pancras, un único cambio de sede en 140 años. Al menos en eso la posteridad fue consecuente, aunque quizás sólo para hacer patente la continuidad del orden donde discurre su fracaso. <o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.15pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoBodyText" style="text-align: justify;margin-right: -1.15pt; line-height: 150%; "><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><b>Ya adentro pareció como si el acto principal del evento hubiera transcurrido sin percatarnos, la gente se miraba a la cara y buscaba sonreír—al salir alguien diría en tono de descargo: hemos sido unos tontos. Por mi parte me dediqué a admirar aquel lugar, me recordaba un jardín, un invernadero regido por el silencio, necesario alimento de plantas adormecidas. En el primer piso de la estantería de libros alguien era entrevistado para la radio, el hombre tenía las manos extendidas y, de espaldas a la pared, dominaba el plano circular; posiblemente se trataba de un especialista dispuesto a no dejar escapar nada, el lugar era un atisbadero perfecto, desde allí se podía barrer con la mirada, radialmente, la circunferencia y su centro. Debió percibir antes que nadie la figura casi embozada, hubo una pequeña agitación y allí estaba el fantasma —ahora sí, el fantasma era él—, moviéndose como si escapara, saltó desde el segundo redondel de las mesas de catálogos y pude verlo tal y como era, se me mostró de medio perfil, casi de espaldas. El impermeable era como la única defensa, casi una capa, para ocultarlo de las miradas, intenté seguirlo desde la parte exterior del primer redondel, convencido del simulacro y en la creencia de que el actor terminaría quitándose el atuendo y saludando a la concurrencia. Pero simplemente se desvaneció, como una aparición forzada a irrumpir su diligencia, y lo hizo en un tris, pues no ocupaba espacio alguno porque no está en conflicto con la materia. <o:p></o:p></b></span></span></p> <p class="MsoBodyText" style="margin-right:-1.15pt;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoBodyText" style="text-align: justify;margin-right: -1.15pt; line-height: 150%; "><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">El sentido de todo aquello en ese momento se me escapaba —aún ahora, sólo presiento la realidad amordazada de todo el </span><i><span class="Apple-style-span">affaire</span></i><span class="Apple-style-span">—, pero tengo absoluta certeza: aquella cita se cumplió, Soames estuvo allí en el momento simultáneo encadenando dos instantes (aunque uno solo son) separados por un siglo. Ninguna conjura, ningún artilugio del tiempo controlado desde el siglo veinte podía rastrear a quien vagaba—o vaga—por un espacio sin escenario, traerlo ante nuestros ojos era potestad de las fuerzas ciegas del universo. Estaba allí porque aquel era un acto cumplido, un hecho autónomo superpuesto a nuestro orden, pues él pertenecía ya, en razón de la mediación de una potestad separada de lo humano, a otra naturaleza. Sustraído de un mundo gobernado por pasiones y vanidades, y justamente debido a ellas, era súbdito de un taumaturgo, o de un cazador. Menos aún, nuestra imprudente curiosidad podía causar o inducir la alineación de movilizadores que permitían el acto final, puramente fenoménico, quizás, de un hombre huyendo entre las sillas. La secuencia de acuerdos y situaciones previas nos era desconocida, permanecía en las sombra, como quien admira una flor emplazada en la punta de la más alta rama. Ignorábamos todo el ciclo que le había dado vida, pero adicionalmente ésta era una flor rara, pues si generaba emociones lo hacía desde una patología, desde nuestra imposibilidad de conocer no sólo la planta sino la tierra donde florecía. El futuro se asomaba al espectáculo con displicencia, con la ventaja de algunas confirmaciones, pero el espectáculo no le pertenecía, se cerraba sobre sí para sepultarse en su siglo: “El restaurante del siglo veinte” se llama el café donde se confirma el pacto entre Soames y el demonio y adonde regresa a las 7:00 p.m. a dar testimonio de su búsqueda; ese nombre no es siquiera alegórico, muestra más bien un cierto escepticismo por la centuria a vuelta de la esquina. La seguridad de los hombres del siglo XIX respecto a la continuidad de un mundo descansaba en la absoluta certeza de aquello que había sido descifrado, nunca se pensó con menos incertidumbre en los tiempos por venir. Después de todo se creaban nuevos materiales distintos del hierro y el oro o se miraba la existencia de Dios como una invención ya un poco prescindible.<o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoBodyText" style="margin-right:-1.15pt;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><b>Aquella tarde sirvió tan sólo para completar la gestión de alguien movido por la necesidad de constatar su gloria. Culminar su averiguación implicaba un precio (el de resumir su vida), aunque tal vez Soames no llegara a medirlo: dejar para la posteridad, como la mecha latente de una bomba, el momento de cerrar el círculo, supone que no hay otra manera de conocer el futuro sino vivirlo dos veces. Como en la frase de Wilde —para quien Soames no era sin duda un desconocido, un aforismo suyo se dice inspirado en aquel, ambos son personajes en una caricatura colectiva de Beerbohm—: “quien vive más de una vida debe morir más de una muerte”. Aquí la verificación equivalía a dos desengaños: el primero como hombre de carne y hueso, y el segundo como fantasma. La señora que dijo haber esperado varias décadas se sintió estafada; “hemos sido unos tontos”, fue su otro alegato. Por mi parte, salí con la sensación de haber sido testigo de un protocolo legal, para mí lo invisible se insinuó en el conjunto de circunstancias que me llevaron hasta el Salón de Lectura y en cómo obraron; mi escepticismo sólo alcanzaba la burocracia de una ciudad de 8 millones de habitantes, olvido y curiosidad no tenían cabida. Pero Londres registra todo su territorio y percibe los latidos de la tradición como si fueran pulsaciones de esas estrellas lejanas vagando en el universo sin fondo. Treinta personas y la diligencia de unos funcionarios salvaban un escollo, la incredulidad pertenecía a otro territorio, el de la curiosidad o del asombro. <o:p></o:p></b></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><b> Siempre me he preguntado quiénes fuimos los espectadores de la desgarbada figura, y en virtud de cuál privilegio. ¿La sonrisa del funcionario aludía a la posibilidad, remota y ciertamente risible, de que hubiera estado allí? En ese caso, era una risa nerviosa, entonces. ¿La expresión de la señora y su espera de años podía tenerse como el veredicto final: fuimos unos tontos? Para mí, Soames estuvo allí y se mostró a unos pocos, yo fui uno de ellos. Se hizo visible en virtud del fervor de unos iniciados; el secreto anhelo y la convicción de algunos hicieron posible la visión, esa tarde, de un hombre viviendo ya no para él sino para otros, garantizaron la eficacia de ese retorno y fueron testigos de su extraña inmortalidad. Para ningún escéptico se abriría esa ventana, el propio Soames es un redimido, desde su remota mesa de comedor servida sólo con el vaso de ajenjo aceptó la persistencia de su mundo, de su alma inmortal y esclava. Está un paso más allá de su opresor, Beerbohm o el diablo negociante, va al futuro y es dueño de cien años en unas horas, le basta con ver, y después de esa acción banal se entrega como un aturdido jugador. Tal vez el peor error de un hombre sea someter a prueba el tiempo; al hacerlo se ignora como pieza del experimento, parte de una realidad terminal. El tiempo develado, observado en su intimidad, le devolverá sólo aquello que ha dejado de hacer, cuánto intentó y cómo fue vencido, y más le valdría no haber sabido de aquellas derrotas.<o:p></o:p></b></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><b><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span">A comienzos de 1997 una breve nota en la </span><i><span class="Apple-style-span">web</span></i><span class="Apple-style-span"> recuerda el relato de Beerbohm y sólo para casi dar por sentado la imposible completación del suceso, pues el salón de lectura para esa fecha estaría mudado y reinstalado en otra calle, contra aquel pronóstico el lugar esperó por su visitante. Asimismo, para consolarlo cuando lo recibe de regreso del futuro, Beerbohm le dice cuan insuficiente puede ser el tiempo para algunos fines, y tal vez Soames sería descubierto y valorado después de más de cien años. Y esto se ha cumplido ciertamente, y muy poco tiempo después de los cien años, pues justo a partir de 1997 el nombre de Enoch Soames se ha convertido en objeto de culto, y el mundo celebra a Max Beerbohm gracias a aquel. Toda la obra de este autor refinado y colmado de talento está olvidada por el gran público, excepto esta historia. Ya no es creación de un autor, al misterio de su origen ha dado paso la indagación de su vida, han aparecido varios retratos contemporáneos y hasta una fotografía, todo solemnemente emplazado en una biografía argumentada y documentada, tal es el </span><i><span class="Apple-style-span">web</span></i><span class="Apple-style-span"> </span><i><span class="Apple-style-span">site</span></i><span class="Apple-style-span"> </span><i><span class="Apple-style-span">Enoch Soames: The Critical Heritage</span></i><span class="Apple-style-span">. Así la impresión de su testigo resultó cierta, el mundo supo de su existencia a partir del centenario, la segunda aparición era el comienzo de su vindicación. La trama de su ocultación habría así subestimado los recursos y la eficiencia mediática del siglo XX, también la fertilidad de una obsesión. “La expectativa de los especialista en todo el mundo ha sido enmendar los errores y convencer a los incrédulos que Soames realmente existió. Que eventualmente tendremos éxito en nuestro objetivo, ninguna duda cabe, y seguramente pronto llegará el día que podamos gritar triunfantes las palabras de Victor Plarr desde lo más alto en alabanza de Enoch Soames… </span></span><span lang="EN-US" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span">(</span></span><i><span lang="EN-US" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span">The aim of Soames scholars around the world has been to right these wrongs and to convince the unsatisfied that Soames did indeed exist. That we shall eventually succeed in our aim cannot be seriously doubted, and surely the day will soon come when we will be able to shout the triumphant words of Victor Plarr from the rooftops in praise of Enoch Soames. </span></span></i><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span">Thomas Wright, de: The Critical Heritage) <o:p></o:p></span></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <h2 align="center" style="margin-right:-1.05pt;text-align:center"><b><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; font-style: normal; "><span class="Apple-style-span" >III<o:p></o:p></span></span></b></h2> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD"><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoBodyText2" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">Estoy convencido del carácter aleccionador de los acontecimientos, de todo cuanto envuelve la trama de Soames, su viaje en el tiempo. No se trata de un azar armonioso, hubo un plan capaz de articular el ritmo, y todo alrededor se desplazó en torno a unos deseos, casi afirmaría la existencia de un experimento inducido a partir de una curiosidad sucesivamente hecha ansiedad y asombro. En un momento ya era imposible dar marcha atrás, pues la voracidad de saber se imponía como una enfermedad placentera. Aquí el diablo no es personaje del folclore, es una entidad planetaria y eso le da al suceso el valor de un arquetipo, su poderío no ha sido suficiente para hacerse de un mundo, un universo prestigioso, vaga entre ellos como un coleccionista rico, adquiere especies y se extasía en ellas como un comprador compulsivo. La simultaneidad del tiempo no es un atractivo menor, difundido en español por la antología de Jorge Luis Borges y Bioy Casares, “Enoch Soames” reúne la eficacia del viaje compresor y la riqueza alegórica. El afán de verificar la minúscula gloria contrae el corazón, tanto lo fáustico como lo prometeico están reducidos aquí a la caricatura humana, el desdén por la eternidad y el enfermizo solaz del presente son también inquietantes, en fin… Al parecer, al diablo tampoco le interesa el arte, quizás ni siquiera conozca su naturaleza, no tiene potestad sobre él pero puede contemplarlo y almacenarlo, seguramente, como un hombre rico y un poco filisteo. Pero la elegancia y el buen gusto no le son ajenos, algo de menosprecio hay en su conversación con Soames en el restaurante, a su víctima la considera un ser sin carácter y no tanto un escritor fracasado, lo primero lo anima a hacerle la oferta. “La voz del último hombre civilizado del mundo”, así calificó una admiradora a Max Beerbohm tras oír sus conferencias en </span><st1:personname productid="la BBC" st="on"><span class="Apple-style-span">la BBC</span></st1:personname><span class="Apple-style-span"> de Londres, y nosotros al ver su autorretrato no podemos sino pensar en el contratante de Soames: pulcro, inquisidor. En todo genio bulle algo de diabólico, de la trama tenemos sólo un punto de vista, un sólo un testigo nos transmite su relación de los hechos. Pero hay más de un observador, me refiero al elenco de personalidades de aquellos años del llamado decadentismo (Rothenstein, Beardsley, Frank Harris, Oscar Wilde, Edmund Gosse, y la nómina de </span><i><span class="Apple-style-span">The Yellow Book</span></i><span class="Apple-style-span">), la presencia de Soames pudiera rastrearse en sus </span><i><span class="Apple-style-span">memories.</span></i><span class="Apple-style-span"> También una fotografía de estudio, documentada y persuasiva, es prueba en un ámbito ya periodístico. Efectivamente, Beerbohm sigue a su personaje a través de la bohemia londinense hasta ese momento definitivo cuando la nostalgia de la creación se paga al precio justo. De haberse conseguido con la gloria cien años después no tendríamos noticia del pacto pues aquel escenario no convenía a Beerbohm, aquel desenlace no servía para urdir la extraordinaria historia. La confidencia sirve al cronista, ya en posesión de una dato precioso, para darle el acabado a su obra maestra: le facilita la tarea de convertir la vida real de un hombre en una invención literaria. Soames, entonces, resulta relativamente cándido al decirle la verdad a su compañero de cena, no fue lo suficientemente suspicaz, después de todo estaba entre dos diablos, pero uno no lo hubiera desmentido ante el otro.<o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">He organizado algunas hipótesis con el fin de examinar aquellas posibilidades donde se afirma la intencionalidad, es decir, he descartado cualquier explicación donde no esté presente una voluntad de conducir hasta sus últimas consecuencias unos eventos ciertamente ya fuera de control, donde pasado y futuro anulan el presente. </span><i><span class="Apple-style-span">A</span></i><span class="Apple-style-span">. Soames es un pseudónimo de Beerbohm, la intención es un experimento risueño, aunque de consecuencias impredecibles. </span><i><span class="Apple-style-span">B</span></i><span class="Apple-style-span">. Soames, ciertamente, hizo un pacto con el demonio, Max Beerbohm tuvo conocimiento de esto, elaboró el resto de la historia y explica de manera genial su desaparición. </span><i><span class="Apple-style-span">C</span></i><span class="Apple-style-span">. Soames se sustrae del mundo para que sus libros adquieran importancia. La persona poseedora del secreto murió en 1956, pero de todas formas nunca lo habría revelado. Beerbohm muestra al mundo la historia, expone el hecho públicamente pero a la vez lo oculta, esconde su verdadera génesis y en su énfasis está el negro telón, pues al hacerlo conocer, en una actitud no exactamente humilde, se autoexcluye como ejecutor. Lo vemos como el periodista dispuesto a rescatar unos hechos cuyo personaje central tiene también otros testigos (el dibujante Will Rothenstein se negó a hacer su retrato pues, dijo, Soames era </span><i><span class="Apple-style-span">inexistente</span></i><span class="Apple-style-span">, pero efectivamente hizo un dibujo suyo, fechado dos años después, 1894, y resulta notable pues no hay en él ningún rasgo de ironía o burla, es más bien sobrio, de discreta tensión, parece desmentir la actitud displicente de Rothenstein en el relato). Aquí cabe la única hipótesis policíaca: el asesinato explicaría la desaparición, la historia expuesta públicamente sería el encubrimiento perfecto, tal y como ocurre en La carta robada (Edgar Allan Poe); de culpas y razones, asimismo, sólo sabría el genio llamado Max Beerbohm. De todos modos, los párrafos finales parecen estar llenos de pistas, y por eso mismo tal vez hayan pasado inadvertidas. Beerbohm espera impaciente en el restaurante y cuando Soames llega sólo oye cargos de este, lo acusa de convertir su vida real en imaginaria, primero lo llama asno cuando Beerbohm lo insta a huir del diablo, a esconderse (“que triste pasar los últimos instantes de mi vida con un asno”), luego dice: “con un asno pérfido”. La perfidia consiste en haber hecho que un suceso verdadero parezca imaginario, “haz saber al mundo que existí”, le suplica, cuando se aleja empujado por el diablo. <o:p></o:p></span></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" ><b> </b></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><b><span class="Apple-style-span">La vanidad lo lleva a retener la crónica de Soames, que no es un caso de vanidad sino de felicidad, pues es diferente querer vivir su día, ser testigo de su propia gloria que desear la fama inmortal. Es así como el valor del pacto estriba en hacer coincidir dos momentos separados por cien años. No se trata de verificar el destino de una obra, de conocer aquello dicho por la posteridad de tres libros de un autor poco dado a la benevolencia con sus contemporáneos y aún hosco con la tradición. La felicidad consiste, pues, en contemplar el atardecer desde el campo abierto, en disponer de una compensación en términos inmediatos, en </span><i><span class="Apple-style-span">sentir,</span></i><span class="Apple-style-span"> como lo dice el propio Soames, pues los muertos, muertos están. La vanidad del cronista surge del deseo de probar los poderes de la comprensión y de la invención. Aquél necesita mostrar cómo quien mira es el que tiene el control, y la versión de esa mirada se convierte en la definitiva realidad, pues ella anula y modifica. Así crea y funda desde un segundo origen, el cual sólo es posible mediante la sutil transformación del primero, desde su manipulación; no se trata de negarlo sino de reducirlo, banalizarlo, hacer de él un momento menor en virtud del poderío—y la libertad—del taumaturgo.</span><i><span class="Apple-style-span"> <o:p></o:p></span></i></b></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><b><i><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></i></b></p> <p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><i><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><b>Miguel Campos<o:p></o:p></b></span></span></i></p><p class="MsoNormal" style="margin-right:-1.05pt;text-align:justify;line-height: 150%"><span class="Apple-style-span" ><b><span class="Apple-style-span">Tomado del libro </span><i><span class="Apple-style-span">Incredulidad (</span></i><span class="Apple-style-span">Maracaibo: UNICA/IVIC, 2009)</span></b></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-77875412883845651042010-10-12T11:00:00.000-04:302010-10-12T11:01:48.024-04:30El gato en la ventana<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVFiWvBcjGsMjC1v9AQJwSQXxBvXn7vKkMofyFcmh2RHeT9CK552MhwPZKIvr42uQKQ97lb-K6WYALnMLhuHcRGpgwSQSdGbWyumlTavmsIwVn9u-cxJKbAtCN1NVsc4VM7ry2FIIC_i8/s1600/Natalia+Portada1.bmp"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 261px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVFiWvBcjGsMjC1v9AQJwSQXxBvXn7vKkMofyFcmh2RHeT9CK552MhwPZKIvr42uQKQ97lb-K6WYALnMLhuHcRGpgwSQSdGbWyumlTavmsIwVn9u-cxJKbAtCN1NVsc4VM7ry2FIIC_i8/s400/Natalia+Portada1.bmp" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5527182489924578386" /></a>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-62929825512595235062010-10-04T21:49:00.020-04:302010-12-25T13:20:23.886-04:30Kafka desde Robert Crumb<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUe_iXq6zcqTpfIqvMi44DrgBxvgbXNCfrtagTwyoClswVvsRZh2_HWM-8NKmskuVk5i8nnXIxHiqIujg3qCyvUN0Fx0a2V88Z1-VXYqes9UkX4hpgcAIb3mN55e0qo91zANdhK5B7-XI/s1600/kafka+y+las+mujeres.jpg"><span class="Apple-style-span" ><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 223px; height: 208px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUe_iXq6zcqTpfIqvMi44DrgBxvgbXNCfrtagTwyoClswVvsRZh2_HWM-8NKmskuVk5i8nnXIxHiqIujg3qCyvUN0Fx0a2V88Z1-VXYqes9UkX4hpgcAIb3mN55e0qo91zANdhK5B7-XI/s400/kafka+y+las+mujeres.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524385747086722706" /></span></a><div><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Una biografía tradicional podría comenzar diciendo que Franz Kafka nació en la actual República Checa, en 1883, que era de origen judío y que vivió casi toda su vida en “esa pequeña madre con garras”: Praga. </span></span></span><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Sin embargo, cuando el autor es alguien como Robert Crumb ese comienzo no funciona. Crumb, apoyado en los textos de David Zane Mairowitz y del propio Kafka, optó por otro inicio en </span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Kafka </span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">(Barcelona: La Cúpula, 2010), la vida ilustrada del escritor checo: “La imagen de un enorme cuchillo de carnicero cortándome, con toda la destreza y regularidad mecánica, en finas rebanadas que volaban en todas direcciones debido a la velocidad de la tarea”. Ya de entrada, frente a la cabeza rebanada de Kafka y el sombrero de bombín disparado en el aire, uno sabe que se adentra en un relato particular, en un encuentro de excentricidades:</span></span></span></p></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi933q0G31mT6-wjni-CYXlcZwI0S8FTAlQRGN7b5T3n8Pgh-XrGKtrGSXeytxMGdWYIAUKTPlbVcJuJWKL9d9OU-LNBHgG2hPaw4d7oHjRj-okVe06h1A9YKyM7e7n1COblvyxZ2OSeMY/s1600/kafka+rebanado.jpg"><span class="Apple-style-span" ><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 235px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi933q0G31mT6-wjni-CYXlcZwI0S8FTAlQRGN7b5T3n8Pgh-XrGKtrGSXeytxMGdWYIAUKTPlbVcJuJWKL9d9OU-LNBHgG2hPaw4d7oHjRj-okVe06h1A9YKyM7e7n1COblvyxZ2OSeMY/s320/kafka+rebanado.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524384969452008434" /></span></a><div><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Que me introduzcan en una casa por la ventana de la planta baja arrastrándome con una soga atada al cuello, y luego me eleven de un tirón, ensangrentado y mutilado, como si la persona que lo hiciera no prestara atención ni tuviera consideración alguna, y me hagan atravesar todos los techos, muebles, muros y buhardillas, hasta que las últimas hilachas de mí caigan del lazo vacío cuando éste atraviese el tejado y se detenga finalmente sobre el techo.</span></span><o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" > </span></o:p></span></i></p> <span style="line-height: 115%; "><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span"><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span">Quizás a Franz Kafka le hubiera gustado ver cómo alguien con la destreza gráfica y el morbo de Robert Crumb complacía sus extraños deseos. Sí, el bueno de Crumb captó las imágenes recreadas mentalmente por el escritor checo, y también comprendió la obstinada presencia de la figura paterna en la vida del nervioso narrador, por eso no dudó en destacar con la exageración del cómic la rudeza corporal de Hermann Kafka, tanto real como recreado, su carácter colérico, endemoniado. </span><o:p></o:p></span></p></span></div></span></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbGaacf9Vo7XeaSzOEYqii7I5pX8oEnVI0INofifjalSxABqs4qk_TqEWHc2xkyVTpgoAIt22ON3EUphY_iUDO_7DlbfnfoE4GJzxe4shQFn9vacIBXho5-RQDjBpcX-lpoH-271I0VOc/s1600/Crumb+y+Kafka+(cuento+con+el+padre).JPG"><span class="Apple-style-span" ><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 245px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbGaacf9Vo7XeaSzOEYqii7I5pX8oEnVI0INofifjalSxABqs4qk_TqEWHc2xkyVTpgoAIt22ON3EUphY_iUDO_7DlbfnfoE4GJzxe4shQFn9vacIBXho5-RQDjBpcX-lpoH-271I0VOc/s320/Crumb+y+Kafka+(cuento+con+el+padre).JPG" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524384069879255778" /></span></a><div><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Al creador del gato Fritz le interesa resaltar la oposición física entre padre e hijo, también la actitud antagónica entre las partes. El padre robusto, insolente, de manos velludas y gruesas, casi siempre iracundo, casi al límite de romper la viñeta, frente al hombrecillo nervioso, pequeño, de complexión débil y ojos asustadizos: </span></span><o:p></o:p></span></p></div><span class="Apple-style-span" ><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3bZAmcJJzlHrr59dCCZJ7cBXBzqLExbnezYBj3Vstd6iZXb3uqh_wEKD0r6oVG2a6hqsMRt-xkkfASNPsyAwo6PpuCCRHoCB4kQCXsbK7rsD7HAReIbPp13Eq7NSFqvz6d8EYFXGXX8M/s1600/padre+kafka+sobre+el+mapa+mundi.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 215px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3bZAmcJJzlHrr59dCCZJ7cBXBzqLExbnezYBj3Vstd6iZXb3uqh_wEKD0r6oVG2a6hqsMRt-xkkfASNPsyAwo6PpuCCRHoCB4kQCXsbK7rsD7HAReIbPp13Eq7NSFqvz6d8EYFXGXX8M/s320/padre+kafka+sobre+el+mapa+mundi.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524383650841018578" /></a><span class="Apple-style-span"><br /></span></span><div><span class="Apple-style-span" ><br /></span></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEir1wsGxEHOU4Kf_rlFeUKDwgYO54KsHpcp5ZbIjco-13TAG_RsLyEX1ULUfAMvy-fCn-trl9MiuWkSHSEWG_mYhsO9Bj-lbYlce0zfd9LYEOByvV94_jxc-VTDX7DD728Rqq1qZjnLv20/s1600/kafka+mequetrefe.jpg"><span class="Apple-style-span" ><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 216px; height: 197px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEir1wsGxEHOU4Kf_rlFeUKDwgYO54KsHpcp5ZbIjco-13TAG_RsLyEX1ULUfAMvy-fCn-trl9MiuWkSHSEWG_mYhsO9Bj-lbYlce0zfd9LYEOByvV94_jxc-VTDX7DD728Rqq1qZjnLv20/s320/kafka+mequetrefe.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524383516493296434" /></span></a><div><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" ><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Los temores e inseguridades de Kafka, su difícil relación con el padre, la enfermedad, sus amores truncados, su extraña conducta con las mujeres que le interesaron. El antisemitismo, la guerra, la purga nazi contra los judíos son parte de los elementos aprovechados por Mairowitz y Crumb para la recreación del universo kafkiano en el formato de novela gráfica. Ambos echan mano de las propias creaciones del escritor, y Roberto Crumb logra sintetizar con la puntualidad de la viñeta los cuentos “La madriguera”, “La condena” y “El artista del hambre”, y las novelas </span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">La Metamorfosis, El Castillo, El Desaparecido, El Proceso.</span></span><o:p></o:p></i></span></p></div><span class="Apple-style-span" ><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgj5iFcqdZCLBQ-0eomfpcT8WWXN8BqIp38qgxs4WYgbCzEG6BQEleuq5BM6WsGLqHtZnleTTQ3_W6wb1_hiw_1NeLxqSJUD3hsigii9bum838WFAE-G-LvPgOTLjwEpTt1TL8AEpiIgPY/s1600/Kafkametamorfosis.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 244px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgj5iFcqdZCLBQ-0eomfpcT8WWXN8BqIp38qgxs4WYgbCzEG6BQEleuq5BM6WsGLqHtZnleTTQ3_W6wb1_hiw_1NeLxqSJUD3hsigii9bum838WFAE-G-LvPgOTLjwEpTt1TL8AEpiIgPY/s320/Kafkametamorfosis.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524383183098693570" /></a><span class="Apple-style-span"><br /></span></span><div><span class="Apple-style-span" ><br /></span></div><span class="Apple-style-span" ><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgO6-eD_kUyB-ccWeSPNyrZlRgRMPL5pdjMCD06vtYpm7HUSBwlQtNhFmG-T7_sdAXW2hBPAEl3UpIHS5fhAAIDGBjIrSQcYDyLyUPES5hk1_bzL-j9ZTubAT-ZsCUdcLJ42Z2wMLeFyBY/s1600/el+artista+del+hambre.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 246px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgO6-eD_kUyB-ccWeSPNyrZlRgRMPL5pdjMCD06vtYpm7HUSBwlQtNhFmG-T7_sdAXW2hBPAEl3UpIHS5fhAAIDGBjIrSQcYDyLyUPES5hk1_bzL-j9ZTubAT-ZsCUdcLJ42Z2wMLeFyBY/s320/el+artista+del+hambre.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524382924718255234" /></a><span class="Apple-style-span"><br /></span></span><div><span class="Apple-style-span" ><br /></span></div><div><span class="Apple-style-span" ><br /></span></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjISk5Dd2QKXQ7LvKAkxvRCRhDcxvSWm5b5-XyLUDWjyvPo31TQ58UNZfRugaNVGYUQDG9iY171WJDUpzMUuT-LT9wbfssZo1Lqg-riT6fZiPgEtQH-XDJDPuiOpOdgopoTOb7V7ponrM/s1600/elproceso2.jpg"><span class="Apple-style-span" ><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 183px; height: 275px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjISk5Dd2QKXQ7LvKAkxvRCRhDcxvSWm5b5-XyLUDWjyvPo31TQ58UNZfRugaNVGYUQDG9iY171WJDUpzMUuT-LT9wbfssZo1Lqg-riT6fZiPgEtQH-XDJDPuiOpOdgopoTOb7V7ponrM/s320/elproceso2.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524382542946161810" /></span></a><div><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span">Otra de las grandes preocupaciones del ilustrador es mostrar la conducta excéntrica y nerviosa de Kafka. Se nota a lo largo de todo el libro su particular interés por acentuar ese comportamiento enfermizo del escritor que atentaba tozudamente contra su propia estima:</span><o:p></o:p></span></p></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisyKmSMp04bjnx3MRRFHR2RRDY2ADINPoiShIgApNN3e5hSWWfkWMKVP-Bf41JlccTFl0hqApi9xjr_S23xEzVCLESzA7aZX8pS14MR742-CSjdFf2zEco48Dg7Dcb30iyvE-MEsJ_rBE/s1600/kafka-contra+s%C3%AD+mismo.jpg"><span class="Apple-style-span" ><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 161px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisyKmSMp04bjnx3MRRFHR2RRDY2ADINPoiShIgApNN3e5hSWWfkWMKVP-Bf41JlccTFl0hqApi9xjr_S23xEzVCLESzA7aZX8pS14MR742-CSjdFf2zEco48Dg7Dcb30iyvE-MEsJ_rBE/s320/kafka-contra+s%C3%AD+mismo.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524381464055653458" /></span></a><div style="text-align: justify;"><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><span class="Apple-style-span">Franz Kafka, definitivamente, no es un personaje fácil, y así lo entendió Robert Crumb, alguien también poco domable. Podría decir que </span><i><span class="Apple-style-span">ambos se encontraron.</span></i></span></p></div><span class="Apple-style-span" ><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhDIG9VhRXOADm0AsT-jAAJ54moJGXirLxbPmdiMtMi4sspUR4BMwkCPkHMr23U6UI7q2vHhLL9I1Qwg46KT5i43L9mTlM_UsvdFBeTgWawhpAqug8RlFdNuGAJYZtujUGARI0d3bmbJw/s1600/crumb.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 224px; height: 168px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhDIG9VhRXOADm0AsT-jAAJ54moJGXirLxbPmdiMtMi4sspUR4BMwkCPkHMr23U6UI7q2vHhLL9I1Qwg46KT5i43L9mTlM_UsvdFBeTgWawhpAqug8RlFdNuGAJYZtujUGARI0d3bmbJw/s320/crumb.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5524381073690596226" /></a><span class="Apple-style-span"><br /></span></span><div><span class="Apple-style-span" ><br /></span></div><div><span class="Apple-style-span" style="line-height: 24px; "><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" >Carolina Lozada</span></span></i></span></div>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-32725591973976050962010-09-26T16:37:00.005-04:302010-12-25T13:22:06.705-04:30Los procesos, según Sławomir Mrożek<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUtbENCcqtRMfHr4OeaJtBjGYZ2hleAWOcP5Ryn0JNbYLlSb8pX7l3riNv1hM0vrS78QE1k-NaB7TLxQXwbRKoVadHV6wNV-ZGDDBGhMDcfvw5LSoSPGK864Z9dXix3jMMdMEakroV9_c/s1600/el+eclipse+del+sol,+grosz.jpg"><span class="Apple-style-span" ><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 279px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUtbENCcqtRMfHr4OeaJtBjGYZ2hleAWOcP5Ryn0JNbYLlSb8pX7l3riNv1hM0vrS78QE1k-NaB7TLxQXwbRKoVadHV6wNV-ZGDDBGhMDcfvw5LSoSPGK864Z9dXix3jMMdMEakroV9_c/s320/el+eclipse+del+sol,+grosz.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5521332665101303810" /></span></a><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Todo proceso con anhelos totalitarios termina abrasado en su propio y torpe hostigamiento, y sucumbe en la más sórdida caricatura de sí mismo. Lo desgraciado de este hecho no es que los megaprocesos se hundan en sus oscuros pantanos sino que en su voraz, impertinente e indetenible camino hacia la caricaturización se lleva por delante cualquier obstáculo, así ese obstáculo sea un país entero. Sobre estos procesos enloquecidos y grotescos sabe un poco el escritor polaco Sławomir Mrożek, quien se las ingenió para parodiar, de manera brillante y amena, los excesos sufridos por Polonia en épocas de regímenes de la calaña de </span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">la patria es una patria es una patria es una patria. </span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">En su libro </span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">El Elefante </span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">(Barcelona: Seix Barral, 1969) Mrożek</span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> </span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">expone, con la genialidad del humor, las costuras y el reino del absurdo al que una sociedad es sometida por los delirios de los tan repetidos y nunca terminados de agotar </span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">procesos de reacomodo social y político. </span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Niños censurados por hacer muñecos de nieve con sospechosos parecidos a señores del poder, escritores disfrazados de jerarquías militares, patriotas con una pierna rota que deciden romperse la otra para demostrar su amor patrio, sindicatos de voluntarios para escuchar las penas de la soledad de una sociedad pesimista y derrotada son parte de los personajes e historias reunidos en </span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">El Elefante. </span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Sławomir Mrożek prefiere el guiño, el comentario jocoso, la suspicacia y banalización de los militantes del poder a la denuncia frontal y literal contra los discursos magnánimos y fundamentalistas de estos personajes y sus acciones, logrando de esta manera ridiculizar sus grandes falacias. Así, en el relato “El elefante”, el director de un zoológico decide, al no poder tener un paquidermo dentro del lugar, hacerse de un elefante inflable, y de este modo demostrar su “humilde aportación a nuestra común labor y nuestra común lucha” (pág. 123). A través del engaño, de la ilusión populista se pretende ocultar el fracaso de un sistema inepto. El fin del falso paquidermo no puede ser otro que el caer reventado, frente a un grupo de niños que en el futuro </span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">dejará los estudios, se dedicará al gamberrismo </span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">y “Probablemente hoy se emborrachan de vodka y rompen cristales. Pero lo que es seguro es que ya no creen en la existencia del elefante” (pág. 127). <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Leer a Sławomir Mrożek sirve para reírse de los altoparlantes con voces de los dinosaurios que nos gritan que </span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">la patria es una patria es una patria es una y mil veces una patria</span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">. Aun cuando de esa patria sólo quede el excremento. Mrożek es buena compañía para transitar los laberintos de la incongruencia y mirar sus paredes astilladas, sus cuartos sin ventilación, el goteo hediondo de sus cañerías. Su lectura sirve para reírnos de los honorables señores, de sus rostros manchados de sudor y sus bocas babeadas de consignas y disparates: “Respetuosamente ruego que me sea entregado el dominio del mundo. Fundo mi solicitud en el hecho de que soy el mejor, el más inteligente y el más original de todos los hombres” (“La Solicitud”, pág. 142).<o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Mrożek no sólo desnuda las verdaderas pretensiones de los hombres “elegidos”, dispuestos a sacrificar sus vidas para gobernar el mundo y encarrilarlo por el camino de la igualdad y la justicia, también muestra a los legionarios listos a seguir al hombre “elegido” en su afán humanitario y semidivino:<o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Desde la mañana hay treinta obreros pintando de negro la cúpula del Ayuntamiento, que hasta ahora había sido reluciente. Incluso en los días bastante nublados, la cúpula brillaba. Pero ahora estamos sitiados. Uno de los obreros resbaló ante mis ojos por la superficie lisa, cayó a la calle y se rompió una pierna.<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >−Todo sea por nuestra patria− gritó cuando lo recogieron.<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Un transeúnte que lo oyó, quitó a otro el bastón que llevaba en la mano y, de un golpe, se rompió también la pierna.<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >−No quiero ser menos− gritó.<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Su propio grito lo excitó aún más, de tal manera que también se rompió las gafas.<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">A partir de hoy, en el circo sólo se representarán números patrióticos, y ni siquiera todos </span></span></span></i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">(“Crónica de la ciudad sitiada” págs. 131-132).<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Hay otro curioso texto de Sławomir Mrożek, llamado “El Proceso”, en el que luego de un arduo trabajo de revisión de la labor intelectual (que tan poco pecho le mete a la construcción de un país), el proceso decide uniformar a los escritores, de modo que “Todos estaban encuadrados en formaciones según su especialidad literaria. Se formaron dos regimientos de poetas, tres divisiones de prosistas y un cuerpo auxiliar, integrado por distintos elementos. Los más afectados por el nuevo orden fueron los críticos, ya que una parte de ellos fue a parar a las galeras y el resto a la gendarmería” (pág. 21). Sin embargo, hay un escritor que escapa de los preceptos divisionistas gubernamentales y, por tanto es sometido al escarnio público: <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" ><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">No se le podía encuadrar ni en la prosa ni en la poesía y, por otro lado, no valía la pena inaugurar una sección nueva sólo para él. Algunos propusieron que se le excluyera. Finalmente se le dio, para distinguirle, un pantalón color naranja, la categoría de soldado raso y se le dejó en paz. Todo el país vio en él una deshonra. Ya antes había habido que expulsar a algunos escritores, porque, dada su mala constitución física, no hacían buen efecto vestidos de uniforme</span></span></span></i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> (pág. 23). <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Contrariando a la política de publicación de 500 Ejemplares (comentamos libros con no más de cinco años de publicación), he decidido escribir sobre Sławomir Mrożek aunque sus libros sean de más vieja data, porque la actualidad y contundencia de sus sátiras nos toca muy de cerca a los que vivimos </span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">en esta patria, esta patria, esta patria</span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">…<o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Carolina Lozada<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Ilustración: “Eclipse of the Sun” George Grosz </span></span><o:p></o:p></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-19955205804779378172010-09-10T15:43:00.011-04:302010-12-25T13:24:36.467-04:30El Nomadismo lingüístico de Guillermo Parra<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9JiKkzE772d_8qCphE3CEZ0QA9fYyscMc03t2A0w5LYpRGY9E0vGi2JWv-QJjpbxdpl0GMuo8xY_RWHf-B4AAURdmZeI9-p-bZwL1-Kf6SBIbGE91bF0G8sueSxdWwXueRCnbTV9axk4/s1600/LE+COUPLE+MAX+ERNST.jpg"><span class="Apple-style-span" ><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 222px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9JiKkzE772d_8qCphE3CEZ0QA9fYyscMc03t2A0w5LYpRGY9E0vGi2JWv-QJjpbxdpl0GMuo8xY_RWHf-B4AAURdmZeI9-p-bZwL1-Kf6SBIbGE91bF0G8sueSxdWwXueRCnbTV9axk4/s320/LE+COUPLE+MAX+ERNST.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5515380770084920050" /></span></a><p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 115%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Querido <a href="http://venepoetics.blogspot.com/">Guillermo</a>:<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Llegaste de visita en los tiempos adversos de un país que se ha convertido en un mal cuento de la tierra, escrito en el estilo más grotesco posible. Venezuela, Guillermo, se nos volvió una broma oscura y pesada; somos, se puede decir, una nación tristemente alegre. Vale la paradoja para ejemplificar el país que visitas, y en el cual, supongo, de algún modo te sientes extranjero. <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Como extranjera se te manifestó por primera vez la poesía, cuando escribiste los primeros versos en una lengua—el inglés—que en principio fue prestada y ahora, también supongo, ha quedado como tuya. Con ese afán de nombrar en aquella lengua, en principio ajena y ahora más próxima, te has propuesto traducir buena parte de la poesía de Ramos Sucre y Sánchez Peláez, y publicarla en Venepoetics. Como esta carta está compuesta de supuestos y de ideas preconcebidas—a partir de anteriores correspondencias—, me gustaría que la afirmaras o contravinieras; bien sabes lo necesario que es la contradicción para el hombre. También quisiera, Guillermo, que me contaras si un poeta que no escribe en su propia lengua puede considerarse un poeta autoexiliado. <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Por otro lado, me daría gusto saber por qué Sánchez Peláez, por qué Ramos Sucre. De este último has dicho en tu cuenta de Twitter que tenía el propósito de desterritorializar el libro y, de ese modo, transformarlo en un espacio utópico. A partir de eso, te pregunto si esas ideas te han llevado a concebir tus propios textos de un modo distinto, tal vez como esa mezcla de estilos que notas en Ramos Sucre. <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Te confieso que hace años tomé dos traducciones de Baudelaire y al descubrirlas tan distintas entre sí me sentí muy frustrada por no saber leer en francés, y dejé a Baudelaire de lado. Aprovecho esta anécdota para preguntarte: ¿una traducción poética siempre está condenada al fracaso?<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Saludos y bienvenido a nuestro sórdido perfomance cotidiano,<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Carolina <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >***<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Hola, Carolina:<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Comienzo esta carta con José Antonio Ramos Sucre, mi obsesión bloguera de los últimos dos años. Pero hablar de Ramos Sucre significa hablar primero de Juan Sánchez Peláez. En su libro </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Mujeres recién bañadas</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> (Mondadori, 2009), Carlos Ávila escribe: “Hace poco más de dos años escuché decir a Enrique Vila-Matas que uno de sus escritores favoritos es Kafka, y que a su vez los escritores favoritos de Kafka son también sus escritores favoritos. Una ajena reflexión, esa, que me hace pensar en que podría estar pasándome precisamente lo mismo con el propio Vila-Matas…” Llegué a Ramos Sucre por Sánchez Peláez. <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">En 1997, recién graduado de la universidad, estaba viviendo en Providence, Rhode Island, trabajando como librero. Fui a una pequeña feria de libros en español en donde un librero dominicano me vendió media docena de títulos de la desparecida Tierra de Gracia Editores, entre los cuales estaba el último libro de Sánchez Peláez, </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Aire sobre el aire</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">. Los catorce poemas de este libro mágico me cambiaron la vida, como lector y escritor. La manera en que Sánchez Peláez se apropia del surrealismo para luego refinarlo y convertirlo en algo tan original, tan extraño, me sigue inspirando. Me acuerdo del impacto que tuvo el primer poema de ese libro, “Los viejos,” al leerlo esa tarde nublada y fría en Providence:<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >“(…)<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >tampoco duermen<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >ni están solos<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >sin embargo<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >hállanse siempre ahí<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >aguardan calmos<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >bebiendo leche de cabra<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >entre amplios<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >corredores<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >más arriba de los techos<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >en una aldea que<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >pertenece a la luna<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >o en un hotel de Liverpool <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:normal"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >(…)”<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">La primera música que escuché, cuando era niño en Cambridge, Massachusetts, fue The Beatles. Tendría que incluir su </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">White Album</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> en mi lista de obras de arte esenciales. Entonces, para mí, ese “Liverpool” en el poema fue la llave que me abrió el mundo que existe en la obra de Sánchez Peláez. Me enamoré de su minimalismo, de su manera de ser un visionario que se burla de sí mismo, que entiende la poesía como un submundo, irrelevante y hermoso. También me animó su devoción a la poesía francesa, ya que Rimbaud, Césaire y Lautréamont fueron importantísimos para mí cuando empecé a leer y escribir poesía. Admiro el estilo directo que Sánchez Peláez fue construyendo a lo largo de sus siete libros, para llegar a esos nueve poemas inéditos tan hermosos en su </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Obra poética</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> (Lumen, 2004).<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Malena Sánchez Peláez me ha contado que Juan vio a Ramos Sucre una vez en la plaza Bolívar de Caracas, mientras caminaba con sus padres. Ellos le dijeron algo así como, “Ese señor allí es el poeta Ramos Sucre…” La anécdota de esa memoria de infancia me fascina. Quizás en algunos poemas de Sánchez Peláez se escucha la voz de Ramos Sucre, un tono triste o maravillado. Yo había leído algunos textos de Ramos Sucre a comienzos de los 2000, pero no tuvieron efecto en mí, no estaba preparado para entenderlos. Fue en 2008, cuando compré su </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Obra completa</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> (Biblioteca Ayacucho, 1989) durante una visita a Caracas, que de repente entendí a Ramos Sucre. Estaba inquieto esa noche por razones personales y pensé que traduciendo algún poema de Ramos Sucre podría calmarme. El poema es “La amada” y esa traducción fue la primera de Ramos Sucre que publiqué en </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Venepoetics</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">, en octubre de 2008. Tardé un año en tomar la decisión de traducir toda su obra y publicarla en mi blog, pero allí comenzó mi obsesión con su escritura.<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >En “La amada” encuentro algunos de los elementos que me fascinan de su obra: la manera en que mezcla la poesía y la narrativa para crear un género híbrido, el uso de imágenes sorprendentemente hermosas (“El sol permaneció, horas enteras, asomado sobre la raya del horizonte.”), y la idea de la poesía como un arte que se alimenta de talismanes (“Salí confortado de su presencia, llevando, por su mandamiento, una rama de cedro.”).<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Mi relación con estos dos poetas es algo muy personal, ilógico. Por ejemplo, en recientes visitas a Venezuela, haciendo diligencias en el centro de Caracas, he caminado por las calles tratando de ver los residuos de lo que habrá visto Ramos Sucre en sus caminatas nocturnas, cuando intentaba ahuyentar el insomnio. Busqué las primeras ediciones de sus libros en la Biblioteca Nacional, y tuve la oportunidad de visitar la Casa Ramos Sucre en Cumaná y ver su tumba, gracias a Rubi Guerra. Fue muy emocionante para mí ver esas primeras ediciones y estar en algunos lugares por donde pasó Ramos Sucre. Creo que esos momentos me ayudarán en mi proyecto de traducir su obra, ya que para mí es importante no solo leer la obra de los poetas que traduzco sino también estar en los lugares en que vivieron, cuando sea posible. Creo en la poesía como un talismán, una forma de vida y no meramente algo que se escribe, aunque sé que esto podría ser un romanticismo.<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Viví en Venezuela desde 1976 hasta 1982. Mi padre es caraqueño y mi madre una gringa de Connecticut. Se conocieron en Boston y por eso nací en los Estados Unidos. Cuando me fui de Venezuela no regresé hasta 1990 y desde entonces he tratado de visitarla cuando pueda. Desde 2007, varias circunstancias felices me han llevado a visitar el país frecuentemente, lo que me ha dado la oportunidad de ahondar mis investigaciones sobre algunos escritores venezolanos que me interesan. Mi Venezuela siempre ha sido Caracas y sus universos (amo a esa ciudad, aunque entiendo que en muchos aspectos es una urbe desastrosa). Así que mis impresiones de Venezuela son las de alguien con raíces en varios lugares, de algún modo un extranjero en todas partes. <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">La verdad es que no sé cuál es mi lengua materna. Aprendí los dos idiomas simultáneamente, mi padre me hablaba en español y mi madre en inglés. Desde el kinder hasta el segundo grado estudié en Venezuela. Repetí el segundo grado en los Estados Unidos porque no había aprendido a leer y escribir en inglés todavía. A los 11 años viví en México y después de un año regresé a Caracas con un acento mexicano. Mi acento hoy es caraqueño, pero se me olvidan muchas palabras cuando hablo. Me fascina la evolución de la lengua caraqueña: me acuerdo hace cinco años cuando conocí a unas chicas venezolanas en Boston y me di cuenta de que </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">marica</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> es el nuevo </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">pana</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">. <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; " ><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Me fui de Caracas a los 12 años y desde entonces ha sido un lugar que pienso y entiendo en inglés primero. Para mí, la traducción de algunos poetas venezolanos se relaciona con las traducciones que el nomadismo de mis padres impuso en mi vida. Quisiera escribir algún día sobre ellos y su mundo hippie, que terminó, como casi todas las utopías, desastrosamente, aunque ya he encontrado fragmentos de sus vidas en </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">El bonche</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> de Renato Rodríguez y </span></span></span><i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span">Los detectives salvajes</span></span></span></i><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"> de Roberto Bolaño. <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Sí creo que las traducciones están condenadas al fracaso, pero que no importa, que en una buena traducción sobreviven suficientes elementos del original. Y además, me encanta la idea de que la traducción es una reescritura del texto, y que en esa nueva versión pueden surgir interpretaciones inesperadas. Guillermo Sucre ha calificado a Ramos Sucre como un escritor que traducía fragmentos de autores clásicos (Shakespeare, Homero, Virgilio). Además, trabajó como traductor, y me parece que tenía la conciencia de que venía de otro lugar, un mundo que era y no era Cumaná, Carúpano y Caracas. Malena me ha contado que a Juan le gustaba leer distintas traducciones de poesía para comparar las versiones. Así que con ambos poetas tengo la suerte de que la traducción es un elemento que existe de alguna manera en su obra.<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >No puedo decir mucho sobre Venezuela hoy. Me parece un país demasiado violento, dividido, vanidoso y peligroso, tanto que me abruma. Y ahora me doy cuenta de que ni los venezolanos mismos entienden el país. No sé si este caos es un elemento específicamente venezolano, o si refleja una situación global. Pero sí amo a Venezuela, me identifico profundamente con personas y lugares de allí que son esenciales para mí. No entiendo a Venezuela para nada y usualmente me siento muy gringo cuando estoy allí. Pienso que esa sensación de extrañeza en relación con Venezuela me impulsa a investigar y traducir la obra de algunos poetas. <o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >En cuanto a mi poesía, no creo que las traducciones hayan influido demasiado en mi estilo. Pero sí me han ayudado a conocer mis límites como poeta, a ser humilde y trabajar mucho. Ramos Sucre y Sánchez Peláez son poetas ambiciosos y mágicos que cambiaron la poesía venezolana con su obra. Cada uno marca una nueva forma de pensar y vivir la poesía. Entonces, la traducción de su obra me sirve como un aprendizaje que espero siga por mucho tiempo.<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" > </span></span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Un abrazo,<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Guillermo<o:p></o:p></span></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span"><span class="Apple-style-span" >Ilustración: “Le Couple”, Max Ernst</span></span></span><o:p></o:p></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-1638369404156719832010-08-01T14:36:00.003-04:302010-08-01T14:41:28.086-04:30El jardín de los pasillos que se bifurcan<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRdmnehTbxQFoGaLZLigeWp-nKKu9Wg4HKcl0Igyl56ePRxaf_494KXiz132yOXjKdOZjUMxlP5dHkxNj7X69QXbaU9oEfxAWNeLl0UkpFrf2AlvzG1c0FYEK-tr8QM7UgWxc0YrI_ADQ/s1600/escherrelativity.gif"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 316px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRdmnehTbxQFoGaLZLigeWp-nKKu9Wg4HKcl0Igyl56ePRxaf_494KXiz132yOXjKdOZjUMxlP5dHkxNj7X69QXbaU9oEfxAWNeLl0UkpFrf2AlvzG1c0FYEK-tr8QM7UgWxc0YrI_ADQ/s320/escherrelativity.gif" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5500520937479347874" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"></span></span></p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><p class="MsoNormal" align="right" style="text-align:right"><i style="mso-bidi-font-style: normal"><span lang="ES" style="line-height:115%;Times New Roman","serif"font-family:";font-size:12.0pt;">Me he convertido en un prestidigitador<br />de épocas. Tengo en mis manos esa fracción<br />de segundo. Ignoro qué vino antes, qué vino después.<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" align="right" style="text-align:right"><span lang="ES" style="line-height:115%;Times New Roman","serif"font-family:";font-size:12.0pt;">Mario Morenza<br /><i style="mso-bidi-font-style:normal">Pasillos de mi memoria ajena<o:p></o:p></i></span></p></span><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Hay quien piensa que no se escribe nada que no verse sobre el autor mismo. Sin importar el género escogido, las temáticas predilectas o las marcas inconfundibles del estilo, todo acto de escritura contiene una batalla individual por descifrar los propios laberintos, por hacer de la tinta en el papel un hilo de Ariadna personalísimo, a la vez escape y minotauro. Esta imagen laberíntica, préstamo un tanto cliché de la mitología griega, acompaña la presente lectura de </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Pasillos de mi memoria ajena</span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> (Caracas: Monte Ávila Editores, 2007), primera publicación del joven Mario Morenza, y sirve de punto de partida para ciertas reflexiones que parecen a flor de piel en la obra.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Habría que comenzar diciendo lo obvio: Morenza parece estar consciente del laberinto que nos ofrece, de su propuesta de escritura compleja y riesgosa, a la que cataloga a ratos como diario, a ratos como novela, pero que estructura como un compendio de relatos, o quizás incluso como un collage personal: una suerte de </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">frankenstein</span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> escrito a partir de los retazos textuales que pudo hallar dispersos en cuadernos y libretas. Como todo laberinto, el de Morenza tiende a la dispersión, sin duda imitando las cabriolas caprichosas de la memoria, que salta de un recuerdo a otros sin aparente rumbo fijo y coherente; y a la vez somete al propio lenguaje que lo construye a una cadena de mutaciones, de alteraciones del registro y de aparentes entradas y salidas del terreno de la ficción, como si el texto intentase desestabilizarse a sí mismo y devenir algo nuevo, algo cuyas formas exigen, como primer paso, la demolición de toda trayectoria lineal. Los pasillos de Morenza, presentes desde el título mismo de la obra, son las vías de entrada y de escape a ese caos personal que se suele llamar memoria, son una direccionalidad posible en medio del extravío: la familia, los amigos, la propia personalidad, la Escuela de Letras de la UCV, la escritura misma del libro que se lee; Morenza se utiliza a sí mismo abiertamente como materia prima, en lo que podría considerarse un gesto narciso del autor, cuya obra le erige un sitial dorado en su propio mundo, o también como un arrebato sacrificial: el autor ofrenda su propia vida como holocausto para la ficción.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">De esta manera, los pasillos de la obra conducen una y otra vez al autor: son tal vez un intento por proveerse de un orden a sí mismo, por crear un plano del laberinto en el que vive, con la esperanza de guiarse hacia la salida. Es por ello que las fotografías, gráficos y dibujos que ilustran diversas secciones a lo largo del libro, resultan una serie de elementos de acompañamiento íntimo, que contribuyen con el propósito de retratar al propio Morenza, de la misma manera en que lo harían los dibujos libres de un niño en un block de hojas blancas; pero a la vez constituyen elementos de sentido coleccionables, dispersos en el laberinto como si un álbum familiar subyaciera al relato. Y es que en el fondo existe un gesto curatorial en este despliegue de fuerzas personales, y el mismo Morenza lo acota en el texto que hace las veces de introducción, “Yo puedo hablar”: «Quiero proteger mi memoria del mundo para que no siga siendo, en este momento sublime, igual o más ajena de lo que ya ha sido. A mí nadie me interrumpirá mientras hablo conmigo mismo» (6).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Esta abrumadora introspección entraña un riesgo similar al del diario íntimo o la confesión: el autor debe elegir entre los múltiples escenarios –pasillos– de su vida qué relatar y qué callar, y en qué secuencia específica contar lo escogido. Se corre el peligro, claro está, de otorgar a las anécdotas más superfluas un falso aire de trascendencia, o de traicionar la vida –como si esto último le importara mucho al lector– y atribuirse a sí mismo una memoria convenida, tramposa y convincente. Pero, ¿acaso no es eso justamente lo que se hace al escribir? ¿No es siempre un engaño la voz del narrador, que rememora eventos a los que nunca asistió ni asistirá? <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">En todo caso, Morenza asume dicho riesgo y se permite el extravío en esta nueva memoria suya, una memoria que le es al mismo tiempo propia y ajena. He allí lo que probablemente llame más la atención de este libro, y ofrezca un cierto consuelo al lector que se enfrenta a las 270 páginas de un texto a caballo entre varios géneros y que a ratos puede desalentar la lectura, con sus </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">close-ups</span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> demasiado prolongados: la atrevida versatilidad del conjunto, que permite en muchos casos tomar sus fragmentos por separado como en una especie de mosaico o de mecano. “Vitrum” y “Demonios en el backyard”, de hecho, dos de los mejores relatos del conjunto, son textos que pueden apreciarse por separado, y cuya inclusión en </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Pasillos de mi memoria ajena </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">aporta, más que sentidos y pistas o alineaciones, una serie de enigmas y de interrogantes cuya respuesta hemos de buscar en los cuadros posteriores, tomados de la vida del propio autor. Un juego de desdoblamientos que culminará con el diálogo entre un Mario 8236 y un Mario 8237, versiones, tal vez, de recorridos clónicos a través del laberinto de una memoria que ahora es ajena.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Uno podría, finalmente, decir que Morenza apuesta por hacer de la vida el relato, o por borrar lo más posible la frontera entre ambos; rasgos de valentía y de cierta soberbia escritural que sin duda sorprende hallar en un escritor joven, y más aún si se trata de su ópera prima.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><a href="http://blogkaribe.wordpress.com/">Gabriel Payares</a><o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Ilustración: “</span></span><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Relativity</span></span><span lang="ES" style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">”, Escher</span><o:p></o:p></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-57805161129432298372010-06-26T20:39:00.003-04:302010-06-26T20:47:23.928-04:30Los remitentes. Carta a Stalin<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHi84hE76One13GJ2lYoCWUXWfaQOZqkg5d2UkkEkgWAahFHKgFQSxRlWW0ZWBwTdNeXelHHhx7Dt0GKvqUA65FF-yMDTMBc3yV2S7xu2YpNcrlWyLAp7G3j1xNz3hhiAgg0EsOOUOxYM/s1600/ni%C3%B1os-buzon.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 199px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHi84hE76One13GJ2lYoCWUXWfaQOZqkg5d2UkkEkgWAahFHKgFQSxRlWW0ZWBwTdNeXelHHhx7Dt0GKvqUA65FF-yMDTMBc3yV2S7xu2YpNcrlWyLAp7G3j1xNz3hhiAgg0EsOOUOxYM/s200/ni%C3%B1os-buzon.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5487254909605414290" /></a><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Existen cartas que pueden leerse como fragmentos literarios, algunas funcionan como documentos en los que es posible dilucidar las inclinaciones, los afectos, los miedos, las necesidades, entre otras manifestaciones, carencias y excesos de escritores y artistas. El intercambio epistolar, al igual que los diarios, ha dejado un material aprovechable para acercarnos a la obra de sus remitentes. Son famosas las llamadas </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">cartas</span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">sucias </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">de Joyce a Nora; las arrobadas misivas de Henry Miller a Anäis Nin; la célebre carta de una entusiasta Teresa de la Parra a Miguel de Unamuno; las dolorosas misivas de Ramos Sucre dirigidas a su querida prima; las agobiantes confesiones de Van Gogh a su hermano Theo y un largo etcétera que puede recorrer la historia universal del las letras y el arte. Este breve texto no es más que un previo para dar a conocer y justificar la nueva sección que llevaremos a cabo en 500 ejemplares, la cual lleva por nombre </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Los remitentes, </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">y que consiste en la periódica publicación de alguna correspondencia que mantendremos con escritores, críticos, y hacedores del medio intelectual en general, con la intención de acercarnos y mostrar los intereses y escondrijos de su quehacer.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Por otro lado, con </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Los remitentes </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">también nos proponemos publicar algunas famosas muestras de la correspondencia universal. Comenzaremos con una de las cartas del dramaturgo ruso M. Bulgákov dirigida al tristemente célebre Stalin. La carta del Bulgákov, fechada en Moscú, en Julio del año 1929 (</span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Cartas a Stalin. M. Bulgákov y E. Zamiatin. </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Madrid: Grijalbo, 1991) es la de un artista abrumado por la opresión del poder, es la carta de un hombre desesperado y debilitado física y mentalmente que implora el permiso, la expulsión para la necesaria huida de un país que lo arrincona y agobia; no sólo como artista sino como ser humano. Como muchos saben, el sádico destinario de Bulgákov disfrutó leer sus misivas y jugó a contemplar, a través del quiebre manifiesto en la cartas, el progresivo deterioro del dramaturgo, quien enloqueció sin lograr cruzar la frontera.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><br /></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">M.A. Bulgákov a I.V. Stalin<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Al Secretario General del Partido I.V. Stalin, al Presidente del Comité M. I. Kalinin, al jefe de Servicio de Bellas Artes A.I. Sviderski, a Alexei Maksimovich Gorki.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Del Literato <o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Mijail Afanásievich Bulgákov<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">(Moscú, Bolshaia Pirogovskaia 35-a, apto. 6, Tf. 2-03-27).<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">SOLICITUD<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Hace diez años que comencé a desempeñar mi trabajo literario en la URSS. De esos diez años, he consagrado a mi tarea de dramaturgo los cuatro últimos, durante los cuales he escrito cuatro obras de teatro. Tres de ellas (Los días de los Turbín, El apartamento de Zoika y La isla púrpura) han sido puestas en escena en los teatros estatales de Moscú; y la cuarta, La huida, en principio autorizada para su representación en el Teatro de Arte de Moscú, fue prohibida posteriormente durante el montaje de la obra.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Acabo de saber que han sido prohibidas las representaciones de las obras Los días de los Turbín y La isla púrpura. El apartamento de Zoika fue retirada en la pasada temporada, después de 200 representaciones, por orden de las autoridades. De modo que, en la presente temporada teatral, todas mis obras se encuentran prohibidas, incluyendo Los días de los Turbín, que ha sido representada cerca de 300 veces.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Ya anteriormente mi relato Notas sobre los puños de las camisas había sido prohibido. Prohibida la reedición de mi colección de relatos satíricos Diaboliada, prohibida la edición de mi colección de ensayos satíricos, prohibida la lectura en público de Las aventuras de Chichikov. La publicación de mi novela La guardia blanca en la revista Rossia se ha visto interrumpida, puesto que la misma revista ha sido prohibida.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">A medida que iba sacando a la luz mis trabajos, la crítica en la Unión Soviética me ha ido prestando mayor atención; con todo, ninguna de mis obras, ya se trate de textos en prosa ya de obras de teatro, ha recibido jamás en ninguna parte juicio aprobatorio alguno; por el contrario, cuanta mayor notoriedad adquiría mi nombre en la URSS y en el extranjero, más virulentas se hacían las críticas de la prensa; hasta adquirir finalmente el carácter de injurias desenfrenadas.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Todas mis obras han recibido críticas desfavorables, monstruosas; mi nombre ha sido difamado, no sólo en la prensa, sino también en obras como la Enciclopedia Soviética y la Enciclopedia Literaria.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Impotente para defenderme, en distintas ocasiones he solicitado un permiso para dirigirme al extranjero; aunque sólo sería por un breve período de tiempo. Sólo he recibido negativas…<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Mis obras Los días de los Turbín y El apartamento de Zoika me han sido sustraídas y enviadas al extranjero. En Riga, una editorial ha cambiado el final de mi novela La guardia blanca, sacando a la luz bajo mi nombre un libro con un final infame. Me han sido arrebatados los derechos de autor en el extranjero.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Mi mujer Liubov Evguénievna Bulgákova presentó entonces una segunda petición para que se le permitiera viajar sola al extranjero, con el fin de poner en orden mis asuntos; en cuanto a mí, me comprometía a permanecer aquí en calidad de rehén.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Hemos recibido una negativa.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">He presentado muchas peticiones para que me devuelvan los manuscritos que se hallan en poder del G.P.U; y aparte de las que han quedado sin respuesta, no he recibido más que negativas.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">He pedido autorización para enviar al extranjero mi obra de teatro La huida a fin de evitar que me sea sustraída.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">He recibido una negativa.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Al cabo de diez años mis fuerzas se han agotado; no tengo ánimos suficientes para vivir más tiempo acorralado, sabiendo que no puedo publicar, ni representar mis obras en la URSS. Llevado hasta la depresión nerviosa, me dirijo a Usted y le pido que interceda ante el gobierno de la URSS PARA QUE SE ME EXPULSE DE LA U.R.S.S., JUNTO CON MI ESPOSA L.E. BULGÁKOVA, que se suma a esta petición.<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" align="right" style="text-align:right;line-height:150%"><i><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">M. BULGÁKOV<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" align="right" style="text-align:right;line-height:150%"><i style="mso-bidi-font-style:normal"><span style=" line-height: 150%; font-size:12pt;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Moscú Julio de 192</span></span><span style="line-height: 150%;Times New Roman","serif";mso-ansi-language:ES-TRADfont-family:";font-size:12.0pt;">9 <o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i style="mso-bidi-font-style:normal"><span style="line-height: 150%;Times New Roman","serif";mso-ansi-language:ES-TRADfont-family:";font-size:12.0pt;"><o:p> </o:p></span></i></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-69392089156352204522010-06-24T08:18:00.003-04:302010-06-24T08:23:09.438-04:30Bloomsday con quiquirigüiqui<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSKolBNjfxdGLCTQ84BxRuJvyv-4559YlgDhYjdhko1e8zyMEGpuePBfx8jUi2SnxsGE-AhMlN2fDjamCICq9rX17FQxpC66RvLQ65BcMEhG5fIDanBBXwW13O8-HxU-bW9hXKZMBW2FA/s1600/la+mu%C3%B1eca+de+otro.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 266px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSKolBNjfxdGLCTQ84BxRuJvyv-4559YlgDhYjdhko1e8zyMEGpuePBfx8jUi2SnxsGE-AhMlN2fDjamCICq9rX17FQxpC66RvLQ65BcMEhG5fIDanBBXwW13O8-HxU-bW9hXKZMBW2FA/s400/la+mu%C3%B1eca+de+otro.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5486321909035589314" /></a><p class="MsoNormal" style="text-align: left;line-height: 150%; "><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:Georgia, serif;"><span class="Apple-style-span" style="line-height: normal;"><br /></span></span></span></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Solemne, el rollizo Federico apareció en el baño de su apartamento de ochenta metros cuadrados sin siquiera sospechar que, al cortarse con la navaja mientras se afeitaba, su sangre de cordero pascual podría hacernos recordar el rito introductorio de una novela irlandesa. El rechoncho narrador de “El cielo de Ixtab” no podía adivinar que se hablaría de él un 16 de junio—la fecha de conmemoración del Bloomsday, en honor a Joyce y su Odisea. A Federico se le ocurre en ese momento la idea de simetría para referirse a la coincidencia entre el inicio y el final de su historia con Julia. Me conviene suponer que, como Leopold Bloom, Federico había desayunado los órganos de aves y bestias, y que ese banquete de mollejas, corazón, riñones y huevas de bacalao le causó indigestión; por eso no pudo darse cuenta de otras correspondencias que, en cierta forma, lo hacen semejante a los personajes de otras novelas en miniatura de </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">El arquero dormido</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">. Hay que respetar su desorden somático y permitirle que termine de arreglarse, mientras uno recuerda que los narradores de “La bailarina de Kachgar”, “El corazón ajeno” y “Lazos de sangre” también deben sufrir una variedad del “rompecabezas griego” que involucra a las imperfectas encarnaciones de Penélope o de Molly Bloom. </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:150%"><span lang="ES-VE"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Los nombres de esos avatares son variados: Emilia, Julia, Águeda, Lucía. Todas ellas terminan por ser una especie de fantasma y lo llevan a uno a pensar en la naturaleza ilusoria de toda pasión. La prima Águeda, en particular, tiene la carga espectral de una prima mejicana del poeta Ramón López Velarde, se vale de esa homonimia para hechizar al pobre personaje que la ve, o cree verla. Hay que decir que un mínimo giro en algún callejón habría obligado a ese hombre de “El corazón ajeno” a emparentarse con las argentinas Faustina o Paulina—dos de las mujeres fantaseadas por Adolfo Bioy Casares. Por supuesto, al gordo Federico le conviene salirse de ese árbol genealógico: de hecho, su amorío con la ardiente Julia es el único que escapa a la infracción del incesto. Tal vez por eso su destino sea el menos doloroso: él sí tuvo la oportunidad de gozar por diez años, aunque con intermitencias, de la mujer fatal. Fugaz, pero recurrente, su relación con Julia tuvo las señas de la liberalidad. Al saberse el destinatario momentáneo de un cuerpo femenino, no le quedó otro remedio que aceptar que la felicidad consiste en unos contados momentos felices, como sabía Cernuda. </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:150%"><span lang="ES-VE"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">A sus congéneres de las otras novelas les va menos bien cuando tratan de inmovilizar el pasado y hacer de una imagen pretérita una realidad efectiva y persistente. Se debe decir, sin embargo, que ese fracaso tiene mucho de coproducción hispano-francesa. Como dirigidas por la mano maestra de Luis Buñuel, las novelas en miniatura de Ednodio Quintero apenas bordean el precipicio griego, sin terminar de caer en él—el protagonista de “Lazos de sangre” dice que va a lanzarse, pero esa declaración es únicamente un proyecto que no vemos cumplirse. El drama sensitivo de la separación y el desencuentro no tiene mayor cabida en este libro, como si la transitoriedad del oscuro objeto del deseo se aceptara al final como evidente. </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:150%"><span lang="ES-VE"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Me atrevo a sugerir que ese carácter buñuelesco se vincula con la propia modalidad textual que Quintero ensaya en este libro. La precisión casi policial del relato tal como él lo ha concebido da paso aquí a una bifurcación de ondas y estampas que disuelve la línea anecdótica y, con ella, la solemnidad del infortunio. Creo que los monólogos de las novelas en miniatura son justamente lo que le permiten al autor remitirse a la noción de novela en miniatura: la autoridad de esa primera persona da cuenta, sucesivamente, de indagaciones propias del realismo, de elaboraciones oníricas, de recuerdos siempre encubiertos o maleados, de aspiraciones, de relatos que han sido relatados por otro y en algún punto han sido apropiados por la voz que nos habla… Esa diversidad era imposible en los antiguos laberintos griegos, como tal vez lo sepa el grueso Federico. La novela en miniatura donde éste se corta la mejilla participa del desconcierto que va retrasando el desenlace e incluso desconfía de él—pues lo concibe como una antigualla aristotélica. Las licencias y meandros que la narración se permite actúan como mecanismos de confort ante la situación sentimental, de modo que terminamos leyendo lo que podría catalogarse como la transcripción de una sesión psicoanalítica cuyo paciente es un opiómano y cuyo terapeuta ha leído más a un alborotado irlandés que a un austríaco afamado.</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Aunque no tiene en común con las demás novelas en miniatura el signo pasional, “El arquero dormido” resume bien los procedimientos del libro. Federico se sentiría mal por no servir como ejemplo por más tiempo, pero es justo decir que si una novela en miniatura no es cuento largo, sino el modelo a escala de una novela conjetural—la versión reducida y suficiente de un escrito que puede o no tener un arquetipo—, el último texto del libro representa el género de una manera mucho más delirante y, a lo mejor, fidedigna. Haciendo acopio de la historia nacional, la imaginería del manga, la alegoría política, el cine de acción y el intertexto literario, en “El arquero dormido” se reescribe el tema de la casa tomada con la bufonería y las interrupciones propias de una novela de Dublín que se ocupara del país venezolano. Con un bate de béisbol en vez de una navaja, el personaje se encarga de hacer sangrar a las temibles invasoras, y así concluye con la nota optimista de Molly Bloom. En pocas palabras, “El arquero dormido” es el recuento de un Bloomsday con quiquirigüqui. </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Es apropiado, entonces, que la presentación de estas cinco novelas en miniatura tenga lugar hoy: la fecha le permite a uno mezclar anécdotas y nacionalidades, como si la combinación del número dieciséis y el mes de junio justificara la mención de todo en un sencillo grano de arroz, </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">sí</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">. </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">*Palabras de presentación de “El arquero dormido”, en Mérida, en un </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Bloomsday </span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">criollo.</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.45pt;line-height: 150%"><span lang="ES-VE"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Luis Moreno Villamediana</span></span></span></i><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Ilustración: “La muñeca de otro”, Ednodio Quintero </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:35.4pt;line-height:200%"><span lang="ES-VE"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-18828408602999795402010-06-12T13:43:00.003-04:302010-06-12T21:12:29.521-04:30Los modos pertinentes de Martha Durán<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinrNYV20Wu5uUCRzMCco3zRf5LWXZdi9E74NUkri2pfqn1LobDz0WdUMrMmcE-GN-M9Jra1BFGUzOX79ObDDdZYK7s5EL4zgvzFMW_OdgyOGj6-zGp-LsexAfvxwkwfBNIEhXW1W_LNnk/s1600/Naturalezas+muertas.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 266px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinrNYV20Wu5uUCRzMCco3zRf5LWXZdi9E74NUkri2pfqn1LobDz0WdUMrMmcE-GN-M9Jra1BFGUzOX79ObDDdZYK7s5EL4zgvzFMW_OdgyOGj6-zGp-LsexAfvxwkwfBNIEhXW1W_LNnk/s400/Naturalezas+muertas.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5481952240908520706" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">En el libro </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Qué impertinente manera de volver </span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">(Caracas: Monte Ávila, 2007)</span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">, </span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">de Martha Durán, el afuera es un lugar desdibujado; un espacio tan irrelevante que sus nombres, direcciones y puntos cardinales son arrancados en un acto voluntario, irreversible y déspota por parte de esa región íntima llamada casa. La casa, en esta primera experiencia narrativa de la escritora trujillana, es el centro, el refugio pero también la condena. Los habitantes de ese mobiliario que supone la totalidad del libro de Durán son seres que buscan el refugio de las puertas cerradas, de la firmeza de las paredes ante el miedo y el desamparo que les ofrece el exterior. En la mayoría de estos cuentos se puede leer cómo el mundo del afuera (la ciudad sin nombre, la calle sin número) sacude a los personajes con fuerza y dureza hasta empujarlos a un destierro personal. Sin el aplomo o el aguante necesario ante la fiereza de esa exterioridad, los personajes de Martha Durán (sujetos débiles, quebradizos, temerosos y ensimismados) se deshacen, literalmente, ante la exposición fotosintética, como figuras heladas y desamparadas:</span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">el cuerpo comienza a sudar, a derretirse como plástico, a evaporarse entre los rayos ocres del aire. Tengo la impresión, sólo la impresión, de que a veces nadie me ve. Aunque he llegado a pensar que a los otros también les está pasando, pues cómo sé que ahí donde creo no hay nadie está otro como yo, desapareciendo</span></span></span></i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> (“Debe ser el calor”, pág. 19)</span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">.<o:p></o:p></span></span></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Los que logran huir de ese zarpazo bullicioso e indolente del afuera, se introducen en lo que al principio parece el refugio, la calidez del hogar, el lugar de la salvación. Sin embargo, ese refugio también puede convertirse en el lugar de los agobios, en una cárcel íntima, en el estadio de la dejadez y el abandono, o en la sala de tránsito hacia la locura y el latente deseo suicida:<o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">A veces pienso que ese canto – que ahora tarareo- es la respiración de la casa; que ella está viva como yo y se asfixia de tanta puerta cerrada, de tanta ventana clausurada. Que le cuesta un poco respirar, tanto que puedo escuchar su jadeo sin hacer ningún esfuerzo. Pero otras veces siento que no sólo estamos nosotras dos, que alguien que vivió aquí conmigo la habita también, alguien que ahora es este sonido (</span></span></span></i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">“Y ahí estaba”, p. </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">22). <o:p></o:p></span></span></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Hay notables reinvenciones cortazarianas en </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Qué impertinente manera de volver</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">, sobre todo en el tratamiento de esa casa que se hace cuerpo vivo y que se apropia en silencio de unos seres que se entregan a sus escondrijos. También esas reminiscencias se asoman en relatos como “El patio”, en el cual la voz narradora recuerda los juegos y tristezas vividos junto a Nando, el amigo de la infancia, a ras de una escalera: “Nando, por el contrario, se empeñaba más bien en señalar la descomposición del lugar; su dedo se detenía en las grietas de la pared, en las manchas del piso o en las filtraciones del techo” (pág. 16). <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Los temores e intentos de escapatoria, las reincidencias y también las renuncias personales de los seres de </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Qué impertinente manera de volver </span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">son narrados con una esmerada voz poética que se esfuerza en contar con delicadeza cada una de las historias del conjunto. En la prosa de Martha Durán se nota un interés por la exploración del propio lenguaje, una preocupación por encontrar el verbo que se le escapa, la palabra adecuada que le permita mantener el tono sostenido de una voz poética. Es tanta la importancia que la narradora le da al lenguaje que en más de uno de sus cuentos “el verbo”, “la palabra”, se hacen personajes: “Creía que el lenguaje conspiraba en su contra, tenía la certeza de ser víctima de una insurgencia verbal que no podía soportar. Todas las palabras estaban a favor de ellos” (“Modestia aparta, el verbo”, pág. 8). <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Debido al regodeo en la calidez del lenguaje, presente en este libro, a veces la historia se nos escapa un poco y tenemos que irla a buscar escondida detrás de las palabras. Esta apuesta lírica puede suponer un riesgo en tanto desarrollo de la historia, en tanto evasión anecdótica; sin embargo, creo que Martha puede muy bien sostener un vuelo lírico sin soltar completamente el hilo de la narración, el necesario cable a tierra. <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Ateniéndome a lo que tenemos, que es este primer libro, podría arriesgarme y afirmar que en Martha Durán hay voces inconscientes de una tradición poética venezolana que la acercan, por ejemplo, a algunos versos de Luz Machado y “La casa por dentro”: <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">La casa necesita mis dos manos.<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Yo debo sostener su cal como mis huesos,<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">su sal como mis gozos, su fábula en la noche<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">y el sol ardiendo en mitad de su cuerpo.<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Al azar abrí sus páginas y me encontré con una parte de un cuento que muy bien podría emparentarse con los versos de Luz Machado, al menos en incidencia de imágenes y motivos: <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">A ella – a la niña – los huesos le pesan como fósiles, como materia vetusta que aún no ha sido descubierta por algún arqueólogo. Piensa a veces que se momifica en el intento de ser vista, que sus reclamos no son más que ecos –o huellas prehistóricas – de una cueva nunca vista, un espacio no transitado por nadie donde sus manos estampadas en paredes de roca –sólidas, primitivas – no pueden decir de su longevidad </span></span></span></i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">(“Que me sienta vieja y sólo tenga ocho años”, pág. 72).<o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:150%"><b><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Desde ya espero el porvenir poético-narrativo de Martha Durán, los nuevos asomos literarios de una joven narradora venezolana que no reniega de la sólida tradición poética del país.<o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Carolina Lozada <o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:150%"><i><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="line-height:150%"><span lang="ES-VE" style="line-height: 150%; "><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Ilustración: “Naturalezas muertas”</span></span><o:p></o:p></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-50724725852757756722010-05-25T22:57:00.004-04:302010-05-25T23:07:12.869-04:30La fuerza constante, entre la poesía y la prosa<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuyGn1qebLxYfPVR3D2MW0mA8PcgD_LfBSod0CPKOeWgMj01-HzPqfbLz4v4ELAfyBqEJb56ehQSb3pcIl2EMhu1VDyrCi_g678b5ytIR-qd5as8ik1tUVkWQnQ8lal6U9A29E0UwpndY/s1600/Friedeberg+(Confucio).JPG"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 228px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuyGn1qebLxYfPVR3D2MW0mA8PcgD_LfBSod0CPKOeWgMj01-HzPqfbLz4v4ELAfyBqEJb56ehQSb3pcIl2EMhu1VDyrCi_g678b5ytIR-qd5as8ik1tUVkWQnQ8lal6U9A29E0UwpndY/s400/Friedeberg+(Confucio).JPG" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5475416005262408626" /></a><br /><div style="text-align: center;"><br /></div><p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">1</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Damos por sobreentendido que la poesía exige un estado de alta concentración interior e intensidad de experiencias, además de la apropiación del patrimonio cultural proveniente de la tradición, más allá de la suya propia, en la que el poeta ha tenido a bien ubicarse.</span></span><span style="color:#333333;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> “Para escribir un solo verso es necesario haber visto muchas ciudades, hombres, cosas", escribió Rilke,</span></span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span><span style="color:#333333;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">y nadie se arriesgaría a desmentirlo aun habiendo poetas cuyos destinos prematuros se constituyeron, antes de haber visto muchas ciudades, hombres, cosas, en terreno abonado para la anticipación de la obra</span></span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">. Sin duda esos son requisitos a los que no escapa el ejercicio de ningún género literario, sin embargo la comunidad artística, no necesariamente los poetas, que si son sabios son humildes, tiende a conferirle a la poesía una jerarquía superior. No solo por el hecho de anteceder a la prosa y ser más vieja que el tiempo mismo, no solo por su compromiso con la lengua, sino también por la manera cómo el tono de la voz entramado a la concisión y apertura de la frase se impone a nuestros sentidos, particularmente al sentido del oído en nuestra memoria. Gracias a esta función, función estética a la par que cognoscitiva, la poesía aspira a trascender el artificio, pues su deseo más íntimo es colocarse, a contramano de la actualidad y en pos de algún augurio de futuro, un poco más allá de los ismos y convenciones que con el paso del tiempo se convertirán en moneda de la que ha desaparecido el cuño.</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Si bien esos dos requisitos son ineludibles tanto para el poeta como para el prosista, el hacer de éste se caracteriza por la vigilia de la conciencia, más analítica y descriptiva que la del poeta, y el ir y venir asociativo, hasta ese momento lúdico y libre de fines, en el que entre la audición de las palabras y el surgimiento lejano de las imágenes, son los rasgos circunstanciales de las sombras que se desplazan y a veces se funden, son las frases intercambiadas entre más de dos personajes las que saturan el vínculo a través del que se acumulan, se entrelazan y se prolongan las historias. </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Más que el poeta —haciendo salvedad de algunos casos particularísimos, como el de las encarnaciones de la heteronimia, más épicas que líricas, de Pessoa—, el escritor pasa a ser el que narra y en buena parte interpreta, con más o menos ingeniosidad y sutilezas, con mayor o menor deseo de borrarse, varios otros, esto es, el custodio del arbitrio de una pluralidad de vidas en lo que tienen de más significativo.</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">2</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Por lo general la mente del prosista es más porosa y divagante, todo se adhiere a ella, todo entra y sale de y por ella. Parte de su trabajo consiste en dejar que el grano grueso pase por el cedazo, como si dijéramos por la malla del cerebro. La capacidad de filtrar le es en cierto modo ajena, al menos cuando está poniendo en marcha el proceso combinatorio: un tema, el devenir de un acontecimiento, la confluencia de unos personajes o el avance de una nada de historia que exige más de un modo de ser contada. Antes de que su artesanía se pronuncie, antes de que la voluntad de composición se someta a las reglas que ella misma se ha asignado, se alimenta de basura, escorias, limaduras, tímidas briznas, pelusillas traídas por el viento. Sin embargo tampoco en esto el proceso creador del poeta es muy diferente. En un ensayo sobre Marina </span></span><span class="MsoHyperlink"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Tsvietáieva</span></span></span><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">, escribía Joseph Brodsky que la prosa con frecuencia sucumbe a la nostalgia del barro. Más tarde, en su discurso de recepción del Nobel recordaba la afirmación de A. Ajmátova según la cual el verso nace </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">de veras</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> de los </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">desechos</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> (en otro escrito, citando la misma frase, escribe </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">de las</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">inmundicias</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">). Sin duda, con todo y su eufonía, sus sonidos, sus reglas, sus medidas, sus ideales de pureza la poesía no se halla menos libre del fango del camino. La poesía, como la música, no es sólo espíritu en trance de desbordarse, es algo que se va escribiendo, alineando nota a nota, palabra a palabra.</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">3</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">La visión del narrador tiende a ser más lejana y distraída que la del poeta. Por su misma necesidad de aferrar todo aquello que se transpone e interfiere en el horizonte, se halla toda en el éxtasis del movimiento. Hasta tanto no consiga concentrar el foco, sus ojos se desplazarán, a ratos vagos y dislocados, a ratos atentos y contemplativos, en la actitud de quien, haciendo el camino, espera, no antes ni después, sino en mitad de la mitad del camino, que algo venga a sorprenderlo. El poeta, en cambio, es como un pez de aguas profundas y límpidas, más selectivo y conciso en la detección de su objetivo. Como toda mirada penetrante, la suya es excluyente y certera. No es que el escritor sea más versátil, sólo que su percepción es capaz de soportar más azares y disonancias entre encuentros y desencuentros, y la inventiva de su mente, desde el momento en que ningún método ha hecho su aparición, desde el momento en que todavía no se prohíbe el experimento, avanza con la simultaneidad del contrapunto. De alteridad en alteridad, como diría Bajtín, polifónica y coralmente.</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">4</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">“</span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Decía la verdad. Siempre decía la verdad. No sabía mentir, nunca desfiguraba la naturaleza de un hecho cierto, </span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">decía Virginia Woolf de Mr. Ramsay</span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">, era eso lo que irritaba a Mrs. Ramsay y a sus hijos. No se trataba del placer de aguarle la fiesta a su hijo, y de dejar en ridículo a su esposa, diez mil veces mejor que él en todos los sentidos (creía James), sino por poder exhibir además cierta secreta vanidad por la precisión de sus juicios</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">”, (</span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Al faro</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">). </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">En esa secreta vanidad testamentaria por los juicios obstinadamente veraces no hacen territorio común ni el poeta ni el prosista, pero la claridad, no del juicio, sino de lo que saben es imposible falsificar, de lo que saben no lleva más que a la incertidumbre y a los finales posibles, es el lugar donde, alcanzado ese punto de progresión, ambos regresan. Allí ya no son dos, son uno, el escritor y el poeta, bajo el dominio de los esforzados principios del estilo y el saber como acto cognitivo de lo que nunca alcanzará a estar completo en la lengua.</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Refiriéndose a Schopenhauer Beckett comentó que era un verdadero placer encontrar un filósofo que pudiera leerse como un poeta, “</span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">con una completa indiferencia por las formas a priori de verificación</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">". Su placer, tanto como el de Baudelaire, Tolstoi, Baroja, Thomas Mann, Musil, Borges, Bernhard, todos devotos lectores de Schopenhauer, pasa, más que por el valor argumentativo del discurso o el andamiaje filosófico, por la sintaxis, por la flexión y la fuerza activa de su prosa, además de por la seducción de su realismo metafísico. Y yo agregaría, entre aquellos pensadores que se leen con el mismo placer y excitación del momento que a los poetas, a Nietzsche y a Kierkegaard, ambos, como buenos hijos de predicadores, herederos de la dramatización del discurso. Si a estos filósofos se los lee como poetas es por el vigor sostenido, el nervio y elocuencia de su lenguaje («La elocuencia tiene el efecto de hacer entrar en el espíritu de los demás el movimiento que nos anima», D’ Alambert). En la escritura de Kierkegaard los elementos filosóficos, poéticos, teológicos y las ficciones dramáticas fluyen entretejidos en una sola larga y bien embridada cuerda transgenérica. </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">La repetición, </span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">que es drama, novela y reflexión crítica es uno de los mejores ejemplos de la ductilidad y sutileza a que puede llegar la prosa libre de la exigencia de decantarse por esto o aquello.</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">La estética de Gadamer, siguiendo en más de un sentido la de Heidegger, considera que la palabra poética se satisface a sí misma, que no necesita ninguna verificación exterior a ella, que sólo dice lo que dice, que responde solo de sí misma, y es profundidad de la ley interna de su decir, con independencia de la verdad conceptual, lo que la legitima. Según este punto de vista la verdad del poema está en el poema: no siendo sustituto, ni residuo, ni reflejo pasivo de nada debería ser aceptado por sí mismo (el ideal de todo lenguaje es bastarse a sí mismo) y con la misma pretensión de realidad de los objetos del mundo, como cosa entre cosas (para Kant el estatus ontológico de los objetos artísticos es el de “objetos co-presentes en el espacio”), y no como soporte epistemológico, o simbólico entre sujeto y objeto, representación y realidad. Sin llegar a ese extremo de separación e inocencia, podemos admitir que la poesía goza de autonomía (no en el sentido del arte por el arte) por más que el sujeto esté fáctica e inmemorialmente determinado por los componentes sociales de los que su obra toma origen y frente a los que se resiste a ser reabsorbida. </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">5</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">El escritor de novelas, el narrador, el cuentista, le puede rendir a la lengua, aun si su estructura y sus instrumentos son diferentes, el mismo culto que el poeta. El suyo es también un arte de naturaleza lingüística y densidad semántica. Sabe tanto como él que éste es imagen, metáfora, tropo, abreviatura, arte de referencias, alusiones, desplazamientos, acumulación de sentidos y posibilidades fonéticas. La prosa tiene sus pausas, sus patrones rítmicos, su fraseo, sus pulsos sintácticos, su entonación, su textura verbal, una voz dirigida, como en el drama o en la poesía, al oyente más que al lector de la letra impresa desplazándose silenciosamente de izquierda a derecha ante sus ojos (sin olvidar las estrategias narrativas, para nada infrecuentes, cuyos códigos estilísticos y señalizaciones enfatizan la condición escritural y mental del texto).</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">6</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%;mso-layout-grid-align:none;text-autospace:none"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%;mso-layout-grid-align: none;text-autospace:none"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">La línea de demarcación entre poesía y prosa existe, hay fronteras pero éstas son formalmente menos drásticas y mucho más misteriosas de lo comúnmente aceptado por las versiones canónicas de los géneros. La proximidad y el roce de ambos impulsos, en tanto impulsos y desviaciones de la fuerza coercitiva de la lengua automática, pueden ir juntos y a veces, sin menoscabo el uno del otro, coexistir en un mismo individuo: las formas literarias pueden contender entre ellas, pero los impulsos que brotan de la propia lengua, más primordiales y profundos que las formas nacidas de sedimentos culturales, no se excluyen. El material no es diferente, pero la manera como se mantiene en juego el tiempo y el espacio de la experiencia sí lo es. </span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Hay quienes han sido bendecidos, sin mayores diferencias operativas, con esa capacidad de prolongarse en ambas direcciones. Beckett, Borges, Joyce, aun sin ser grandes versificadores, Baudelaire (no sólo por sus poemas en prosa, lo que sería evidente, sino por sus </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Salones</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> y escritos críticos), Edgar Allan Poe, Gérard de Nerval, Thomas Hardy, Yeats, César Vallejo, Rubén Darío, Lezama Lima, Marina Tsvietáieva… Aun así, siempre los recordaremos más por su poesía que por su prosa, o más por la prosa que por la poesía. <o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">7<o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">A veces cuando leo o pienso en la prosa de Marcel Proust, me digo que es un poeta, poeta de alma y cosas por el estilo. Pero rápidamente me corrijo y digo, no, no es un poeta, es un novelista, un novelista de largo y continuo aliento, un novelista que tematiza y configura su propia estética a partir de la apropiación de todos los géneros a fin de novelar los lugares, los paisajes, los rostros y el fluir constante, vívido u opaco del recuerdo, con su margen de ficción y ensueño, en tanto que feliz y atemporal interregno previo al despertar a la realidad del presente.</span></span></span><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> Alguien para quien la idea unificadora de la labor de trece años invertida en las tres mil páginas de </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">En busca del tiempo perdido </span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">es el orden sobrenatural de las cosas y la visión singular del espíritu que opera y se expresa en ellas, un orden simbólico, alegórico, trascendente, un orden cuya circularidad y belleza, según Proust, solo podemos entrever y apenas se nos puede revelar a través de la obra de arte: la frase de la sonata para violín y piano y el septeto de Vinteuil, compositor tan ficticio como sus piezas musicales, la iglesia de Combray, recreada a partir de las iglesias de Normandía, los cuadros de Elstir, el trocito de muro amarillo de </span></span><st1:personname productid="la Vista" st="on"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">la </span></span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Vista</span></span></i></st1:personname><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> de Delft</span></span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> de Vermeer.<o:p></o:p></span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:36.0pt;line-height: 150%"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Victoria de Stefano<o:p></o:p></span></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><i><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;"> </span></span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:150%"><span lang="ES"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><span class="Apple-style-span" style="font-size:medium;">Ilustración: “Confucio”, Pedro Friedeberg</span></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><i style="mso-bidi-font-style:normal"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent:36.0pt;line-height:150%"><span lang="ES" style="Verdana","sans-serif"font-family:";">. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES"><o:p> </o:p></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-39842929280597027.post-73885401055484646752010-04-29T09:42:00.008-04:302010-04-29T12:57:54.325-04:30La pregunta escrita en El Techo: ¿Duerme usted, señor Presidente?<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi83plaXakkg8DM7x_UdysJRgDR2cs35JIeXoIyH6snl0Mip48BkyGqKTmEggo8OJSfTH_SFsmErRer4vywy2yDX7lHAk4y4LrETF9tmmAbay3iGQGbFFjNu_y9J2KnZRmF_ofSfCVHIrk/s1600/el-techo-de-la-ballena.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 397px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi83plaXakkg8DM7x_UdysJRgDR2cs35JIeXoIyH6snl0Mip48BkyGqKTmEggo8OJSfTH_SFsmErRer4vywy2yDX7lHAk4y4LrETF9tmmAbay3iGQGbFFjNu_y9J2KnZRmF_ofSfCVHIrk/s400/el-techo-de-la-ballena.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5465611926049418882" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">L</span></span><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">a editorial Monte Ávila celebró sus 40 años con la publicación de la antología de un patrimonio artístico nacional: El techo de la ballena. La publicación en principio se celebra y agradece; pero también se cuestionan ciertos descuidos editoriales, como la aparición de varias páginas en blanco en algunos ejemplares (que interrumpen la muestra poética de Juan Calzadilla y Francisco Pérez Perdomo), y la utilización de un papel burdo que afecta, sobre todo, la calidad de las ilustraciones de Dámaso Ogaz, Daniel González, Juan Calzadilla y Carlos Contramaestre. </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">El techo de la ballena. Antología 1961-1969 </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">(Caracas, 2008) abre su boca con el prólogo y notas de Juan Calzadilla, y complementa los textos con las imágenes y concepto gráfico de Daniel González, ambos pertenecientes al contestatario grupo de balleneros, junto a Caupolicán Ovalles, Efraín Hurtado, Adriano González León, Edmundo Aray, Dámaso Ogaz, Salvador Garmendia, Carlos Contramaestre, Rodolfo Izaguirre, Francisco Pérez Perdomo, entre otros. La antología está divida en los renglones que caracterizaron este movimiento venezolano de los años 60; la primera parte se ocupa de los manifiestos; le siguen los textos literarios; una tercera y cuarta parte se titulan Artes plásticas I y Artes plásticas II; para el final quedan los testimonios.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Dentro de cada renglón hay evidencias de cómo en Venezuela el panfleto y el trabajo artístico (peligrosas combinaciones que no muchas veces da resultados felices) se dieron cita un día y lograron buenos acuerdos, algunos más acertados que otros, pero en general acogidos por la predisposición política de la época. El vientre de la ballena acogió la ferocidad de la poesía de Caupolicán Ovalles, quien sin menoscabo de ironías y balines certeros se preguntó “¿Duerme usted, señor Presidente?”; esos versos podemos perfectamente solicitarlos en préstamo. Y hoy, más que nunca, hacer las preguntas de rigor:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Yo,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">nacido en 1936,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">pues tengo</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">veinticinco años,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">pregunto</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">sin respaldo de Constitución</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">alguna:</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">¿en dónde está la mosca</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">que tanto hace</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">dormir</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">a El Presidente?</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">¿en dónde la alimentan? (…)</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Yo, Poeta-Hostias,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">de pocos billetes en el bolsillo,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">de mucho corazón,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">creo no equivocarme</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">y</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">pregunto:</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">¿Duerme usted?</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">¡Viejo señor!</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">¡Viejo electo!</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">¡Viejo Magnificiente Pontífice!(…)</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Cansado de escribir necedades</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">durante once años,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">buscando</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">no sé qué hermosas combinaciones</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">de frases y palabras,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">ahora sólo quiero</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">tener una respuesta</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">a mis preguntas,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">en el término de la distancia,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">del Gran Imbécil</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">o de sus Hijos Putativos</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">o Putas.</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Yo, descendiente de Achab</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">y ciudadano</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">que ama su ciudad</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">puedo preguntar,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">tengo el derecho</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">por la Constitución</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">de mis actos y de mi fe</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">de hombre de mar,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">tengo el derecho,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">digo,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">de preguntar</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">en dónde está el monstruo</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">que ocasiona</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;text-indent:35.4pt;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">tanto dolor,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">tanta humillación</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> (…) (págs. 42-45).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Regados por el asfalto en bruto y aupados por el desencanto, Carlos Contramaestre nos brinda “El gas-plant saluda a la metrópoli” y “Cabimas-Zamuro”, de éste último poema, rabioso, subterráneo y oscuro, extraigo parte del descenso:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Yo viejo rescatador de tuberías muertas</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">hombre electrocutado en las profundidades</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">tengo todos los planos de las tuberías muertas</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">tengo todos los huesos de los ahogados(…)</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Te regalo la ciudad con los huesos de mi padre (…)</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Te regalo a Cabimas </span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">(págs. 53-54)<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Mientras Contramaestre recorre el calor de las tuberías muertas, Juan Calzadilla recurre a “Los métodos necesarios” para buscar entre el amasijo citadino su </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">salvación</span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">:</span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">“Las costumbres han hecho de mí/ un ser abominable/ impaciente, aguardo todo el día como un funcionario privado del sueño a quien se le obliga a permanecer amarrado/ eternamente a su silla” (pág. 65). En la voz ruda del primero y la angustiada del segundo se percibe un desasosiego, acallado por el ruido del taladro de un país petrolero en construcción. Ambos, el que desciende y el que se queda en la superficie, padecen la ciudad, les cuesta, les pesa, se les hace hastío: “Mis movimientos son tuyos, ciudad/ Me habitas cruelmente/ hostigas mi éxodo/ orientas mis pasos hacia los estados de postración/ Armas mi equilibrio con frágiles varas/ que el fuego alimenta” (Juan Calzadilla, “Legítima defensa”, pág. 74).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Los poemas de Francisco Pérez Perdomo son menos ubicables en calles y lugares concretos, su apuesta es más etérea, surrealista; sin embargo, Pérez Perdomo comparte con el resto de sus compañeros imágenes de torturas nocturnas, de derivas, de </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">excrementos con furia</span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> que brincan hacia el exterior. Francisco Pérez Perdomo comparte, en el vientre de la ballena, el desasosiego ante el afuera:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Debo ser rigurosamente fiel a mis oscilaciones mentales. En consecuencia, mi ubicuidad no debe tenerse como una hazaña memorable. Es comprensible que un día, desde mi cuarto, dé un salto brusco y repentino a través del vacío de la ventana y me encuentre, al mismo tiempo, colgado de una hebra de mis cabellos (…) o flotando en una barca que se balancea simultáneamente a la deriva de todas las aguas. </span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">(“D1”, pág. 78).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Cuando Juan Calzadilla nombra a Edmundo Aray como el francotirador del grupo, lo hace a sabiendas del importante papel que como editor ocupó Aray en el cuerpo de la ballena. Según Calzadilla, Edmundo Aray se encargó de “empapelar la ciudad con ediciones tubulares”, y fue el agente principal en la creación de la revista </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Rocinante. </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Sin embargo, las balas de Aray fueron más allá de las ediciones, también se incrustaron en las letras; sus textos, poéticos y narrativos, están cargados de pólvora literaria y mordaz ironía contra el poder de la época. Avalan estas aseveraciones los títulos presentes en la antología: “Armas a tomar”, “Éramos tres, nadie más, sólo tres”, “Administración de personal” y “Todo está en regla”, de donde extraigo imágenes militares-circenses desgraciadamente tan actuales: “¡Amigos, cómplices y amigos! en la ciudad todo está en regla. Momento, catorce de abril, una sonrisa idiota y unas charreteras más idiotas aún. ¡Girón, Girón! en el triste pantalón de los sábados, en una plaza toda ella llena de arena y público”</span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">(pág. 89). El francotirador Edmundo Aray arremete nuevamente contra la clásica prepotencia y el acostumbrado abuso de poder miliciano, con el </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">subversivo</span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> título “Armas a tomar”:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Hoy, día sábado,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">jefes del Ejército,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">jefes de miles y de cientos,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">al segundo mes,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">a las cabezas de sus casas,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">valerosos hombres de armas a tomar,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">con una carta del juez,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">permiso para entrar,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">allanaron el apartamento que arrendó mi mujer.</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Cultiva armas explosivas,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">dice el denuncio,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">o el denunciante (…)</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">¡Ah! las pantaletas de mi mujer,</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"><o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-bottom:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align: justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">sus prendas, armas peligrosas</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">(…) (págs. 93-94).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Los textos de Adriano González León, recogidos en la antología, están acompañados por las series fotográficas “Infracciones” y “El suicida”, de Daniel González, publicados bajo el titulo </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Asfalto-Infierno. </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">En estos textos e imágenes, la ciudad es un lugar esquizoide, </span><i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">una bestia afilada, </span></i><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">un espejo empañado de mugre, la promesa de la felicidad industrial. El transeúnte que la recorre afina el oído descreído y la mirada ponzoñosa; la ciudad le muerde los pies, lo arrastra entre luces y sonidos chirriantes, él apenas puede detenerse para reflexionar el pandemónium cotidiano:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">(…) otra vez el asfalto infierno: costra que humea al sol, residuo de la primera industria del país, orgullo, potencia básica de la nacionalidad por donde brota el orden constructivo de la democracia y la elección mayoritaria de las urnas. Sublévese, desordénese usted (…) </span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">(“Asfalto-Infierno”, pág. 124).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Es una verdadera lástima que las ilustraciones de esta serie no tengan una óptima impresión; porque vale la pena apreciar, por ejemplo, las fotografías de los viejitos parados en las fachadas de las casas, de cuyas paredes cuelgan avisos de servicios sociales como: “Se aplican inyecciones y sueros. Se preparan cadáveres”, “Se venden vestidos para difuntas”, o el mordaz “Con prudencia se va lejos. El suicida”.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Dentro de la selección literaria, Dámaso Ogaz, Efraín Hurtado, Salvador Garmendia, Juan Antonio Vasco y Fernando Arrabal comparten los espacios con González León. El chileno Ogaz nos ofrece relatos extravagantes como “El huevo estéril”, la breve historia de una mujer loca y conmovedora que quería darle un hijo a su marido:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Su marido, que la amaba en forma especial y nada peligrosa, trabajaba en horarios nocturnos. Cuando en la madrugada veía asomar su cabeza calva, aquella cabeza que ella hubiera deseado se pareciera a la de Landrú, plegaba la piel de su cara y poníase a incubar su único huevo (…) Llegaron los años de madurez y el huevo estéril, putrefacto, yace todavía entre sus piernas inmóvil </span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">(págs. 132-133).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Dámaso Ogaz acompañó los relatos con sus propios dibujos que, para seguir en su onda extravagante, podría considerar porno-esqueléticos. Por otro lado, Hurtado y Garmendia son, junto a Pérez Perdomo, los “raros” dentro de la ballena, pues sus textos son mucho más intimistas, ubicados en espacios enconchados, donde los personajes dan rienda suelta a sus fijaciones y manías. El mejor ejemplo del caso es el del sujeto de los “Maniquíes”, de Salvador Garmendia, quien confiesa su debilidad por estos seres inanimados:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Una de esas manos tiesas se posa en mi hombro en este momento, y al volverme veo a uno de ellos con cara de molde, sus hombros rectos, su rígida pulcritud (…) Antes que pueda apartarme de él, sin disimular el desagrado que me produce su falsa pose de inocencia, intenta sonreír, se esfuerza terriblemente y consigue que sus labios soldados se resquebrajen en silencio, su pequeña frente se agriete como una cáscara de huevo</span></span></i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> (pág. 160).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">En las “Ruinas” y “En los huecos”, Hurtado asoma a sus particulares personajes, poseídos por el temor del afuera: “Vivía oculto debajo de las camas, en habitaciones que el invierno ha enterrado” (“Ruinas, pág. 146); “Siento el polvo moverse en los escombros rodar por los rincones depositándose cuidadosamente sobre cajas y frascos que llenan toda la habitación” (“Ruinas”, págs. 148-149).<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">El argentino Juan Antonio Vasco se muestra descreído, y de forma radical aboga por “Nada de historias”: “Ninguna solemnidad ningún corcel ningún futuro ningún mapa ningún congreso de buscadores de piojos (…)” (pág. 171); mientras que el español Fernando Arrabal interviene con “Primera comunión”, un guión para obra de teatro, preciso y sutilmente irónico sobre las costumbres sociales y religiosas de Occidente.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Dentro del penúltimo cuerpo de la ballena se encuentran las artes plásticas, quizás el trabajo más vistoso, el que más ruido hizo en el acontecer artístico de la época. Los ya nombrados Daniel González, Juan Calzadilla y Carlos Contramaestre se unen a Alberto Brandt, Fernando Irazábal y Jacobo Borges en potentes exposiciones que mostraban, en plástica, el combustible asfáltico, la furia de los huesos que irrumpen hacia afuera, el chorro fulminante de la ballena. La impactante y recordada exposición “Homenaje a la necrofilia”, de Contramaestre, viene acompañada de los textos colectivos que se hicieron en su momento. Trabajos que se recogen en el apartado final de los testimonios. Imperdible la réplica titulada “Contra el arpón. El mordisco de la ballena”, defensa que escribe Edmundo Aray como respuesta a una anterior publicación periodística de Sanoja Hernández, en la que éste criticaba los postulados y el accionar ballenero. Aray toma la defensa del grupo y asume que El techo de la ballena irrumpe para “insuflar vitalidad al plácido ambiente que se llama la cultura nacional”. En el mismo tono, se inscriben el resto de los escritos, especialmente los de Adriano González León.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">De toda esta revuelta cultural y política hace más de cuarenta años; buena parte de los habitantes de la ballena han muerto, otros siguen vivos y en otras militancias, algunos mantienen bajo perfil. El país de asfalto y miseria se ha radicalizado, y ahora más que nunca son necesarias las preguntas de Caupolicán Ovalles. Las viejas banderas de izquierda han dejado en el aire un enrarecido y magro sabor a injusticia y fracaso; las nuevas generaciones leemos los postulados balleneros con el descreimiento y el desencanto con los que crecimos.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Por terceros me enteré de que en el bautizo del libro, realizado en Caracas, se presentó un conocido político que siempre ha estado amparado en el poder e insiste en manifestarse como un hombre crítico. Me cuentan que él, que hasta llegó a ser Vicepresidente de la República, se acercó al micrófono y dijo considerarse “un ballenero más”. Los aplausos de los aduladores no se hicieron esperar. Y debajo del asfalto, bajo tierra, crujieron los huesos de la ballena. Hay quienes continúan aplaudiendo; mientras tanto, las páginas que la desidia editorial o el fortuito azar dejaron en blanco siguen esperando: pacientes, nada rencorosas, en silencio, habitando el vientre de la ballena; aún hay tiempo para ahogarse en ellas, aún cuando esto sea una forma de renuncia. Quizás quede un poco de tiempo para quienes están “esperando salvación”.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; text-align:justify;line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><o:p><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;"> </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><i><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Carolina Lozada<o:p></o:p></span></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="mso-margin-top-alt:auto;mso-margin-bottom-alt:auto; line-height:150%"><span style="line-height: 150%; font-size:12.0pt;color:black;"><span class="Apple-style-span" style="font-family:georgia;">Ilustración: Portada de uno de los Rayados de La Ballena.</span><o:p></o:p></span></p>Carolina Lozada / Luis Moreno Villamedianahttp://www.blogger.com/profile/11782706443007001370noreply@blogger.com3